Un
reino de escándalo
“El
pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que
habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.
Habían
arrestado a Juan, que como todos saben, iba de profeta y, para el
orden establecido, un profeta es más peligroso que un delincuente.
Arrestan
a Juan, y se establece Jesús. Se llevan al testigo de la luz, y se
enciende la luz verdadera. Acallan a la voz, y comienza su ministerio
la palabra.
Su
mensaje resuena hoy en nuestra asamblea litúrgica: “Convertíos,
porque está cerca el reino de los cielos”.
Eso
dijo… y pronto se entendió que habría que acallar al profeta de
Galilea como habían acallado al profeta del Jordán. Porque el reino
del que hablaba Jesús no era cosa de ritos, no encajaba en los
cánones de la ortodoxia, no apuntalaba el orden establecido.
Daba
incluso la impresión de que se ocupaba más de prostitutas y
ladrones que de Dios.
Lo
normal en ese reino de escándalo va a ser que Dios se olvide de
ritos, doctrinas y tradiciones para ocuparse de ovejas que se le
pierden, de monedas extraviadas, de hijos que se le han ido de casa…
En
el reino cuya cercanía anuncia este profeta blasfemo y borracho,
Dios se ocupa de enfermedades y dolencias, de pecadores, de ciegos,
de lisiados, de leprosos, de oprimidos, de humillados, de pobres.
Con
razón dice el evangelista que se cumplió la palabra del profeta:
“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que
habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.
¡El
pueblo que no el templo!: Parados, desahuciados, sin techo,
refugiados, emigrantes… ellos traen de cabeza a Dios, que nunca
perdió un minuto de sueño por una disquisición dogmática o una
cuestión moral.
Y
yo te digo que hoy, en la eucaristía que celebras, se cumple el
evangelio que acabas de oír. Hoy la luz de Cristo brilla para ti.
Hoy
el reino de los cielos se te acerca, y tú, Iglesia amada del Señor,
pueblo arrebatado a las tinieblas, eres testigo de ello, pues
escuchando, creyendo y comulgando, eres liberada, iluminada,
purificada, perdonada, pacificada, embellecida, salvada.
Feliz
domingo, Iglesia de Dios, en la que brilla la luz de Cristo
resucitado.
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