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Domingo 23 del tiempo ordinario, Ciclo C (2016). El discípulo del Señor pospone otros
amores (a los padres, a los hijos, al marido o a la mujer, a los hermanos, etc.) al amor a Cristo.
El Señor pide que le amemos sobre todas las cosas. El sentido literal de las palabras de Jesús en el
Evangelio de hoy y su comprensión por parte nuestra: «odiar», «preferir» o «posponer». En
cualquier caso, la elección de la fe es radical, está en la cima de la escala de valores sobre la que se
ordena el resto: hemos de huir de la componenda, del acomodamiento, de la tibieza. El amor al
Señor debe ser mayor que el amor hacia cualquier otra persona. El Señor pide que le amemos
sobre todas las cosas
Cfr. Domingo 23 tiempo ordinario Ciclo C (2016) - Lucas 14, 25-33
4 septiembre 2016
Lucas 14, 25-33: 25 Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: 26 «Si alguno viene a mí y no odia
a su padre, a su madre, a su mujer y a sus hijos y a sus hermanos, a sus hermanas, hasta su propia vida,
no puede ser discípulo mío. 27 El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. 28
«Porque ¿quién de vosotros, que quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si
tiene para acabarla? 29 No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean
se pongan a burlarse de él, diciendo: 30 "Este comenzó a edificar y no pudo terminar." 31 O ¿qué rey, que sale a
enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él
con 20.000? 32 Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. 33 Pues,
de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
«Si alguno viene a mí y no odia 1
a su padre, a su madre, a su mujer y a sus hijos
y a sus hermanos, a sus hermanas,
hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío.
(Evangelio, Lucas 14, v. 26)
El discípulo del Señor pospone 2 al amor a Jesucristo
todos los demás amores.
1. El sentido literal de las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy y su
comprensión por parte nuestra: el «odio».
• Si alguno quiere ser discípulo de Jesús, tendrá que amarle más que a su padre o a su madre, más
que a su esposa o a sus hijos, y más que a sus hermanos o a sus hermanas. Y nadie puede seguirle, a
menos que le ame más que a la propia vida.
• Es cierto que no podemos tomar al pie de la letra determinadas palabras («odiar» …), pero
tampoco ignorar, hasta el punto de hacer irreconocible, el sentido fuerte y duro que el Señor quiso
darles, con el lenguaje en el que hablaba, y con los límites del estilo oriental muy gráfico y chocante
que este lenguaje tenía, y que veremos enseguida.
• Los comentaristas de la Biblia recuerdan que Jesús utilizaba un lenguaje oriental, propio de su
pueblo, hecho de exageraciones, sin matices.
Teniendo en cuenta esto, se sustituye el término «odiar» por «preferir»: "Si uno quiere ser de los
míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y
hasta a su propia vida, no puede ser discípulo mío". Como la lengua aramea no tiene “comparativo”
(sólo existe amar u odiar), Jesús utilizó el término usado entonces por todos, término que a nosotros
1 A veces en las traducciones al castellano se ha puesto el verbo «odiar»: “quien no «odia» a su padre y a su
madre ….”. Pero en otras traducciones se han preferido los verbos posponer o preferir porque es probable que
respondan mejor al original. 2 En cualquier caso debe quedar claro que el amor por Cristo “no está en competencia” con los diferentes
amores humanos (por los padres, entre cónyuges, por los hermanos), “no excluye” esos amores, sino que “los
ordena”. (Cfr. Raniero Cantalamessa, en Zenit.org, viernes 7 septiembre 2007).
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nos parece demasiado duro. Puede considerarse legítimo el cambio, porque no podemos olvidar que
Jesús quiere que amemos a los nuestros (como lo dijo expresamente, y ya estaba anunciado nada
menos que en un mandamiento de la Ley de Moisés). Por eso se ha escrito que el amor filial, el amor
conyugal, el amor fraterno, son «sagrados», «pero el amor de Dios, que los sostiene y los anima, debe
ser mayor todavía».
También nos ayuda a entender la legitimidad de ese cambio el hecho de que san Mateo hablando
de los mismo usa otra expresión: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí»”.
• Para ser discípulos se requiere que estemos despegados de todo. Ya dijo Jesús que no se puede
servir a dos señores. Jesús nos habla de un amor hacia él absoluto, que desde el punto de vista de la
preferencia, supone el abandono de las demás cosas.
