8 de Noviembre del 2015
Aprender
a Cristo:
La
Iglesia ha querido poner en el corazón de este domingo a dos
mujeres, pobres las dos, con una pobreza que resulta extrema por ser
viudas las dos.
Pero
no las han llevado al centro de nuestra celebración por su condición
de pobres o de viudas, sino por su fe que se intuye oscura y grande,
por su confianza en Dios, como de niño en brazos de su madre,
por su entrega que, por total y definitiva, es confesión irrevocable
de la fidelidad del Señor que hace justicia a los oprimidos, ama a
los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la
viuda.
Por
eso, en nuestra celebración, no hacemos la alabanza de las dos
viudas, sino que decimos con el salmista: “Alaba, alma mía, al
Señor”.
Pero
tú, Iglesia pobre de Cristo pobre, en el que es tu cabeza has
reconocido a la única verdadera viuda que todo lo ha entregado desde
la fe y la confianza en la fidelidad de Dios: todo lo ha entregado
viniendo a nosotros, todo lo ha entregado viviendo entre nosotros,
todo lo ha entregado volviendo al Padre del cielo.
Admira
la totalidad de la entrega, la radicalidad de la pobreza, la plenitud
de la confianza. Y alaba al que, resucitando a Jesús de entre los
muertos, dio un significado nuevo e inefable a las palabras de tu
salmo, pues de un modo que no podrías decir y ni siquiera
pensar, ha hecho justicia a ese Oprimido, ha dado pan al Hambriento,
ha libertado al Cautivo, ha sustentado al Huérfano y a la Viuda.
Pero
aún has de considerar otro gran misterio: esa Viuda pobre –Jesús
de Nazaret-, que todo lo ha entregado al Padre del cielo, todo
nos lo ha dado también a nosotros; por nosotros y para nosotros ha
echado en el arca todo lo que tenía para vivir, ha hecho de su vida
entera un panecillo y nos lo dio para que viviésemos.
Hoy
te acercarás a comer ese pan y alabarás a Dios por Cristo
resucitado, porque su orza jamás se vaciará, y su alcuza jamás se
agotará.
Hoy,
en comunión con Cristo, aprenderemos a ser esa viuda pobre,
aprenderemos a hacer de la vida un panecillo para el necesitado, a
echar en el arca de las ofrendas lo que tenemos para vivir.
Hoy,
en comunión con Cristo, aprenderemos a Cristo.
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