jueves, 15 de junio de 2017

Año de la Fe. El rostro de Cristo (1). La compasión de Jesús. La miseria humana, signo de la debilidad del hombre, atrae la compasión de Cristo Salvador: su mirada nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. Durante el Año de la Fe, “tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hebreos 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano”



1 Año de la Fe. El rostro de Cristo (1). La compasión de Jesús. La miseria humana, signo de la debilidad del hombre, atrae la compasión de Cristo Salvador: su mirada nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. Durante el Año de la Fe, “tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hebreos 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano”. Cfr. Domingo 5º Tiempo ordinario Ciclo B, 5 febrero 2012 - Marcos 1, 29-39 – Job 7, 1-4.6-7. Marcos 1, 29-39: En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: - «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: - «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.» Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios. 1. La compasión según la sabiduría común • Es una actitud del alma que nos hace sensibles al mal que padecen otros seres humanos, que lleva a comprender las situaciones en las que se encuentran - a entender el estado emocional de otro - y al deseo de aliviar sus sufrimientos, es decir, se manifiesta a partir del sufrimiento de otro ser.. Empuja, por tanto, a la solidaridad, superando el simple sentimiento de pena antes los males ajenos. Dostoevskij en El idiota afirma que «La compasión es la más importante y tal vez la única ley de toda la humanidad». La compasión es un sentimiento que lleva a salir de uno mismo para compartir gratuitamente lo que uno tiene con quien tiene necesidad. Se consideran sinónimos, entre otros, la lástima, la conmiseración, la misericordia, la piedad …, y se consideran antónimos la mofa y la impiedad. • Ricardo Yepes Stork, Fundamentos de Antropología, Eunsa 1996, pp. 193-194: “«Quien ama considera al amigo como a sí mismo, y hace suyo el mal que padece» 1 . Quien ama tiene «corazón», «entrañas» para la desgracia y la miseria del amado, se compadece de él. Esto es «tener el corazón compasivo por la miseria del otro» 2 . Los clásicos lo llamaban misericordia, y es un «sentimiento que nos compele a socorrer, si podemos 3 , por cuanto «nos entristecemos y sufrimos por la miseria ajena en cuanto la consideramos como nuestra» 4 . (…). Amar es compadecer, padecer-con y tener compasión o misericordia”. 2. Algunas características de la compasión en el Catecismo de la Iglesia Católica Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos,tan importante en nuestro contexto cultural. Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hebreos 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. (Cfr. Benedicto XVI, Carta Apostólica «Porta Fidei», con la que se convoca el Año de la Fe 5 , nn. 11, 12 y 13). 1 Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, q. 30, a.2. 2 Id., II-II, q. 30, a.1 3 Agustín de Hipona, La ciudad de Dios, C. 5 4 Tomás de Aquino, Summa Theologica, II.II, q. 30, a.2 5 El «Año de la fe» ha sido convocado por Benedicto XVI (11 octubre 2011). Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. 2 El Señor cura a muchos enfermos, expulsa demonios; reza, predica, todos le buscan. La compasión de Cristo: el descubrimiento de su rostro. • Ante la grande actividad del Señor durante una jornada - la descripción de Marco ha sido calificada como «24 horas típicas de Jesús» -, podemos concluir, entre otras cosas, que Jesús tiene compasión por las personas. En algunas de las curaciones que hizo el Señor, el Evangelio refiere expresamente que Jesús las hizo movido por la compasión. En la resurrección del hijo de la viuda de Naím, Jesús, al ver llorar a aquella mujer, "se compadeció de ella, y le dijo: No llores", luego resucitó a su hijo (Lc. 7. 11-17). Tambén al ver llorar a María y sus amistades por Lázaro, "se conmovió hondamente... y lloró Jesús" (Jn, 11, 35) a) La compasión de Cristo es un signo maravilloso de que el Reino de Dios está muy cerca (n. 1503); la liberación de los males terrenos (hambre, injusticia, enfermedad y muerte) son signos mesiánicos (n. 549); su compasión llega hasta identificarse con los enfermos («Estuve enfermo y me visitasteis» Mateo 25,36) (n. 1503); b) Jesús tiene el poder para curar y también para perdonar los pecados, vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; la finalidad de su venida no fue para abolir todos los males aquí abajo, sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la esclavitud del pecado, que es obstáculo en la vocación de los hombres de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres o esclavitudes humanas (n. 549; 1421); c) con compasión Cristo proclama que «es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla» (Mc 3, 4). El sábado es el día del Señor de las misericordias y del honor de Dios «El Hijo del hombre es Señor del sábado» (Mc 2, 28). (n. 2173); o La miseria humana es signo de la debilidad del hombre y atrae la compasión de Cristo Salvador. • «Bajo sus múltiples formas - indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o psíquicas y, por último, la muerte -, la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra el hombre tras el primer pecado y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la miseria humana atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los "más pequeños de sus hermanos". (...) (n. 2448). La compasión en los cristianos. El amor de Cristo para con los enfermos ha suscitado la atención de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención ha dado origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren. a) El número 1503 del Catecismo de la Iglesia Católica añade que «el amor de predilección de Cristo para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren». El n. 2715 afirma: “La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres”. El n. 1506 afirma que Jesús hace participar a sus discípulos de su ministerio de compasión y que al seguirle adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. b) La vida y la salud física son bienes preciosos que Dios nos ha confiado, y debemos cuidar de ellos racionalmente, teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común (n. 2288). El cuidado de la salud de los ciudadanos requiere la ayuda de la sociedad (n. 2288). c) (...) Los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables» (CDF, instr. «Libertatis conscientia» 68). (n. 2448). 3. Benedicto XVI, rezo del Angelus el 3 de julio de 2011 Cuando Jesús recorría las calles de Galilea anunciando el Reino de Dios, y sanando a muchos enfermos, sentía compasión de la muchedumbre. 3 Hoy, en el Evangelio, el Señor Jesús nos repite aquellas palabras que conocemos tan bien, pero que siempre nos conmueven: “Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30). Cuando Jesús recorría las calles de Galilea anunciando el Reino de Dios, y sanando a muchos enfermos, sentía compasión de la muchedumbre, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor” (Cf. Mt 9, 35-36). o La mirada de Jesús también hoy se posa sobre tanta gente oprimida por condiciones de vida difíciles, pero también desprovista de válidos puntos de referencia para encontrar un sentido y una meta a la existencia. Esa mirada de Jesús parece extenderse hasta hoy, hasta nuestro mundo. También hoy se posa sobre tanta gente oprimida por condiciones de vida difíciles, pero también desprovista de válidos puntos de referencia para encontrar un sentido y una meta a la existencia. Multitudes extenuadas que se encuentran en los países más pobres, probadas por la indigencia; y también en los países más ricos son tantos los hombres y las mujeres insatisfechos, incluso enfermos de depresión. Pensemos, además, en los numerosos evacuados y refugiados, en cuantos emigran arriesgando su propia vida. La mirada de Cristo se posa sobre toda esta gente, es más, sobre cada uno de estos hijos del Padre que está en los cielos, y repite: “Vengan a mí todos (…)”. o El verdadero remedio para las heridas de la humanidad, tanto materiales, como el hambre y las injusticias; cuanto psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar, es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su fuente en el amor de Dios. Es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa. Jesús promete que dará a todos “descanso”, pero pone una condición: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. ¿Qué es este “yugo”, que en lugar de pesar aligera, y en lugar de aplastar levanta? El “yugo” de Cristo es la ley del amor, es su mandamiento, que ha dejado a sus discípulos (Cf. Jn 13, 34; 15,12). El verdadero remedio para las heridas de la humanidad, tanto materiales, como el hambre y las injusticias; cuanto psicológicas y morales, causadas por un falso bienestar, es una regla de vida basada en el amor fraterno, que tiene su fuente en el amor de Dios. Por esto es necesario abandonar el camino de la arrogancia, de la violencia utilizada para procurarse posiciones cada vez de mayor poder, para asegurarse el éxito a toda costa. También hacia el ambiente es necesario renunciar al estilo agresivo que ha dominado en los últimos siglos y adoptar una razonable “mansedumbre”. Pero sobre todo en las relaciones humanas, interpersonales, sociales, la regla del respeto y de la no violencia, es decir, la fuerza de la verdad contra todo atropello, es la que puede asegurar un futuro digno del hombre. 4. El peregrinaje del cristiano en el mundo debe ser un continuo servicio prestado siempre por amor a Dios y al prójimo. • Es Cristo que pasa, n. 98: “Ser cristiano no es algo accidental, es una divina realidad que se inserta en las entrañas de nuestra vida, dándonos una visión limpia y una voluntad decidida para actuar como quiere Dios. Se aprende así que el peregrinaje del cristiano en el mundo ha de convertirse en un continuo servicio prestado de modos muy diversos, según las circunstancias personales, pero siempre por amor a Dios y al prójimo. (...) Se dan, a veces, algunas actitudes, que son producto de no saber penetrar en ese misterio de Jesús. Por ejemplo, la mentalidad de quienes ven el cristianismo como un conjunto de prácticas o actos de piedad, sin percibir su relación con las situaciones de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades de los demás y de esforzarse por remediar las injusticias. Diría que quien tiene esa mentalidad no ha comprendido todavía lo que significa que el Hijo de Dios se haya encarnado, que haya tomado cuerpo, alma y voz de hombre, que haya participado en nuestro destino hasta experimentar el desgarramiento supremo de la muerte. Quizá, sin querer, algunas personas consideran a Cristo como un extraño en el ambiente de los hombres”.

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