17 de Mayo del 2015
Llevados
al cielo
Nos
disponemos a celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor. La fe
intuye que el mundo fue creado para el misterio de este día, para
hacer posible este día de Jesús, este día de la humanidad, este
día de Dios.
El
evangelista, como quien guarda la inmensidad del océano en un hoyo
de la playa, encerró en la humildad de unas pocas palabras la gloria
de la Ascensión del Señor: “Después de hablarles, el Señor
Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”.
La
memoria de este misterio de gracia y de gloria te da palabras de
eucaristía: “En verdad, es nuestro deber y salvación darte
gracias, Señor, Padre santo, porque Jesús ha ascendido hoy a lo más
alto del cielo… allí ha querido precedernos… para que vivamos
con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino”.
Considera,
Iglesia de Cristo, cuál es tu destino, pues hoy se te concede
contemplar abiertas para quien es nuestra cabeza, para quienes somos
su cuerpo y para la creación entera las puertas del cielo.
Dios
te ama hasta dar la vida para elevarte con él, por elevarte hasta
él.
De
ese amor que te diviniza es sacramento el Cuerpo de Cristo que
recibes en comunión. Si comulgas, crees que viene a ti tu Señor, y
confiesas también que entras con tu Señor en el cielo, pues no se
queda él en ti sin que tú te quedes en él.
Feliz
comunión, feliz ascensión con Cristo Jesús.
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