1
Discurso de Francisco a todos los Cardenales el viernes 15 de marzo de 2013. Expreso mi voluntad
de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a ser cada vez más, en Cristo y con
Cristo, la vid fecunda del Señor. Impulsados también por la celebración del Año de la fe, todos
juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar a
Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida,
realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre. Este encuentro lleva a convertirse
en hombres nuevos en el misterio de la gracia, suscitando en el alma esa alegría cristiana que es aquel
céntuplo que Cristo da a quienes le acogen en su vida. ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una
edad avanzada: la vejez es – me gusta decirlo así – la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos
tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el
Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los
jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida.
Cfr. DISCURSO DE FRANCISCO A TODOS LOS CARDENALES
Sala Clementina
Viernes 15 de marzo de 2013
Hermanos Cardenales,
Este periodo dedicado al Cónclave ha estado cargado de significado, no sólo para el Colegio
Cardenalicio, sino también para todos los fieles. En estos días hemos sentido casi de manera
tangible el afecto y la solidaridad de la Iglesia universal, así como la atención de tantas personas
que, aun sin compartir nuestra fe, miran con respeto y admiración a la Iglesia y a la Santa Sede.
Desde todos los rincones de la tierra se ha elevado la oración ferviente y unísona del pueblo
cristiano por el nuevo Papa; y también ha sido muy emotivo mi primer encuentro con la multitud
apiñada en la Plaza de San Pedro. Con la sugestiva imagen del pueblo alegre y en oración todavía
2
grabada en mi mente, quiero expresar mi más sincero agradecimiento a los obispos, sacerdotes y
personas consagradas, a los jóvenes, las familias y los ancianos por su cercanía espiritual, tan
efusiva y conmovedora.
Siento la necesidad de expresaros a todos mi más viva y profunda gratitud, venerados y queridos
hermanos Cardenales, por la solícita colaboración en la guía de la Iglesia durante la Sede Vacante.
Dirijo un cordial saludo a cada uno, empezando por el Decano del Colegio Cardenalicio, el Señor
Cardenal Angelo Sodano, a quien agradezco las expresiones de devoción y felicitación que me ha
dirigido en nombre de todos. Y, junto a él, agradezco al Señor Cardenal Tarcisio Bertone,
Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, su trabajo diligente en esta delicada fase de transición; y
también al querido Cardenal Giovanni Battista Re, que nos ha hecho de jefe en el Cónclave. Y
pienso con particular afecto en los venerados Cardenales que, por razones de edad o enfermedad,
han asegurado su participación y su amor a la Iglesia a través del ofrecimiento de las dolencias y la
oración. Y quisiera deciros que el Cardenal Mejía ha sufrido anteayer un infarto cardiaco: está
hospitalizado en la clínica Pío XI. Pero se cree que su salud es estable, y nos ha enviado sus
saludos.
No puede faltar mi agradecimiento a quienes, en sus respectivos cometidos, han trabajado
activamente en la preparación y desarrollo del Cónclave, favoreciendo la seguridad y tranquilidad
de los Cardenales en estos momentos tan importantes de la vida de la Iglesia.
Y pienso con gran afecto y profunda gratitud en mi venerado Predecesor, el Papa Benedicto XVI,
que durante estos años de pontificado ha enriquecido y fortalecido a la Iglesia con su magisterio, su
bondad, su dirección, su fe, su humildad y su mansedumbre. Seguirán siendo un patrimonio
espiritual para todos. El ministerio petrino, vivido con total dedicación, ha tenido en él un intérprete
sabio y humilde, con los ojos siempre fijos en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la
Eucaristía. Le acompañarán siempre nuestras fervientes plegarias, nuestro recuerdo incesante,
nuestro imperecedero y afectuoso reconocimiento. Sentimos que Benedicto XVI ha encendido una
llama en el fondo de nuestros corazones: ella continuará ardiendo, porque estará alimentada por su
oración, que sustentará todavía a la Iglesia en su camino espiritual y misionero.
Queridos hermanos Cardenales, este encuentro nuestro quiere ser casi una prolongación de la
intensa comunión eclesial experimentada en estos días. Animados por un profundo sentido de
responsabilidad, y apoyados por un gran amor por Cristo y por la Iglesia, hemos rezado juntos,
compartiendo fraternalmente nuestros sentimientos, nuestras experiencias y reflexiones. Así, en este
clima de gran cordialidad, ha crecido el conocimiento recíproco y la mutua apertura; y esto es
bueno, porque somos hermanos. Alguno me decía: los Cardenales son los presbíteros del Santo
Padre. Esta comunidad, esta amistad y esta cercanía nos harán bien a todos. Y este conocimiento y
esta apertura nos han facilitado la docilidad a la acción del Espíritu Santo. Él, el Paráclito, es el
protagonista supremo de toda iniciativa y manifestación de fe. Es curioso. A mí me hace pensar
esto: el Paráclito crea todas las diferencias en la Iglesia, y parece que fuera un apóstol de Babel.
