jueves, 13 de julio de 2017

La piedad (2016). Catequesis de Papa Francisco. Es manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo. Sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo actuar en primera persona para transformarla en alegría. Estamos llamados a cultivar en nosotros actitudes de piedad ante tantas situaciones de la vida, sacudiéndonos de encima la indiferencia que impide reconocer las exigencias de los hermanos que nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material. Para Jesús, sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo actuar en primera persona para transformarla en alegría.


 La piedad (2016). Catequesis de Papa Francisco. Es manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo. Sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo actuar en primera persona para transformarla en alegría. Estamos llamados a cultivar en nosotros actitudes de piedad ante tantas situaciones de la vida, sacudiéndonos de encima la indiferencia que impide reconocer las exigencias de los hermanos que nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material. Para Jesús, sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo actuar en primera persona para transformarla en alegría.  Papa Francisco, La piedad, catequesis, 14 de mayo de 2016 Tito 2, 11-13 Queridos hermanos y hermanas, buenos días. No parecen tan buenos, porque está lloviendo, pero sois valientes y habéis venido a pesar de la lluvia. Gracias. Esta audiencia tiene lugar en dos sitios: los enfermos están en el Aula Pablo VI, por la lluvia: están más cómodos allí, y nos siguen por una pantalla gigante; y nosotros, aquí. Estamos unidos, nosotros y ellos, y os propongo saludarlos con un aplauso. ¡No es fácil aplaudir con el paraguas en la mano! Entre los muchos aspectos de la misericordia, hay uno que consiste en sentir piedad o apiadarse de los que tienen necesidad de amor. La pietas –la piedad– es un concepto presente en el mundo greco-romano, pero allí indicaba un acto de sumisión a los superiores: en primer lugar, la devoción debida a los dioses, y luego el respeto de los hijos con sus padres, sobre todo ancianos. Hoy, en cambio, debemos estar atentos a no identificar la piedad con ese pietismo, bastante difundido, que es solo una emoción superficial y ofende la dignidad del otro. Del mismo modo, tampoco debemos confundir la piedad con la compasión que sentimos por los animales que viven con nosotros; sucede, de hecho, que a veces se tiene ese sentimiento con los animales, pero se permanece indiferente ante el sufrimiento de los hermanos. Cuántas veces vemos gente tan apegada a los gatos y a los perros, y luego dejan sin ayuda al vecino, a la vecina que lo necesita… Así no va. La piedad de la que queremos hablar es una manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo que el Señor ofrece a sus discípulos para hacerles «dóciles a obedecer las inspiraciones divinas» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1830). Muchas veces en los Evangelios se recoge el grito espontáneo que personas enfermas, endemoniadas, pobres o afligidas dirigían a Jesús: “Ten piedad” (cfr. Mc 10,47-48; Mt 15,22; 17,15). A todos Jesús respondía con la mirada de la misericordia y el consuelo de su presencia. En dichas invocaciones de ayuda o peticiones de piedad, cada uno expresaba también su fe en Jesús, llamándolo “Maestro”, “Hijo de David” y “Señor”. Intuían que había algo extraordinario en Él que les podía ayudar a salir de la condición de tristeza en la que se encontraban. Percibían en Él el amor de Dios mismo. Y también, si la gente se amontonaba, Jesús se daba cuenta de esas invocaciones de piedad y se apiadaba, sobre todo cuando veía personas sufrir y heridas en su dignidad, como en el caso de la hemorroisa (cfr. Mc 5,32). La llamaba a tener confianza en Él y en su Palabra (cfr. Jn 6,48-55). Para Jesús, sentir piedad equivale a compartir la tristeza de quien encuentra, pero al mismo tiempo actuar en primera persona para transformarla en alegría. También nosotros estamos llamados a cultivar en nosotros actitudes de piedad ante tantas situaciones de la vida, sacudiéndonos de encima la indiferencia que impide reconocer las exigencias de los hermanos que nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material (cfr. 1Tm 6,3-8). Miremos el ejemplo de la Virgen María, que cuida de cada uno de sus hijos y es para nosotros modelo de piedad. Dante Alighieri lo expresa en la oración a la Virgen puesta en el culmen del Paraíso: «En ti misericordia, en ti piedad, […] en ti se aduna cuanto en la criatura hay de bondad” (XXXIII, 19-21). Gracias www.parroquiasantamonica Vida Cristiana

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