martes, 27 de junio de 2017

En la Solemnidad de Cristo Rey (2010). El conocimiento de la realeza de Cristo: la ejerce desde la cruz donando su vida. Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las naciones". Nuestra disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo. El himno a Cristo de la Carta a los Colosenses (2ª lectura). Los cristianos somos invitados a servir a los hermanos como parte esencial de nuestra vocación, para hacer presente el amor de Dios a todos los hombres. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina.


1 En la Solemnidad de Cristo Rey (2010). El conocimiento de la realeza de Cristo: la ejerce desde la cruz donando su vida. Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las naciones". Nuestra disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo. El himno a Cristo de la Carta a los Colosenses (2ª lectura). Los cristianos somos invitados a servir a los hermanos como parte esencial de nuestra vocación, para hacer presente el amor de Dios a todos los hombres. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina. Cfr. Solemnidad de Cristo Rey - 21 nov. 2010 Ciclo C - Lucas 23, 35-43; Col 1,12- 20 «A nosotros nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio» (Benedicto XVI, homilía en Santiago de Compostela, 6 noviembre 2010). El conocimiento del reino/señorío de Cristo: aspectos de su realeza. Lucas 23, 40-43: 35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el elegido!». 36 También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, 37 le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!». 38 Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos». 39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro le reprendía: - ¿Ni siquiera tú, que estás en el mismo suplicio, temes a Dios? 41 Nosotros estamos aquí justamente, porque recibimos lo merecido por lo que hemos hecho; opero éste no ha hecho ningún mal. 42 Y decía: - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. 43 Y le respondió: - En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. Colosenses 1, 12-20 (Himno a Cristo): 12 Gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz. 13 El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, 14 en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados. 15 El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, 16 porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, 17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. 18 El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, 19 pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, 20 y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos. 1. El Reino de Dios y el Reino de Cristo • La expresión Reino de Dios aparece en el Evangelio ciento veintidós veces, en boca de Jesús noventa de ellas: es semejante a una semilla, a un campo, a un tesoro escondido, a un banquete; el Reino de Dios está cerca, está en medio de vosotros ... Jesús inició su predicación, pidiendo a las gentes que se convirtiesen, “porque está al llegar el Reino de los Cielos” (Mateo 4, 15), que es la misma realidad. • En las lecturas de hoy encontramos una tercera expresión, el Reino de Cristo: - “Él (Dios Padre) nos arrebató del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en quien tenemos la redención, el perdón de los pecados. (...) Pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos” (Himno a Cristo de la Carta a los Colosenses 1, 13-14). - “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lucas 23, 42) • Reino de Dios, Reino de los Cielos y Reino de Cristo indican la misma realidad. Se trata de una realidad que significa el reinar o el Señorío de Dios. Es la soberanía de Dios que coincide con su voluntad; al mismo tiempo se refiere a la aceptación de esa voluntad por parte de nosotros. 2. Algunos aspectos de la realeza de Cristo 2 o Un reino de verdad, santidad, gracia, justicia, paz … No es una realización política sino una realidad transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo. • En el Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey. Se trata de un “reino de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz”. • Nuevo Testamento, Eunsa 1999, nota a Hechos 1, 6-11: Jesús está presente en la Iglesia con su palabra, con sus sacramentos y sobre todo con su Espíritu. En los Hechos de los Apóstoles (1, 6-8) leemos que le preguntan “¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Dios?”, y Él contesta: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos”. Como se ve, los Apóstoles pensaban en la restauración temporal del reino de David, se reduce a un dominio nacional judío. En su respuesta, el Señor les dirá que “los planes de Dios están muy por encima de sus pensamientos; no se trata de una realización política sino de una realidad transformadora del hombre, obra del Espíritu Santo”. • Benedicto XVI, rezo del Angelus en la Solemnidad de Cristo Rey, 28/11/2008 – Ciclo A Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las naciones". “Celebramos hoy, último domingo del año litúrgico, la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. Sabemos por los Evangelios que Jesús rechazó el título de rey cuando se entendía en sentido político, al estilo de los "jefes de las naciones" (cf. Mt 20, 25). En cambio, durante su Pasión, reivindicó una singular realeza ante Pilato, que lo interrogó explícitamente: "¿Tú eres rey?", y Jesús respondió: "Sí, como dices, soy rey" (Juan 18, 37); pero poco antes había declarado: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18, 36). En efecto, la realeza de Cristo es revelación y actuación de la de Dios Padre, que gobierna todas las cosas con amor y con justicia. El Padre encomendó al Hijo la misión de dar a los hombres la vida eterna, amándolos hasta el supremo sacrificio y, al mismo tiempo, le otorgó el poder de juzgarlos, desde el momento que se hizo Hijo del hombre, semejante en todo a nosotros (cf. Juan 5, 21-22. 