15 de Febrero del 2015
Leprosos...
amados:
Estaba
en el lugar que me asignaba la ley. No era siquiera un pecador: era
simplemente un leproso, un excluido, un señalado, una amenaza, un
peligro… un divorciado, un emigrante.
Harapiento,
despeinado, con la barba rapada y gritando: «¡Impuro, impuro!»,
para que los puros no se contaminen… fuera de la comunidad, fuera
de la comunión… un divorciado, un emigrante.
Allí
me habían dejado solo la ley y sus intérpretes, el bienestar de los
escogidos y su futuro, la ortodoxia y el sentido común. Y allí me
hubiese quedado hasta que la muerte amiga viniese a quedarse con mi
impureza y mi soledad, con mi enfermedad y mi pecado, con mis miedos
y mi desesperanza.
Pero
Jesús salió del campamento, vino a mi encuentro… Aquel hombre
decía palabras que traspasaban de esperanza el corazón: “No
tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos… no he
venido a llamar a justos sino a pecadores”.
Olvidada
la ley que me excluía y la ortodoxia que me señalaba, buscando
pureza en aquel sacramento de misericordia, me acerqué a él, y de
rodillas, dejé que le hablasen la fe y la esperanza: “Si quieres,
puedes limpiarme”.
Entonces
me abrazó su compasión, él extendió su mano –aunque todavía no
era la hora de la cruz-, me tocó, y me dijo: “Quiero: queda
limpio”.
Aquella
mano extendida me devolvió a la comunidad y a la casa del Señor;
pero él, Jesús, se quedó con mi lepra, y se quedó fuera, en
lugares solitarios –aunque todavía no era la hora de que lo
sacasen fuera de la ciudad, al lugar donde, para destruir la lepra y
manifestar la pureza, extendió sus brazos en la cruz-.
“Dichoso
el que está absuelto de su culpa”; dichosos los leprosos, a los
que se les ha contagiado la pureza de Dios: que se alegren con su
Señor; que lo aclamen todos los días de la vida.
En
este domingo, eres tú, la comunidad reunida para la Eucaristía,
quien se acerca a Cristo resucitado; eres tú quien le dice tu fe y
tu esperanza: “Si quieres, puedes limpiarme”; y eres tú quien
escucha la palabra de la verdad: “Quiero: queda limpio”.
Ya
no podrás olvidar este encuentro, pues en él se te han revelado
misterios que sobrepasan todo conocimiento: el misterio del amor de
Dios, el misterio de la vulnerabilidad de Dios, el misterio de tu
comunión con él en el amor y en la vulnerabilidad.
Si
no olvidas el misterio en que has entrado, tampoco olvidarás tu
salmo de alabanza por lo que has conocido de Dios: “Tú eres mi
refugio; me rodeas de cantos de liberación”.
Feliz
domingo a todos los amados de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.