Los afectos humanos (a los padres, a los hermanos, a los padres, los hijos …) son legítimos y
necesarios pero representan un amor subordinado al amor a Jesús, sobre todo cuando (y no es un
caso raro) se dan casos de conflicto. Por poner un ejemplo, en nuestra civilización a veces los hijos
toman decisiones que no acaban de ser aceptadas por los padres acerca del matrimonio, de la
elección de una carrera profesional, y también – y a esto nos podemos referir este domingo – acerca
del seguimiento de Jesús en una vocación que requiere subordinar a ella esos afectos en principio
legítimos. Se dan situaciones en las que, para responder a la llamada del Señor, hay que estar
dispuestos a posponer el amor a los seres más queridos ante el amor a Dios manifestado en Jesús
para el servicio al reino de Dios; situaciones que hoy se siguen repitiendo y no sólo son muestras
del pasado.
Otro ejemplo de casos de conflicto se han dado y se siguen dando en la historia, que son
situaciones extraordinarias pero que se repiten con frecuencia: me refiero a la entrega de la propia
vida por amor a Dios de los que sufren persecuciones por ser cristianos.
Para concluir, a veces para tomar una decisión buena que nos pide el Señor, debemos abandonar
otra cosa buena también en sí legítima, a la que estábamos ya habituados. El Señor nos llama a algo
nuevo, y debemos dejar lo “viejo” que no era nada malo, que puede ser el padre o la madre, los
amigos de siempre, los hermanos, etc... Sin olvidar que podemos seguir amando a nuestros padres,
amigos, etc. aunque con unos horizontes más amplios y más profundos cuyo fundamento es el
mismo Jesús.
• Tal vez es oportuno recordar que en el fondo todo ello nos lleva a la maduración del corazón,
que todos deberíamos anhelar que suceda con el paso de los años. Es lo que canta el salmo 90 (89),
una petición estupenda a Dios: «Enséñanos a llevar buena cuenta de nuestros días, para que
logremos un corazón sabio» (v. 12).
En el evangelio de hoy Jesús nos dice que en todos los asuntos hemos de reflexionar para llevar
a término los proyectos de nuestra vida: en el caso concreto él pone dos ejemplos: a) el de quien
quiere construir una torre (vv. 28-30), y b) el de quien quiere enfrentarse a otro (vv. 31-32). Y en
el v. 33 se refiere a quien quiere ser su discípulo: «debe renunciar a todos sus bienes». Ha de poner
a Jesús en primer lugar.
o «El que no renuncia a todos sus bienes... ».
Cfr. Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra, Comentarios a las lecturas dominicales A-
B-C, Ediciones Encuentro, Madrid 1994.Pág. 281 s.
“Esto es lo que Jesús exige en el evangelio cuando alguien quiere ser discípulo suyo. Bienes en
este contexto son también las relaciones con los demás hombres, incluidos los parientes y la propia
familia. Y Jesús utiliza la palabra «odiar», un término ciertamente duro que adquiere toda su
significación allí donde algún semejante impide la relación inmediata del discípulo con el maestro
o la pone en cuestión. Jesús exige, por ser el representante de Dios Padre en la tierra, aquel amor
indiviso que la ley antigua reclamaba para Dios: «con todo el corazón, con todas las fuerzas»”. (…)
2. Una propuesta de Jesús desconcertante, escandalosa y contradictoria.
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, XXIII Domenica,
pp. 275-278
• Según las traducciones al castellano de este versículo, la propuesta de Jesús es «escandalosa»: para
seguirle hace falta odiar a la propia familia. Y es desconcertante y también contradictoria con la
misma Biblia y con la misma palabra de Cristo: ¿no hay un cuarto mandamiento que impone «honrar
padre y madre»? (Lucas 18,20). ¿Y no había denunciado el mismo Jesús a quienes haciendo una oferta
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al templo se eximían de curar y sostener a los padres ancianos? (Mateo 15, 3-7) ¿Y no pidió a sus
discípulos que «amasen a los enemigos y orasen por quienes les persiguen? (Mateo 5,44). (p. 276)
o La elección de la fe es radical, está en la cima de la escala de valores
sobre la que se ordena el resto: hemos de huir de la componenda, del
acomodamiento, de la tibieza.
