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Domingo 23 del tiempo ordinario, Ciclo C (2013). Juan Pablo II, Catequesis, 6 de septiembre de
2000. La figura del discípulo de Jesús (cfr. Evangelio del domingo 23 del tiempo ordinario, ciclo C).
La conversión a Cristo establece una comunión de vida que se transforma en seguimiento. El
seguimiento consiste en «acompañar a Cristo», en caminar detrás de él. Así nace la figura del
discípulo. Las condiciones para recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero fundamentales:
cortar con el pasado, cambio de mentalidad y de vida. El camino que propone Cristo es estrecho,
exige sacrificio y la entrega total de sí. Es un camino que transforma en misioneros y testigos de la
palabra de Cristo. Así pues, el seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano. También
pueden surgir momentos de desaliento. El discípulo "debe”, por decirlo así, entrar en Cristo con todo
su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para
encontrarse a sí mismo.
Lucas 14, 25-33: 25 Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: 26 «Si alguno viene a mí y no pospone a
su padre, a su madre, a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos, a sus hermanas, hasta su propia vida, no puede
ser discípulo mío. 27 El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. 28 «Porque ¿quién de
vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? 29 No
sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él,
diciendo: 30 "Este comenzó a edificar y no pudo terminar." 31 O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se
sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000? 32 Y si no, cuando está
todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. 33 Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que
no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
Cfr. Juan Pablo II, Catequesis, 6 de septiembre de 2000. El
encuentro/seguimiento con Cristo.
o La conversión a Cristo establece una comunión de vida que se transforma en
seguimiento.
El seguimiento consiste en «acompañar a Cristo», en caminar detrás de
él. Así nace la figura del discípulo.
1. El encuentro con Cristo cambia radicalmente la vida de una persona, la impulsa a la metánoia o
conversión profunda de la mente y del corazón, y establece una comunión de vida que se transforma en
seguimiento. En los evangelios el seguimiento se expresa con dos actitudes: la primera consiste en
"acompañar" a Cristo (akoloutheîn); la segunda, en "caminar detrás" de él, que guía, siguiendo sus huellas y
su dirección (érchesthai opíso). Así, nace la figura del discípulo, que se realiza de modos diferentes. Hay
quien sigue de manera aún genérica y a menudo superficial, como la muchedumbre (cf. Mc 3,7 Mc 5,24 Mt
8,1 Mt 8,10 Mt 14,13 Mt 19,2 Mt 20,29). Están los pecadores (cf. Mc 2,14-15); muchas veces se menciona a
las mujeres que, con su servicio concreto, sostienen la misión de Jesús (cf. Lc Lc 8,2-3 Mc 15,41). Algunos
reciben una llamada específica por parte de Cristo y, entre ellos, una posición particular ocupan los Doce.
La tipología de los llamados es muy variada.
Por tanto, la tipología de los llamados es muy variada: gente dedicada a la pesca y a cobrar impuestos,
honrados y pecadores, casados y solteros, pobres y ricos, como José de Arimatea (cf. Jn 19,38), hombres y
mujeres. Figura incluso el zelota Simón (cf. Lc Lc 6,15), es decir, un miembro de la oposición revolucionaria
antirromana. También hay quien rechaza la invitación, como el joven rico, el cual, al oír las palabras
exigentes de Cristo, se entristeció y se marchó pesaroso, "porque era muy rico" (Mc 10,22).
o Las condiciones para recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero
fundamentales: cortar con el pasado, cambio de mentalidad y de vida.
El camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y la entrega
total de sí. Es un camino que transforma en misioneros y testigos de la
palabra de Cristo.
2. Las condiciones para recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero fundamentales. Como hemos
escuchado en el pasaje evangélico que acabamos de leer, es necesario dejar atrás el pasado, cortar con él de
modo determinante y realizar una metánoia en el sentido profundo del término: un cambio de mentalidad y
de vida. El camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y la entrega total de sí: "El que quiera
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venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga" (Mc 8,34). Es un camino que
conoce las espinas de las pruebas y de las persecuciones: "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os
perseguirán" (Jn 15,20). Es un camino que transforma en misioneros y testigos de la palabra de Cristo, pero
exige de los apóstoles que "nada tomen para el camino: (...) ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja" (Mc 6,8
cf. Mt 10,9-10).
o Así pues, el seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano. También
pueden surgir momentos de desaliento.
