26 de Abril del 2015
La
voz de una madre
Lo
has oído en el evangelio: “Yo soy el buen pastor, que da su vida
por sus ovejas”. Oyéndolo, has entendido que Jesús de Nazaret te
ha puesto en el centro de su vida; has entendido que el Hijo de Dios,
porque te amaba, se ha hecho vulnerable hasta dar la vida por ti; has
entendido que Dios, compadecido de ti, ha abierto de par en par las
fronteras de su Reino para que entres, para que seas libre, para que
vivas.
Lo
has oído en el evangelio, lo has celebrado, lo has revivido, lo has
experimentado en la Eucaristía: “Yo soy el buen pastor, que da su
vida por sus ovejas”. Y sabes, Iglesia cuerpo de Cristo, que ésa
es tu vocación, que estás llamada a poner a los pobres en el centro
de tu vida, a dar la vida por ellos, a mantenerte siempre abierta
para ellos porque eres su casa. Tu vocación es conocerlos: conocer
su voz, su necesidad, sus anhelos, sus miedos, sus alegrías. Tu
vocación es hacerte para ellos deseable como un pan, vulnerable como
un amante, acogedora como una madre; hacerte toda para ellos como
Jesús se hizo todo para ti.
Que
los empobrecidos sepan todos que pueden contar contigo: Todos, en
todo tiempo, en todo lugar. Que los pobres sepan que, allí donde te
encuentren, encontrarán madre, encontrarán ternura, y si lo hay,
encontrarán pan.
Que
los empobrecidos conozcan tu voz, como reconoce un niño la voz de su
madre.
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