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Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger) |
15 de Marzo del 2015
Mira,
cree, vive:
Oído
el evangelio de este domingo, en el alma y en los ojos se nos queda
la imagen de Cristo crucificado: “Lo mismo que Moisés elevó la
serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él, tenga vida eterna”.
Considera
lo que has oído y entra en el misterio que se te revela.
Hoy
contemplas a Cristo levantado en la cruz, y reconoces en él el árbol
de la vida, fuente de la salvación, revelación de las profundidades
del amor con que Dios ama.
Ya
hablaba de Dios y de la vida la serpiente levantada en el desierto,
memoria de la Ley divina que salva, señal de salvación para quienes
la miraban y creían, es decir, para quienes escuchaban y obedecían.
Ahora
el evangelio nos indica la realidad que la figura anunciaba, la
Palabra encarnada que la Ley significaba, el Hijo enaltecido que la
serpiente de bronce representaba.
Ahora
miras, crees, y vives. Ahora, Iglesia del desierto, miras, crees, y
eres curada de la mordedura de la antigua serpiente. Ahora miras,
crees, y recibes vida eterna.
Lo
que ahora contemplas es el misterio de Cristo crucificado y
glorificado, levantado en el desierto donde los hombres peregrinan,
levantado para que el mundo vea, crea y se salve.
Asómate
al misterio y goza con la salvación: Dios, tu Dios, te ha dado a su
Hijo, y este Hijo, levantado ante los ojos de la humanidad herida, es
para ella señal de salvación, memoria del amor de Dios, sacramento
de la vida que Dios da. Esa señal, esa memoria, ese sacramento es
Jesús de Nazaret. ¡Asómate y goza!
No
me digas lo que la información o tu propia experiencia te permiten
saber acerca de Jesús de Nazaret. Todos, como el fariseo Nicodemo,
podemos presumir saberes sobre Jesús, incluso podemos llegar a decir
que “sabemos que viene de Dios como maestro”. Pero estos son
saberes nuestros, que vienen de nosotros mismos, que pueden hacer de
nosotros alumnos de un maestro o seguidores de un gurú, pero nunca
podrán hacer de nadie un creyente. Los creyentes nacen de
Dios, con ojos que sólo Dios puede dar, y luz que sólo Dios puede
encender. Y porque nacen “de lo alto”, la fe les permite mirar a
Cristo crucificado y ver la salvación que viene de Dios; ellos miran
a Cristo entregado, y admiran el amor que Dios les tiene; ellos miran
al Hijo del hombre, que ha sido elevado en medio del campamento, y
encuentran en él la vida que sólo Dios puede dar. ¡Asómate al
misterio y goza de él! ¡Mira, contempla y ama!
Hemos
hablado de la serpiente de bronce, levantada en el desierto. Hemos
hablado del Hijo del hombre, “elevado para que todo el que cree en
él, tenga vida eterna”. Hemos recordado misterios de la fe. Pero
todavía se nos llama a un nuevo conocimiento. También éste viene
“de lo alto”: hoy, en medio de nuestra asamblea, la fe
contemplará elevado al Hijo del hombre, como “Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo”, Pan de vida para los que peregrinan en
el desierto, sacramento admirable de Cristo resucitado. Mira,
contempla y, “de lo alto”, sabrás que Dios te ha hecho vivir con
Cristo, que Dios te ha resucitado con Cristo, que están con Cristo
en el cielo a la diestra de Dios.
¡Asómate
al misterio y goza de él! ¡Mira, contempla y ama!
Y
aún has de contemplarle elevado en los pobres: Sólo con la luz “de
lo alto” lo reconocerás: el necesitado al que tú acudes para que
viva, se te manifestará como tu vida.
“Que
se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti…si no pongo
a mi Señor en la cumbre de mis alegrías”.
Feliz
domingo.
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