Ø Santuario de Nuestra Señora de Fátima (Portugal). Peregrinación del Papa Francisco con ocasión
del centenario de las apariciones de la Virgen María en la Cova de Iría. Saludo del Papa a los peregrinos en la Bendición de las Velas en la Capilla de las Apariciones (12 de mayo de 2017).
Queridos peregrinos de
María y con María
1. A todos os abrazo y os confío a Jesús, «especialmente a los más necesitados» — como la Virgen nos enseñó a pedir (Aparición, julio de 1917) —.
v Que ella, madre tierna y solícita con todos los necesitados, les obtenga la bendición del Señor.
o Que, sobre cada uno de los desheredados e infelices, a los que se les ha robado el presente, de los excluidos y abandonados a los que se les niega el futuro, de los huérfanos y las víctimas de la injusticia a los que no se les permite tener un pasado, descienda la bendición de Dios.
§ Una bendición encarnada en Jesucristo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).
Gracias
por recibirme entre vosotros y uniros a mí en esta peregrinación vivida en la
esperanza y en la paz. Desde ahora, deseo asegurar a los que os habéis unidos a
mí, aquí o en cualquier otro lugar, que os llevo en mi corazón. Siento que
Jesús os ha confiado a mí (cf. Jn 21,15-17), y a todos os abrazo y os
confío a Jesús, «especialmente a los más necesitados» — como la Virgen nos
enseñó a pedir (Aparición, julio de 1917) —. Que ella, madre tierna y solícita
con todos los necesitados, les obtenga la bendición del Señor. Que, sobre cada
uno de los desheredados e infelices, a los que se les ha robado el presente, de
los excluidos y abandonados a los que se les niega el futuro, de los huérfanos
y las víctimas de la injusticia a los que no se les permite tener un pasado,
descienda la bendición de Dios encarnada en Jesucristo: «El Señor te bendiga y
te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te
muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26).
2. Esta bendición se cumplió plenamente en la Virgen María, puesto que ninguna otra criatura ha visto brillar sobre sí el rostro de Dios como ella, que dio un rostro humano al Hijo del Padre eterno.
v Rostro que podemos ahora contemplar en los sucesivos momentos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su vida, como recordamos en el rezo del Rosario.
o «Si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos, es decir, hay que reconocer la relación esencial, vital y providencial que une a la Virgen con Jesús, y que nos abre el camino que nos lleva a él»
Esta
bendición se cumplió plenamente en la Virgen María, puesto que ninguna otra
criatura ha visto brillar sobre sí el rostro de Dios como ella, que dio un
rostro humano al Hijo del Padre eterno; a quien podemos ahora contemplar en los
sucesivos momentos gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos de su vida, como
recordamos en el rezo del Rosario. Con Cristo y María, permanezcamos en Dios.
En efecto, «si queremos ser cristianos, tenemos que ser marianos, es decir, hay
que reconocer la relación esencial, vital y providencial que une a la Virgen
con Jesús, y que nos abre el camino que nos lleva a él» (Pablo VI, Homilía en el Santuario de Nuestra
Señora de Bonaria, Cagliari, 24 abril 1970). De este modo, cada vez que
recitamos el Rosario, en este lugar bendito o en cualquier otro lugar, el
Evangelio prosigue su camino en la vida de cada uno, de las familias, de los
pueblos y del mundo.
3. Peregrinos con María, maestra de vida espiritual, primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos ejemplo.
v María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona, perdona todo.
Peregrinos
con María... ¿Qué María? ¿Una maestra de vida espiritual, la
primera que siguió a Cristo por el «camino estrecho» de la cruz dándonos
ejemplo, o más bien una Señora «inalcanzable» y por tanto inimitable? ¿La
«Bienaventurada porque ha creído» siempre y en todo momento en la palabra
divina (cf. Lc 1,45), o más bien una «santita», a la
que se acude para conseguir gracias baratas? ¿La Virgen María del Evangelio,
venerada por la Iglesia orante, o más bien una María retratada por
sensibilidades subjetivas, como deteniendo el brazo justiciero de Dios listo
para castigar: una María mejor que Cristo, considerado como juez implacable;
más misericordiosa que el Cordero que se ha inmolado por nosotros?
Cometemos
una gran injusticia contra Dios y su gracia cuando afirmamos en primer lugar
que los pecados son castigados por su juicio, sin anteponer —como enseña el
Evangelio— que son perdonados por su misericordia. Hay que anteponer la
misericordia al juicio y, en cualquier caso, el juicio de Dios siempre se
realiza a la luz de su misericordia. Por supuesto, la misericordia de Dios no
niega la justicia, porque Jesús cargó sobre sí las consecuencias de nuestro
pecado junto con su castigo conveniente. Él no negó el pecado, pero pagó por
nosotros en la cruz. Y así, por la fe que nos une a la cruz de Cristo, quedamos
libres de nuestros pecados; dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor,
porque eso no es propio de quien se siente amado (cf. 1 Jn 4,18). «Cada vez que miramos a María
volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos
que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los
fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. [...]
Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás,
es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 288). Que seamos, con
María, signo y sacramento de la misericordia de Dios que siempre perdona,
perdona todo.
Llevados
de la mano de la Virgen Madre y ante su mirada, podemos cantar con alegría las
misericordias del Señor. Podemos decir: Mi alma te canta, oh Señor. La
misericordia que tuviste con todos tus santos y con todo tu pueblo fiel la
tuviste también conmigo. Oh Señor, por culpa del orgullo de mi corazón, he
vivido distraído siguiendo mis ambiciones e intereses, pero sin conseguir
ocupar ningún trono. La única manera de ser exaltado es que tu Madre me tome en
brazos, me cubra con su manto y me ponga junto a tu corazón. Que así sea.
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