14 de Febrero del 2016
Para
que haya Pascua:
El
misterio que celebramos es hermoso en su sencillez: hombres y mujeres
de fe se han reunido para confesar agradecidos lo que el Señor ha
hecho con ellos; vienen a presentar la cestilla de bendiciones que
del Señor han recibido en Cristo Jesús, a postrarse en presencia
del Señor su Dios, a invocar su nombre santo, y a fortalecer la
esperanza que cada día amenazan con destruir estos tiempos de
indecibles sufrimientos para los pobres.
Esos
hombres y mujeres habrán de oír en su asamblea dominical palabras
de revelación verdaderas y escandalosas: “Tú que habitas al
amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al
Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.»”
Es
vedad que habitamos “al amparo del Altísimo”, que vivimos “a
la sombra del Omnipotente”, que todos podemos decir al Señor:
«Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti». Pero en la
quietud festiva de nuestra celebración no podemos olvidar a tantos
hombres y mujeres que pueden decir igualmente con verdad: habitamos
al amparo de la clandestinidad, vivimos a la sombra de nuestros
miedos, de nuestra indigencia, sin más refugio que un bosque, sin
más alcázar que un plástico, en una huida interminable de
enfermedades, hambre, frío y legalidades inicuas.
Es
verdad que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que sale de la boca de Dios”. Pero es escandaloso que muchos hijos
de Dios no tengan el pan necesario para vivir.
Es
verdad que “el Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te
refugiarás”. Pero sería escandaloso si olvidásemos que los
pobres son presencia viva de Cristo entre nosotros, y que la palabra
de la promesa divina se cumplirá para ellos si nosotros los cubrimos
con nuestras plumas, si los acogemos bajo nuestras alas.
No
desmientas, hermano mío, hermana mía, lo que dice tu Señor: “Me
invocará y lo escucharé; lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré
de largos días”. Dilo tú con él, díselo a los hambrientos de
pan y de justicia, díselo en nombre de tu Señor: Os escucharé, os
defenderé, os glorificaré, os saciaré.
Y
verás que para ti y para ellos ha empezado de verdad el camino que
lleva a la Pascua, a la vida con Cristo resucitado.
Feliz
domingo, queridos.
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