3. Así pues, el seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano. También pueden surgir momentos de
desaliento, hasta el punto de que, en una circunstancia, "muchos discípulos suyos se echaron atrás y no
volvieron a ir con él" (Jn 6,66), es decir, con Jesús, que se vio obligado a formular a los Doce una pregunta
decisiva: "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67). En otra circunstancia, cuando Pedro se rebela a
la perspectiva de la cruz, Jesús lo reprende bruscamente con palabras que, según un matiz del texto original,
podrían ser una invitación a "retirarse de su vista", después de haber rechazado la meta de la cruz: "¡Quítate
de mi vista, Satanás! Tú piensas como los hombres, no como Dios" (Mc 8,33).
Aunque Pedro corre siempre el riesgo de traicionar, al final seguirá a su Maestro y Señor con el amor más
generoso. En efecto, a orillas del lago de Tiberíades, Pedro hará su profesión de amor: "Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te quiero". Y Jesús le anunciará "la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios",
repitiendo dos veces: "Sígueme" (Jn 21,17 Jn 21,19 Jn 21,22).
El seguimiento se expresa de modo especial en el discípulo amado, que entra en intimidad con Cristo, de
quien recibe como don a su Madre y a quien reconoce una vez resucitado (cf. Jn 13,23-26 Jn 18,15-16 Jn
19,26-27 Jn 20,2-8 Jn 21,2 Jn 21,7 Jn 21,20-24).
o El discípulo "debe”, por decirlo así, entrar en Cristo con todo su ser, debe
"apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención
para encontrarse a sí mismo".
4. La meta última del seguimiento es la gloria. El camino consiste en la "imitación de Cristo", que vivió en el
amor y murió por amor en la cruz. El discípulo "debe”, por decirlo así, entrar en Cristo con todo su ser, debe
"apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo"
(Redemptor hominis, RH 10). Cristo debe entrar en su yo para liberarlo del egoísmo y del orgullo, como dice
a este propósito san Ambrosio: "Que Cristo entre en tu alma y Jesús habite en tus pensamientos, para cerrar
todos los espacios al pecado en la tienda sagrada de la virtud" (Comentario al Salmo 118, 26).
Por consiguiente, la cruz, signo de amor y de entrega total, es el
emblema del discípulo llamado a configurarse con Cristo glorioso.
5. Por consiguiente, la cruz, signo de amor y de entrega total, es el emblema del discípulo llamado a
configurarse con Cristo glorioso. Un Padre de la Iglesia de Oriente, que es también un poeta inspirado,
Romanos el Melódico, interpela al discípulo con estas palabras: "Tú posees la cruz como bastón; apoya en
ella tu juventud. Llévala a tu oración, llévala a la mesa común, llévala a tu cama y por doquier como tu título
de gloria. (...) Di a tu esposo que ahora se ha unido a ti: Me echo a tus pies. Da, en tu gran misericordia, la
paz a tu universo; a tus Iglesias, tu ayuda; a los pastores, la solicitud; a la grey, la concordia, para que todos,
siempre, cantemos nuestra resurrección" (Himno 52 "A los nuevos bautizados", estrofas 19 y 22).
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Vida Cristiana
lunes, 26 de junio de 2017
Domingo 23 del tiempo ordinario, Ciclo C (2013). Juan Pablo II, Catequesis, 6 de septiembre de 2000. La figura del discípulo de Jesús (cfr. Evangelio del domingo 23 del tiempo ordinario, ciclo C). La conversión a Cristo establece una comunión de vida que se transforma en seguimiento. El seguimiento consiste en «acompañar a Cristo», en caminar detrás de él. Así nace la figura del discípulo. Las condiciones para recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero fundamentales: cortar con el pasado, cambio de mentalidad y de vida. El camino que propone Cristo es estrecho, exige sacrificio y la entrega total de sí. Es un camino que transforma en misioneros y testigos de la palabra de Cristo. Así pues, el seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano. También pueden surgir momentos de desaliento. El discípulo "debe”, por decirlo así, entrar en Cristo con todo su ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo.
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