1
La identidad de Jesucristo: es el siervo que da su vida como rescate por muchos. Jesús
mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente. Su
sufrimiento tenía un sentido: no fue un sufrimiento brutal sin saber el por qué y para quién,
sino un sufrir fecundo que se transformó en luz, liberación, rescate y salvación. Jesucristo
resume y compendia toda la historia de la misericordia divina.
Cfr. 29 tiempo ordinario Año B 22 octubre 2006; Isaías 53, 2.3.10-11; Hebreos 4, 14-16;
Marcos 10, 35-45
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 4 edizione settembre 1996, XIX domenica tempo
ordinario; Raniero Cantalamessa, La Parola e la Vita anno B, Città Nuova IX edizione giugno 2001 XIX domenica
tempo ordinario.
Probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado (2ª Lectura), justificará a muchos y cargará con sus
culpas (1ª Lectura): ha venido para servir y dar su vida como rescate por muchos (Evangelio).
Isaías 53: 2 Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y
no tenía aspecto que pudiésemos estimar. 3 Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y experimentado en el
sufrimiento, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. 10 Mas plugo a Yahveh
quebrantarle con dolencias. Puesto que dio su vida en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y, por su mano, el
designio del Señor prosperará. 11 Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará de su conocimiento. El justo, mi siervo,
justificará a muchos y cargará con sus culpas.
Hebreos 4: 14 Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios - mantengamos firmes
la fe que profesamos. 15 Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino
probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. 16 Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia,
a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.
Marcos 10: 35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: « Maestro, queremos, nos concedas lo
que te pidamos ». 36 El les dijo: « ¿Qué queréis que os conceda? » 37 Ellos le respondieron: « Concédenos que nos
sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. » 38 Jesús les dijo: « No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la
copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? » 39 Ellos le dijeron: « Sí,
podemos. » Jesús les dijo: « La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque
yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para
quienes está preparado. » 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. 42 Jesús,
llamándoles, les dice: « Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y
sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande
entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco
el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
1. Introducción
Cfr. Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 323-324
o La verdad sobre el hombre y la verdad sobre Dios y sobre Jesucristo
• A veces buscamos en la palabra de Dios la verdad sobre el hombre, es decir, qué nos dice sobre nuestra vida
cotidiana y sus problemas, o como comportarnos en esta u otra circunstancia de nuestra vida.
• Otras veces buscamos en la palabra de Dios algo que es más importante: la verdad sobre Dios y sobre
Jesucristo que nos quiere transmitir. Esto sucede particularmente en los domingos en los que toda la palabra de
Dios se orienta a este fin que, - como dice san Pablo – es el de crecer en el conocimiento de Cristo1
, lo cual era la
grande pasión del Apóstol. El resto, saber lo que hay que hacer en concreto, vendría después espontáneamente
1
Fil 2, 8 ss: Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo...
2
porque para quien conoce a Cristo es fácil «tener los mismos sentimientos que Cristo» (Fil 2,5) La fuerza del
cristianismo está precisamente en esto: «no es un una doctrina moral o una ideología, que se limita a decir lo que
debo hacer o pensar, dejándolo solo con las propias fuerzas e impotente para realizarlo; es una persona -
Jesucristo – que actúa para nosotros y con nosotros» (o.c. pp. 323-324).
• Este domingo es uno de éstos en los que la palabra de Dios está orientada exclusivamente a hacernos crecer en
la fe y en conocimiento de Cristo.
2. El perfil de Jesucristo
o El siervo doliente en los Cantos del libro de Isaías
• La lectura de los Cantos del Siervo sufriente y la de la Pasión del Señor son un lugar muy adecuado para
conocer los rasgos del Señor, como lo declara expresamente el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los rasgos del
Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (Cf Isaías 42, 1-9; cf Mateo 12, 18-21; Juan 1, 32-34; después Isaías
49, 1-6; cf Mateo 3, 17; Lucas 2, 32, y en fin Isaías 50, 4-10 e Isaías 52, 13-53, 12.). Estos cantos anuncian el sentido de la
Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose
con nuestra «condición de esclavos» (Cf Filipenses 2, 7)”
2
. La descripción de los sufrimientos del Siervo sufriente es
más amplia en el Canto cuarto de Isaías (52,13-53,12), del que se recoge un pasaje hoy en la liturgia.
• El v. 3 del capítulo 53 habla de un aspecto del perfil de Jesucristo: es “varón de dolores y experimentado en el
sufrimiento”; alguna traducción dice que es “sabedor de dolores”, lo cual indica que el conocimiento que tenía
no era simplemente intelectual sino que coincidía “con la experiencia personal de una realidad propia de la vida
humana”, en este caso con el dolor3
.
