martes, 27 de junio de 2017
Domingo 14 del tiempo ordinario. Ciclo C (2010). El reino de Dios se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo. Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino». El Reino de Dios es la presencia de Cristo en nuestras vidas: llevar una vida según Cristo, sus palabras y sus obras.
1 Domingo 14 del tiempo ordinario. Ciclo C (2010). El reino de Dios se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo. Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino». El Reino de Dios es la presencia de Cristo en nuestras vidas: llevar una vida según Cristo, sus palabras y sus obras. Cfr. 14 C Tiempo Ordinario 4 julio 2010 Lucas 10, 1-12.17-20 (Breve: 10, 1-9) "ESTÁ CERCA DE VOSOTROS EL REINO DE DIOS" - DIOS ENVÍA A CRISTO PARA INSTAURAR SU REINO. Lucas 10: En aquel tiempo, 1designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2. Y les decía: - “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. 3 ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. 5 Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." 6 Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. 7 Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 8 Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, 9 curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios." 10 Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: 11 "Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." 12 Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo. ” 17 Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: - “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.” Él les contestó: - “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. 20 Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.” Canto antes del Evangelio: Colosenses 3, 15-16: 16 Que la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente 1. El Reino de Dios es la presencia de Cristo en nuestras vidas: llevar una vida según Cristo, sus palabras y sus obras o Catecismo de la Iglesia Católica a) n. 764: «Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo» (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino» (LG 5). (...) b) n. 2046: Llevando una vida según Cristo, los cristianos apresuran la venida del Reino de Dios, «Reino de justicia, de verdad y de paz» (MR, Prefacio de Jesucristo Rey). Esto no significa que abandonen sus tareas terrenas, sino que, fieles a su Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor. c) n. 542: Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como «familia de Dios». Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el Reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). ö A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf Lumen gentium , 3). 2. Acoger su palabra a) n. 764 (citado antes) b) n. 543: El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (Cf Mateo 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mateo 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Lumen gentium 5). 2 c) Colosenses 3, 15-16: canto antes de la lectura del Evangelio de hoy: «Que la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente» 3. Este reino, aunque ya está presente, todavía no está definitivamente instaurado Hasta que todo le sea sometido, el Reino es objeto de los poderes del mal, aunque hayan sido vencidos en su raíz; las criaturas gimen en dolores de parto. a) n. 671: ...esperando que todo le sea sometido. - El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado «con gran poder y gloria» (Lc 21, 27) (Cf Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (Cf 2 Ts 2, 7), a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. ö Hasta que todo le haya sido sometido (Cf 1 Co 15, 28), y «mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, ö la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios» (Lumen gentium, 48). ö Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (Cf 1 Co 11, 26), ö que se apresure el retorno de Cristo (Cf 2 Pedro 3, 11-12) cuando suplican: «Ven, Señor Jesús» (Cf 1 Corintios 16, 22; Apocalipsis 22, 17-20). 4. Podemos dar ya frutos gracias al poder del Espíritu Santo: la lucha entre el «espíritu» y la «carne» 1 o Catecismo de la Iglesia Católica a) n. 736: Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. ö El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos «el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza» (Ga 5, 22-23). «El Espíritu es nuestra Vida»: cuanto más renunciamos a nosotros mismos (Cf Mt 16, 24-26), más «obramos también según el Espíritu» (Ga 5, 25): Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia de Cristo, de ser llamados hijos de la luz y de tener parte en la gloria eterna (S. Basilio, Spir. 15, 36). b) n. 2819: ö «El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. ö Desde entonces está entablado un combate decisivo entre «la carne» y el Espíritu (Cf Ga 5, 16-25): ö Sólo un corazón puro puede decir con seguridad: "¡Venga a nosotros tu Reino!" Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: "Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal" (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: "¡Venga tu Reino!" (S. Cirilo de Jerusalén, catech. myst. 5, 13). c) n. 2516: ö En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el «espíritu» y la «carne». Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. ö Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual: Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad personal, sino que trata de las obras -mejor dicho, de las disposiciones estables-, virtudes y vicios moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe: «si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu» (Ga 5, 25) (Juan Pablo II, DeV 55). 5. Algunas enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios Cfr. Juan Pablo II, Jesucristo, inauguración y cumplimiento del Reino de Dios, Catequesis del 18 de marzo de 1987. 1 La “carne” aquí significa nuestra condición humana precaria, llena de debilidad. 3 o En las parábolas • Jesús alude a esta esperanza del Antiguo Testamento y proclama su cumplimiento. El reino de Dios constituye el tema central de su predicación, como lo demuestran sobre todo las parábolas. La parábola del sembrador (Mateo 13, 3-8) proclama que el reino de Dios está ya actuando en la predicación de Jesús; al mismo tiempo invita a contemplar a abundancia de frutos que constituirán la riqueza sobreabundante del reino al final de los tiempos. La parábola de la semilla que crece por sí sola (Macos 4, 26-29) subraya que el reino no es obra humana, sino únicamente don del amor de Dios que actúa en el corazón de los creyentes y guía la historia humana hacia su realización definitiva en la comunión eterna con el Señor. La parábola de la cizaña en medio del trigo (Mateo 13, 24-30) y la de la red para pescar (Mateo 13, 47-52) se refieren, sobre todo, a la presencia, ya operante, de la salvación de Dios. Pero, junto a los “hijos del reino”, se hallan también los “hijos del maligno”, los que realizan la iniquidad: sólo al final de la historia serán destruidas las potencias del mal, y quien acoge el reino estará para siempre con el Señor. Finalmente, las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa (Mateo 13, 44-46), expresan el valor supremo y absoluto del reino de Dios: quien lo percibe, está dispuesto a afrontar cualquier sacrificio y renuncia para entrar en él. o El reino de Dios, en su plena y total realización, es futuro, «debe venir», pero, al mismo tiempo, «ya ha venido», «está dentro de vosotros». • De la enseñanza de Jesús nace una riqueza muy iluminadora. El reino de Dios, en su plena y total realización, es ciertamente futuro, “debe venir” (cf. Marcos 9, 1; Lucas 22, 18); la oración del Padrenuestro enseña a pedir su venida: “Venga a nosotros tu reino” (Mateo 6, 10). Pero al mismo tiempo, Jesús afirma que el reino de Dios “ya ha venido” (Mt 12, 28), “está dentro de vosotros” (Lc 17, 21) mediante la predicación y las obras, de Jesús. Por otra parte, de todo el Nuevo Testamento se deduce que la Iglesia, fundada por Jesús, es el lugar donde la realeza de Dios se hace presente, en Cristo, como don de salvación en la fe, de vida nueva en el Espíritu, de comunión en la caridad. o El reino de Dios puede llamarse también «reino de Jesús» Se ve así la relación íntima entre el reino y Jesús, una relación tan estrecha que el reino de Dios puede llamarse también “reino de Jesús” (Efesios 5, 5; 2 Pedro 1, 11), como afirma, por lo demás, el mismo Jesús ante Pilato al decir que “su” reino no es de este mundo (cf. 18, 36). o Las condiciones indicadas por Jesús para entrar en el reino se pueden resumir en la palabra “conversión”. • Desde esta perspectiva podemos comprender las condiciones indicadas por Jesús para entrar en el reino se pueden resumir en la palabra “conversión”. Mediante la conversión el hombre se abre al don de Dios (cf. Lucas 12, 32), que llama “a su reino y a su gloria” (1 Tes 2, 12); acoge como un niño el reino (Marcos 10, 15) y está dispuesto a todo tipo de renuncias para poder entrar en él (cf. Lucas 18, 29; Mateo 19, 29; Marcos 10, 29) El reino de Dios exige una “justicia” profunda o nueva (Mateo 5, 20); requiere empeño en el cumplimiento de la “voluntad de Dios” (Mateo 7, 21), implica sencillez interior “como los niños” (Mateo 18, 3; Marcos 10, 15); comporta la superación del obstáculo constituido por las riquezas (cf. Marcos 10, 23-24). o Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús se presentan como la “Carta magna” del reino de los cielos, y muestran no sólo las exigencias sino que, ante todo, manifiestan la obra que Dios realiza en nosotros haciéndonos semejantes a su Hijo. • Las bienaventuranzas proclamadas por Jesús (cf. Mateo 5, 3-12) se presentan como la “Carta magna” del reino de los cielos, dado a los pobres de espíritu, a los afligidos, a los humildes, a quien tiene hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los puros de corazón, a los artífices de paz, a los perseguidos por causa de la justicia. Las bienaventuranzas no muestran sólo las exigencias del reino; manifiestan ante todo la obra que Dios realiza en nosotros haciéndonos semejantes a su Hijo (Romanos 8, 29) y capaces de tener sus sentimientos (Filipenses 2, 5 ss.) de amor y de perdón (cf. Juan 13, 34-35; Colosenses 3, 13). www.parroquiasantamonica.com
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