11 de Octubre del 2015
Jesús,
pobres, y alegría:
El
lector lo proclamará como dicho por él, y tú lo escucharás como
dicho de ti: “En comparación con la sabiduría, tuve en nada la
riqueza”.
Sea
que el hombre busque la sabiduría, sea que busque la riqueza, ése
es negocio que se hace siempre en la hondura del corazón.
He
dicho “sea que el hombre busque”; pudiera haber dicho sea que
ame, sea que sirva, sea que adore: siempre será el corazón lugar de
su culto o de su idolatría; en el corazón se lleva lo que se busca,
lo que se ama.
La
fe es una cuestión de corazón, de bienes y de Dios. La pregunta
ineludible para el creyente es si amo a Dios con todo el corazón, o
si llevo en el corazón lo que no es Dios; si Dios es mi riqueza, o
si la riqueza es mi dios; si Dios es mi todo, o si todo es mi dios.
Bajo
esta luz podemos considerar el evangelio de este día. El escenario
es un camino, en el que se cruzan un joven y Jesús. Lo que los
discípulos ven y oyen, es lo que sucede en el camino. Pero lo
decisivo sucede en los corazones. Esto es lo que hay en el de Jesús:
“Se le quedó mirando con cariño y le dijo: _Una cosa te falta:
anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres… y luego
sígueme”. Y esto es lo que había en el corazón del joven: “Él
frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”.
Con
el lector, tú dijiste: “En comparación con la sabiduría, tuve en
nada la riqueza”, y, a una con el salmista, pediste saciarte
de misericordia, para llenar la vida de alegría y júbilo.
Pediste
la misericordia, te apegaste a la sabiduría, escuchaste la palabra
de Dios para cumplirla, recibiste a Cristo para seguirlo, y, con
Cristo, entraron en tu vida los pobres para acudirlos. Pediste y
conociste una alegría que sólo Dios puede dar.
Si
con el joven del evangelio hubieses preferido tus bienes a Jesús, te
irías rico, y te quedarías sin Jesús, sin pobres, sin alegría.
Estas
cosas se deciden en el corazón.
Feliz
domingo.
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