• Juan Pablo II, Catequesis 21-3-1990. “De todo el cuarto canto vemos emerger la figura de un Siervo que es
"varón de dolores" (Is 53,3), inmerso en un mar de sufrimiento físico y moral, por causa de un misterioso plan de
Dios, que tiende a la glorificación del mismo Siervo (52, 13). El Siervo del Señor "ha sido herido por nuestras
rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido
curados" (53, 5). Este es el camino que había sido llamado a recorrer el elegido, sobre el que se había posado el
Espíritu del Señor (42, 1).
Estamos en la paradoja de la cruz, que aparece así en contraste con las expectativas de un mesianismo
triunfalista, así como con las pretensiones de una inteligencia ávida de demostraciones racionales. San Pablo no
duda en definirla: "escándalo para los judíos, necedad para los paganos". Pero, por ser obra de Dios, es necesario
el Espíritu de Dios para captar su valor. Por eso el Apóstol proclama: "Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el
Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para
conocer las gracias que Dios nos ha otorgado" (1Co 2,11-12).
o El siervo en la Carta a los Hebreos y en el Evangelio
• Gianfranco Ravasi o.c. p. 308. En la segunda Lectura de la Carta a los Hebreos, “Jesucristo es presentado
solemnemente como «Sumo Sacerdote». Y, sin embargo, bajo el manto de oro de su gloria pascual, él lleva los
estigmas de la cruz y del sufrimiento. Es hermano de la humanidad enferma y dolorosa porque «él mismo ha
sido probado en todo». No es un sacerdote real, impasible, con la aureola de su alejamiento sagrado: en efecto,
redime con su misma sangre, acercándose al hombre, es más, entrando en el desierto del mal y del dolor que es
la historia humana.
Precisamente conocemos de sus labios esa elección. El pasaje de Marcos que hoy leemos contiene, en
efecto, el tercero y último de los anuncios de su pasión y muerte que han acompañado el viaje de Jesús hacia la
ciudad de su martirio. Seguir a Jesús es realizar un viaje hasta la donación total, es el «via crucis» en el sentido
pleno de la expresión. Ante este mesianismo de donación y no de poder, ante este camino del «servir» y no del
«ser servido», surge la reacción de Santiago y de Juan, discípulos que están todavía envuelto por el humo de las
ilusiones políticas y de la religiosidad triunfalista. A su concepción basada en un mesianismo del poder, Jesús
opone su mesianismo de la inmolación y de la donación”
El mismo Jesús presenta el sentido de su vida y de su muerte a la luz del
Siervo doliente.
2
CCE 713
3
A. Sacchi, Enseñanza, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Ed. Paulinas 1990. Otras traducciones dicen: “sabedor
de dolores”.
3
• En el Evangelio el mismo Jesús nos dice de sí mismo: «el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida en redención de muchos» (v. 45). “Es una de las frases más importantes del Evangelio; la
que mejor revela lo que pensaba Jesús de sí mismo o, como se dice hoy, la autoconciencia de Cristo. Para
entenderlo debemos partir del pasaje de los llamados Cantos del Siervo del Señor, en los que emerge “el perfil
misterioso de un hombre - siervo – que ha acogido una llamada particular de Dios y se ha dedicado alma y
cuerpo a su servicio como testigo de la verdad divina, soportando muchos sufrimientos y sacrificando su vida
por los demás” (R. Cantalamessa o.c. p. 324).
El Catecismo recoge la enseñanza de que fue el mismo Jesús quien
presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente.
• El Catecismo recoge la enseñanza de que fue el mismo Jesús quien presentó el sentido de su vida y de su
muerte a la luz del Siervo doliente 4
: “La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo
doliente (Cf Isaías 53, 7-8 y Hechos 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo
doliente (Cf Mateo 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús
(Cf Lucas 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (Cf Lucas 24, 44-45).”
• En el libro de Isaías “había quedado al mismo tiempo como un misterio y una promesa quién era ese siervo.
Pero dos cosas eran claras: en primer lugar que ese hombre habría saboreado hasta el fondo el sufrimiento (varón
de dolores y experimentado en el sufrimiento, 53,3); en segundo lugar, el sufrimiento tenía un sentido. No habría sido
un sufrimiento brutal sin saber el por qué y para quién, como en el caso de Job que le había llevado al borde de
la desesperación, sino un sufrir fecundo que se habría transformado en luz, liberación, rescate y salvación “para
muchos”. (Cantalamessa o.c. pp. 324-325).