Pero, por otro lado, es quien mantiene la unidad de estas diferencias, no en la «igualdad», sino en la
armonía. Recuerdo aquel Padre de la Iglesia que lo definía así: «Ipse harmonia est». El Paráclito,
que da a cada uno carismas diferentes, nos une en esta comunidad de Iglesia, que adora al Padre, al
Hijo y a él, el Espíritu Santo.
A partir precisamente del auténtico afecto colegial que une el Colegio Cardenalicio, expreso mi
voluntad de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a ser cada vez más, en
Cristo y con Cristo, la vid fecunda del Señor. Impulsados también por la celebración del Año de la
fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre:
llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y
3
Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre. Este encuentro lleva a
convertirse en hombres nuevos en el misterio de la gracia, suscitando en el alma esa alegría
cristiana que es aquel céntuplo que Cristo da a quienes le acogen en su vida.
Como nos ha recordado tantas veces el Papa Benedicto XVI en sus enseñanzas, y al final con ese
gesto valeroso y humilde, es Cristo quien guía a la Iglesia por medio de su Espíritu. El Espíritu
Santo es el alma de la Iglesia, con su fuerza vivificadora y unificadora: de muchos, hace un solo
cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo. Nunca nos dejemos vencer por el pesimismo, por esa amargura
que el diablo nos ofrece cada día; no caigamos en el pesimismo y el desánimo: tengamos la firme
convicción de que, con su aliento poderoso, el Espíritu Santo da a la Iglesia el valor de perseverar y
también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el Evangelio hasta los extremos
confines de la tierra (cf. Hch 1,8). La verdad cristiana es atrayente y persuasiva porque responde a
la necesidad profunda de la existencia humana, al anunciar de manera convincente que Cristo es el
único Salvador de todo el hombre y de todos los hombres. Este anuncio sigue siendo válido hoy,
como lo fue en los comienzos del cristianismo, cuando se produjo la primera gran expansión
misionera del Evangelio.
Queridos Hermanos: ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una edad avanzada: la vejez es – me
gusta decirlo así – la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría de haber
caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta
sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como el vino
bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida. Me viene a la mente aquello
que decía un poeta alemán sobre la vejez: «Es ist ruhig, das Alter, und fromm»; es el tiempo de la
tranquilidad y de la plegaria. Y también de brindar esta sabiduría a los jóvenes. Ahora volveréis a
las respectivas sedes para continuar vuestro ministerio, enriquecidos por la experiencia de estos
días, tan llenos de fe y de comunión eclesial. Esta experiencia única e incomparable nos ha
permitido comprender en profundidad la belleza de la realidad eclesial, que es un reflejo del fulgor
de Cristo resucitado. Un día contemplaremos ese rostro bellísimo de Cristo resucitado.
A la poderosa intercesión de María, nuestra Madre, Madre de la Iglesia, encomiendo mi ministerio
y el vuestro. Que cada uno de vosotros, bajo su amparo maternal, camine alegre y con docilidad a la
voz de su divino Hijo, fortaleciendo la unidad, perseverando concordemente en la oración y dando
testimonio de la fe genuina en la continua presencia del Señor. Con estos sentimientos –que son
auténticos–, con estos sentimientos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica, que hago
extensiva a vuestros colaboradores y cuantos están confiados a vuestro cuidado pastoral.
www.parroquiasantamonica.com
Vida Cristiana
lunes, 26 de junio de 2017
Discurso de Francisco a todos los Cardenales el viernes 15 de marzo de 2013. Expreso mi voluntad de servir al Evangelio con renovado amor, ayudando a la Iglesia a ser cada vez más, en Cristo y con Cristo, la vid fecunda del Señor. Impulsados también por la celebración del Año de la fe, todos juntos, pastores y fieles, nos esforzaremos por responder fielmente a la misión de siempre: llevar a Jesucristo al hombre, y conducir al hombre al encuentro con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, realmente presente en la Iglesia y contemporáneo en cada hombre. Este encuentro lleva a convertirse en hombres nuevos en el misterio de la gracia, suscitando en el alma esa alegría cristiana que es aquel céntuplo que Cristo da a quienes le acogen en su vida. ¡Ánimo! La mitad de nosotros tenemos una edad avanzada: la vejez es – me gusta decirlo así – la sede de la sabiduría de la vida. Los viejos tienen la sabiduría de haber caminado en la vida, como el anciano Simeón, la anciana Ana en el Templo. Y justamente esta sabiduría les ha hecho reconocer a Jesús. Ofrezcamos esta sabiduría a los jóvenes: como el vino bueno, que mejora con los años, ofrezcamos esta sabiduría de la vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.