7 de Junio del 2015
Un arco iris de paz entre Dios y el hombre
San
Marcos lo describió así: “Mientras comían, Jesús tomó el pan,
pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: _Tomad,
esto es mi cuerpo”. Y luego añadió: “Cogiendo una copa,
pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron. Y les
dijo: _Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por
todos”.
Te
puede parecer, Iglesia santa, que las palabras del evangelista
describen lo que Jesús hizo en la última cena con sus discípulos;
pero en realidad te está poniendo delante de los ojos la vida entera
de Jesús, todo lo que hizo antes de aquella cena, y lo que va a
consumar después de ella.
Antes
de aquella cena, Jesús ha partido y repartido su vida entre los
hombres anunciando el Reinado de Dios, curando enfermos, liberando
poseídos, perdonando pecados, haciendo el bien. Después de aquella
cena, Jesús partirá y repartirá su vida entregándola por todos en
los brazos abiertos de una cruz.
El
pan y el vino de la última cena nos ayudan a comprender lo que fue
Jesús para los pobres: un pan repartido; una copa de la que todos
pudieron beber; una vida entregada por todos para que todos pudiesen
vivir.
Pero
también es verdad que la vida y la muerte de Jesús ayudan a
comprender el significado de aquel pan entregado a los discípulos en
la última cena y de aquella copa de la que todos bebieron; y también
ayudan a comprender el significado del pan y del vino de nuestra
Eucaristía. De su pan, de nuestro pan, se dice: “Esto es mi
cuerpo”; de su copa, de nuestra copa, se dice: “ésta es mi
sangre de la alianza”.
Cuando
tomamos el pan y, pronunciando la bendición, lo partimos y lo
comemos, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro
pan, sino su Cuerpo Santísimo. Y cuando bebemos de la copa de la
alianza, la fe nos dice que Cristo nos está entregando, no nuestro
vino, sino la Sangre Santísima que él derramó por todos nosotros.
Cristo,
su entrega, su sacrificio, su amor, él es la verdad de la
Eucaristía, él es la señal de eterna alianza entre Dios y el
hombre.
Celebrar
la Eucaristía es como hacer brillar en el cielo un arco iris de paz
entre Dios y los hombres. El Padre y la Iglesia miran a Cristo,
y recuerdan el amor que los ha unido en eterna alianza.
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