• “Se entendía que bajo aquellas palabras había una promesa: Israel - ¡es más, la humanidad entera! – sufre y es
como aplastado, pero llegará un día en el que sucederá algo (¡y vendrá alguno!) que dará un significado a ese
sufrimiento. Sin embargo, los israelitas nunca habían pensado que ese “alguno” fuese precisamente el Mesías; el
Mesías debía ser “bello” no “privado de belleza”; glorioso, no “despreciado”; victorioso no un vencido; debería
ser el famoso “Hijo del hombre” que presenta para recibir el Reino (cf. Dan. 7,13)”.
• Así pensaban los que estaban cerca de Jesús; así pensaba también Pedro: «De ningún modo te ocurrirá eso (el
sufrir) » (Mt 16,22). Este fue el motivo por el que Jesús, durante su vida, debió evitar el llamarse y presentarse
como Cristo, es decir, como Mesías; enseguida habrían exigido de Él la contraseña del otro mesías que él no
quería ser: ¡si eres el Cristo, di esto; si eres el Cristo haz esto o lo otro!
• Jesús acepta solamente una cosa de la imagen que circulaba a su alrededor sobre el Mesías: el título de «Hijo
del hombre»; fue su nombre preferido; lo hemos escuchado en el pasaje de hoy, pero es un hecho constante: a
Jesús le gustaba llamarse así: ¿Quién dicen los hombres qué es el hijo del hombre? Pero hay una grande
innovación: Jesús cambia el sentido de aquel título, lo vacía y lo rellena de nuevo. Ya no es un caudillo divino
que se hace camino debelando enemigos políticos e instaurando un Reino de Dios político, no es un dominador
sino un siervo; no un vencedor sino un vencido. El Hijo del hombre ha venido para servir y para dar la vida
como rescate por muchos” (Raniero Cantalamessa o.c. pp. 325-326).
• El Catecismo afirma que “el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la
Cruz (Cf Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43)”5
.
• La Iglesia, después de la Pascua, no tiene dudas sobre todo esto. A la pregunta del ministro de la reina
Candace de Etiopía: ¿de quién dice esto el profeta? (Hechos 8, 34), el Apóstol Felipe responde: ¡De Jesús! Y
partiendo de aquel pasaje de la Escritura le anunció el Evangelio de Jesús (Hechos 8, 35) 6
.
3. Para nosotros, en el siglo XXI
• “El creyente sabe - no sólo porque lo dice san Pablo, sin por experiencia – que lo que fue escándalo para los
judíos y que ha impulsado a algunos contemporáneos nuestros a la rebelión - el Cristo sufriente – es en realidad
4
CCE 601
5
CCE 440
6
Hechos 8, 32-33: “El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: « Fue llevado como una oveja al
matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre la boca. En su humillación
le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la
tierra.»”
4
fuerza y sabiduría de Dios (1 Co 1, 23 ss). Un día, cuando llegará el fin, entenderemos que no había medio más
potente y más sabio que éste para vencer el mal del mundo: es decir, que Dios lo tomase sobre sí.
Mientras tanto hay una garantía: ¡aquel siervo de Dios doliente ha resucitado! Por esto la liturgia nos ha
exhortado con estas palabras: Hermanos, tenemos un Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de
Dios - mantengamos firmes la fe que profesamos. Él sabe compadecerse de nuestras flaquezas, porque ha sido
probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado (2ª Lectura). (Raniero Cantalamessa o.c. pp. 326-327).
La misericordia divina se resume y se compendia en Jesucristo
o En la liturgia de hoy se habla de la misericordia divina.
El autor de la Carta a los Hebreos nos dice que debemos acercar a Cristo
para que alcancemos misericordia.
• Es oportuno que, dentro del perfil de Jesucristo que hace la liturgia de este domingo, sean resaltadas también
dos afirmaciones del texto de la Carta a los Hebreos: la primera es que Cristo se compadece de nuestras
flaquezas, y la segunda que debemos acercarnos a Él para alcanzar misericordia. Sobre la misericordia nos habla
- abundantemente - también el salmo 33/32, que hoy es el salmo responsorial: “La tierra está llena de su
misericordia” (v. 5); “Los ojos del Señor velan por los que esperan en su misericordia” (v. 18); “Que tu
misericordia, Señor, esté sobre nosotros, que hemos puesto en Ti nuestra esperanza” (v. 22).
• La misericordia de Dios - afirma Juan Pablo II – es la perfección y el atributo de Dios “por el que el hombre,
en la verdad íntima de su existencia, se encuentra particularmente cerca y no raras veces con el Dios vivo”7
. Y
también afirmará, en el mismo documento (n.13), que “la conversión a Dios consiste siempre en descubrir su
misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno 8
a medida del Creador y Padre: el amor, al que
«Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo» 9
es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con
el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del
reencuentro de este Padre, rico en misericordia”.
• CCE n. 1846: “El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (Cf
Lc 15)”.
o Jesucristo resume y compendia toda la historia de la misericordia divina 10
.