26-27)”. Si ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza en medio de nosotros. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina. “El reino de Cristo no es de este mundo, pero lleva a cumplimiento todo el bien que, gracias a Dios, existe en el hombre y en la historia. Si ponemos en práctica el amor a nuestro prójimo, según el mensaje evangélico, entonces dejamos espacio al señorío de Dios, y su reino se realiza en medio de nosotros. En cambio, si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo no puede menos de ir hacia la ruina”. o “Todo tiene en él su consistencia” (2ª Lectura, Himno a Cristo, Col. 1,17) El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. • Benedicto XVI, Homilía, Barcelona 7 noviembre 2010: “«Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo» (1 Corintios 3,10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia”. • Benedicto XVI, Catequesis, 7 septiembre 2005, sobre el Himno a Cristo de la Carta a los Colosenses: “Para el apóstol san Pablo, Cristo es el principio de cohesión ("todo se mantiene en él"), el mediador ("por él") y el destino final hacia el que converge toda la creación. Él es el "primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8, 29), es decir, el Hijo por excelencia en la gran familia de los hijos de Dios, en la que nos inserta el bautismo”. o “Él es imagen del Dios invisible” (2ª Lectura, Himno a Cristo, Col. 1,15). El primer imperativo del himno a Cristo de la Carta a los Colosenses: modelar nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios. 3 • Benedicto XVI, Catequesis, 7 septiembre 2005, sobre el Himno a Cristo de la Carta a los Colosenses: “Debemos modelar continuamente nuestro ser y nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios (cf. 2 Corintios 3, 18), pues Dios "nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido" (Colosenses 1, 13). Este es el primer imperativo de nuestro himno: modelar nuestra vida según la imagen del Hijo de Dios, entrando en sus sentimientos y en su voluntad, en su pensamiento”. o “Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud” (2ª Lectura, Himno a Cristo, Col. 1,19). Cristo es la “plenitud” de la divinidad, que se derrama sobre el universo y la humanidad. • Benedicto XVI, Catequesis 7 septiembre 2005, sobre el Himno a Cristo de la Carta a los Colosenses: “El himno se encamina a su conclusión celebrando la "plenitud", en griego pleroma, que Cristo tiene en sí como don de amor del Padre. Es la plenitud de la divinidad, que se irradia tanto sobre el universo como sobre la humanidad, trasformándose en fuente de paz, de unidad y de armonía perfecta (cf. Col 1, 19-20). Esta "reconciliación" y "pacificación" se realiza por "la sangre de la cruz", que nos ha justificado y santificado. Al derramar su sangre y entregarse a sí mismo, Cristo trajo la paz que, en el lenguaje bíblico, es síntesis de los bienes mesiánicos y plenitud salvífica extendida a toda la realidad creada. Por eso, el himno concluye con un luminoso horizonte de reconciliación, unidad, armonía y paz, sobre el que se yergue solemne la figura de su artífice, Cristo, "Hijo amado" del Padre. 3. Jesús ejerce su realeza desde la Cruz. Es un rey que salva con su sacrificio, con la donación de la vida. o “Ha reconciliado por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos. (2ª Lectura, Himno a Cristo, Col. 1,20). • Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, 10: “Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total obediencia de amor, Él ha traído a todos la salvación” El Prefacio de la Solemnidad de hoy expresa bien la unión entre sacrificio y realeza • «Has consagrado Sacerdote eterno y Rey del universo a tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo, para que, ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana; y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un Reino eterno y universal.». La misma realidad se refleja en diversos números del Catecismo de la Iglesia Católica • CEC 160: el Reino de Dios «crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia El» (DV 11). • CEC 542: Cristo « realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf LG 3) • CEC 550: Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: «Regnavit a ligno Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz») (Himno «Vexilla Regis). • CEC 2816: En el Nuevo Testamento, la palabra "basileia" se puede traducir por realeza (nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre. (...) 