16 de Agosto del 2015
Imagina
tu vida sin Cristo
“La
Sabiduría se ha construido su casa… ha preparado el banquete,
mezclado el vino y puesto la mesa”. Nuestra fe entiende que nos
están hablando de Cristo el Señor, de la casa que la Sabiduría de
Dios ha levantado para nosotros, y en la que ha dispuesto su
banquete. La fe entiende que se nos está hablando de la Eucaristía
en la que participamos, de la Palabra de Dios que escuchamos, del Pan
de Dios que comemos.
La
fe te dice que en la mesa de la divina Sabiduría, en la Eucaristía
como en la Encarnación, se te ofrece Cristo Jesús.
En
nuestra debilidad, no alcanzamos a intuir la grandeza de ese don
divino; por eso, humildemente, buscamos luz que nos guíe hacia las
profundidades del misterio.
Por
un momento, imagina sin Cristo la vida de María de Nazaret. Habrías
de pensarla sin la plenitud de gracia que vio en ella el ángel de la
anunciación; habrías de pensarla sin la turbación de aquella hora
y sin su plenitud de alegría; habrías de pensarla sin la maternidad
virginal que se le anuncia, sin la virginidad fecunda que conoció,
sin los innumerables gestos y palabras que aquella mujer había de
guardar en el corazón.
Por
un momento, imagina sin Cristo el camino de los leprosos que se
encontraron con él. Los habrías dejado con la maldición de su
lepra, con su impureza, con su marginación, con su vida sin más
futuro que la muerte.
Por
un momento, imagina sin Cristo el camino de los ciegos que él curó,
y los entregarías de nuevo a un mundo de oscuridad.
Por
un momento, imagina lejos de la cruz del Nazareno la cruz de aquel
ladrón que nada pidió sino un recuerdo en los días su Reino. Si de
aquella cruz alejas la de Cristo, le habrás arrebatado a aquel
ladrón el paraíso.
Ahora
ya puedes decir qué te faltaría a ti si te faltase el pan que para
ti ha preparado la Sabiduría de Dios; ahora ya puedes decir quién
es Cristo para ti: Mi alegría, mi gracia, mi paz, ni luz, mi
esperanza, mi justicia, mi vida, mi paraíso, mi todo, mi Dios.
La
fe, que ilumina el misterio de lo que recibo, ilumina el misterio de
lo que he de dar. El que se puso a mis pies para lavarlos, el que
todo se me entregó para que yo viviese, me dijo: “Os he dado
ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, también vosotros
lo hagáis”, pues “el criado no es más que su amo, ni el enviado
es más que el que lo envía”.
Puede
que ésa sea nuestra última y nuestra primera vocación: llevar
alegría, gracia, paz, luz, esperanza, justicia, vida a la mesa de
los pobres. Puede que así vean en nosotros a Cristo Jesús. Puede
que así vean en nosotros el rostro amoroso de Dios.
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