(…) Ahora, que se acerca el tiempo de la salvación, consuela escuchar de los labios de San Pablo que
después que Dios Nuestro Salvador ha manifestado su benignidad y amor con los hombres, nos ha liberado no a
causa de las obras de justicia que hubiésemos hecho, sino por su misericordia (Tit III,5).
Si recorréis las Escrituras Santas, descubriréis constantemente la presencia de la misericordia de Dios:
llena la tierra (Ps XXXII, 5), se extiende a todos sus hijos, super omnem carnem (Ecclo XVIII,12); nos rodea
(Ps XXI, 10), nos antecede (Ps LVIII,11), se multiplica para ayudarnos (Ps XXXIII,8), y continuamente ha sido
confirmada (Ps CXVI, 2). Dios, al ocuparse de nosotros como Padre amoroso, nos considera en su misericordia
(Ps XXIV, 7): una misericordia suave Ps CVIII, 21), hermosa como nube de lluvia (Ecclo XXV, 26).
Jesucristo resume y compendia toda esta historia de la misericordia divina: bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt V,7). Y en otra ocasión: sed misericordiosos, como
vuestro Padre celestial es misericordioso (Lc VI, 36). Nos han quedado muy grabadas también, entre otras
muchas escenas del Evangelio, la clemencia con la mujer adúltera, la parábola del hijo pródigo, la de la oveja
perdida, la del deudor perdonado, la resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc VII, 1-17). ¡Cuántas razones
de justicia para explicar este gran prodigio! Ha muerto el hijo único de aquella pobre viuda, el que daba sentido a
su vida, el que podía ayudarle en su vejez. Pero Cristo no obra el milagro por justicia; lo hace por compasión,
porque interiormente se conmueve ante el dolor humano.
¡Qué seguridad debe producirnos la conmiseración del Señor! Clamará a mí y yo le oiré, porque soy
misericordioso (Ex XXXII, 27). Es una invitación, una promesa que no dejará de cumplir. Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos la misericordia y el auxilio de la gracia en el tiempo
7
Enc. Dives in misericordia, n. 13.
8
Cf. 1 Co 13,4
9
2 Co 1,3
10 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, Homilía «La Vocación cristiana», n. 7
5
oportuno (Heb 4, 16). Los enemigos de nuestra santificación nada podrán, porque esa misericordia de Dios nos
previene; y si —por nuestra culpa y nuestra debilidad— caemos, el Señor nos socorre y nos levanta. Habías
aprendido a evitar la negligencia, a alejar de ti la arrogancia, a adquirir la piedad, a no ser prisionero de las
cuestiones mundanas, a no preferir lo caduco a lo eterno. Pero, como la debilidad humana no puede mantener
un paso decidido en un mundo resbaladizo, el buen médico te ha indicado también remedios contra la
desorientación, y el juez misericordioso no te ha negado la esperanza del perdón (S. Ambrosio, Expositio
Evangelii secundum Lucam, 7).
o El descubrimiento de la misericordia de Dios es la diferencia entre el
arrepentimiento de Pedro y el de Judas
• Benedicto XVI, Audiencia del miércoles 18 de octubre de 2006: “Tras su caída, Pedro se arrepintió y
encontró perdón y gracia. También Judas se arrepintió, pero su arrepentimiento degeneró en desesperación y de
este modo se convirtió en autodestrucción. Es para nosotros una invitación a recordar siempre lo que dice san
Benito al final del capítulo V, fundamental, de su «Regla»: «no desesperar nunca de la misericordia de Dios». En
realidad, «Dios es mayor que nuestra conciencia», como dice san Juan (1 Juan 3, 20)”.
4. En la celebración eucarística se sella y se actualiza la Palabra de hoy sobre la entrega de
Jesucristo a nosotros.
• “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros, ésta es mi Sangre que será derramada por vosotros.
Jesús se hace presente en su realidad de siervo de Dios que da la vida por todos. Partiendo su cuerpo y
participando en su sangre, expresamos que somos solidarios con él, formamos un solo pueblo y un solo cuerpo
con él ante Dios. Si su sufrimiento es “por” todos, esto sucede porque eso, gracias a la solidaridad establecida en
la Encarnación, es también “de” todos. ¡Esto es lo que en nuestra religión se llama la salvación!” (R.
Cantalamessa o.c. p. 327).
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martes, 27 de junio de 2017
La identidad de Jesucristo: es el siervo que da su vida como rescate por muchos. Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente. Su sufrimiento tenía un sentido: no fue un sufrimiento brutal sin saber el por qué y para quién, sino un sufrir fecundo que se transformó en luz, liberación, rescate y salvación. Jesucristo resume y compendia toda la historia de la misericordia divina.
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