5. La vocación cristiana: nuestra participación en la realeza de Cristo. Los cristianos reinamos sirviendo. Reinar es servir y servir es reinar 4 o Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 21: el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el « reinar». • “El Concilio Vaticano II, construyendo desde la misma base la imagen de la Iglesia como Pueblo de Dios --a través de la indicación de la triple misión del mismo Cristo, participando en ella, nosotros formamos verdaderamente parte del pueblo de Dios-- ha puesto de relieve también esta característica de la vocación cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar toda la riqueza de la doctrina conciliar, haría falta citar numerosos capítulos y párrafos de la Constitución Lumen gentium y otros documentos conciliares. En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho de re-descubrir en sí y en los demás la particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como « realeza ». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que « no ha venido para ser servido, sino para servir ».(Mt 20, 28). Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente « reinar » sólo « sirviendo », a la vez el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el « reinar». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la misión real de Cristo --concretamente en su « función real » (munus)-- está íntimamente unida a todo el campo de la moral cristiana y a la vez humana”. o Catecismo de la Iglesia Católica: el pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo. • n. 786: El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (Cf Juan 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20, 28). Para el cristiano, «servir es reinar» (Lumen Gentium 36) particularmente «en los pobres y en los que sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen Gentium 8). El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo. La señal de la cruz hace reyes a todos los regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra sacerdotes; y así, además de este especial servicio de nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos deben saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del corazón (S. León Magno, serm. 4, 1)? o San Josemaría, Homilía «Cristo Rey» (Es Cristo que pasa), n. 182 • Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por El, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen. o Los cristianos somos invitados a servir a los hermanos – viviendo desde la humildad de Cristo -, como parte esencial de nuestro ser, para hacer presente el amor de Dios a todos los hombres. Es el mensaje de Jesús también para los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral. Y para los jóvenes, para que renuncien a un modo de pensar egoísta. • Benedicto XVI, Homilía en Santiago de Compostela, (6/11/2010): Junto a estas palabras del Apóstol de los gentiles, están las propias palabras del Evangelio que acabamos de escuchar, y que invitan a vivir desde la humildad de Cristo que, siguiendo en todo la voluntad del Padre, ha venido para servir, «para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20,28). Para los discípulos que quieren seguir e imitar a Cristo, el servir a los hermanos ya no es una mera opción, sino parte esencial de su ser. Un servicio que no se mide por los criterios mundanos de lo inmediato, lo material y vistoso, sino porque hace presente el amor de Dios a todos los hombres y en todas sus dimensiones, y da testimonio de Él, incluso con los gestos más sencillos. Al proponer este nuevo modo de relacionarse en la comunidad, basado en la lógica del amor y del servicio, Jesús se dirige también a los «jefes de los pueblos», porque donde no hay entrega por los demás surgen 5 formas de prepotencia y explotación que no dejan espacio para una auténtica promoción humana integral. Y quisiera que este mensaje llegara sobre todo a los jóvenes: precisamente a vosotros, este contenido esencial del Evangelio os indica la vía para que, renunciando a un modo de pensar egoísta, de cortos alcances, como tantas veces os proponen, y asumiendo el de Jesús, podáis realizaros plenamente y ser semilla de esperanza. o La participación en el reinado de Cristo - en el servicio a los demás - por parte de los cristianos se manifiesta también en velar por la dignidad del hombre. Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios y por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre. • Benedicto XVI, Homilía en Santiago de Compostela, 6/11/2020: “Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo”. La afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros». He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. • Benedicto XVI, Homilía en Barcelona, 7/11/2010: “Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Corintios 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lucas 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito”. Junto a los progresos técnicos, sociales y culturales, deben estar siempre los progresos morales, como la atención y ayuda a la familia. “La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Las condiciones de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar”.

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