• “El oriental ama los colores encendidos, las exageraciones verbales, los tonos calientes y
excitados; a nuestros ojos, su psicología está por encima de nuestras reglas, es provocadora y
simbólica. Jesús, por tanto, con su encarnación en las coordenadas concretas de una historia y de un
mundo bien precisos, refleja esa cualidades más de una vez. ¿Cuál es, por tanto, el significado último
de esa fuerte declaración? La declaración contiene uno de los temas amados por Cristo en su
predicación. Para ser sus discípulos es necesario huir de la componenda, del acomodamiento, de la
tibieza: la elección de la fe es radical, es como una fuente que debe regar todo el terreno de la vida,
está en la cima de la escala de valores sobre la que se ordena todo el resto. El cambio de mentalidad
debe ser decidido y es decisivo, y Jesús lo urge, con el modo semítico, con palabras ásperas, intensas,
que agarran a las conciencias.” (Gianfranco Ravasi, o.c. p. 277)
3. Traducción «correcta» del verbo «odiar».
Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 243-247
“El hebreo no posee el comparativo de superioridad o de inferioridad (amar una cosa más que
otra, o menos que a otra); simplifica y reduce todo a amar u odiar. La frase «Si uno viene a mí y no
odia al padre o a la madre …», por lo tanto se entiende como «Si uno viene a mí, sin preferirme al
padre o a la madre …». Para darse cuenta de esto, basta leer el mismo párrafo en el evangelio de
Mateo donde aparece así: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí»”
(Mateo 10, 37) (pp. 243-244).
o Por tanto, el Señor pide que le amemos sobre todas las cosas
(Cfr pp. 244-246)
El amor al Señor debe ser mayor que el amor hacia cualquier otra
persona.
De todos modos permanece intacta la provocación por parte de Jesús. El pide que el amor
hacia él sea mayor que el amor hacia cualquier otra persona, ya sea cuantitativamente como
cualitativamente. Esto mismo es lo que pedía Dios a los hebreos en el AT: amarlo sobre todas las
cosas (cfr. Deuteronomio 6,5). Y no porque Cristo sea “rival en el amor” («no es celoso de ninguno»),
«el amor a Cristo no excluye los otros amores, sino que los ordena»: en Él encuentran su fundamento
y su valoración.
“En la obra “El zapato de raso” de Paul Claudel, la protagonista, cristiana fervorosa pero al
mismo tiempo locamente enamorada de Rodrigo, exclama interiormente, como si le costara creerse a
sí misma: «Por tanto, ¿está permitido este amor por las criaturas? ¿Verdaderamente Dios no tiene
celos? ». Y su ángel de la guarda le responde: «¿Cómo podría ser celoso de lo que ha hecho él
mismo?» (acto III, escena 8). (pp. 245-246).
o Un error: la jornada cristiana dividida en compartimentos
(Cfr. pp. 244-245)
“No se puede tomar el cristianismo a la ligera. Jesús nos pone en guardia contra la
tentación de domesticar todo y de hacer de la religión y de Dios mismo uno de tantos
ingredientes en el gran cocktail de la vida. Vamos a Misa en alguna fiesta o en algún funeral,
tal vez damos el ocho por mil a la Iglesia, y pensamos que hemos hecho más de lo debido”.
Es el error de considerar nuestra jornada, nuestra vida, como dividida en compartimentos, o en
algo así como «nichos». Y la fe - según esa concepción errónea - ocupa su «nicho», junto a muchos
otros nichos o compartimentos a veces más grandes o mejor cuidados: el trabajo, la política, el dinero,
la diversión en sus múltiples facetas, el deporte con tantas posibilidades de elegir, el descanso, etc.
4. El Señor pide la vida misma.
• Es Cristo que pasa, 97: “Pero el Señor determina condiciones. Hay una declaración suya, que
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nos conserva San Lucas, de la que no se puede prescindir: “Si alguno de los que me siguen no
aborrece a su padre y madre, y a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida
misma, no puede ser mi discípulo”. Son términos duros. Ciertamente, ni el odiar ni el aborrecer
castellanos expresan bien el pensamiento original de Jesús. De todas maneras, fuertes fueron las
palabras del Señor, ya que tampoco se reducen a un amar menos, como a veces se interpreta
templadamente, para suavizar la frase. Es tremenda esa expresión tan tajante no porque implique una
actitud negativa o despiadada, ya que el Jesús que habla ahora es el mismo que ordena amar a los
demás como a la propia alma, y que entrega su vida por los hombres: esta locución indica,
sencillamente, que ante Dios no caben medias tintas. Se podrían traducir las palabras de Cristo por
amar más, amar mejor, más bien, por no amar con un amor egoísta ni tampoco con un amor a corto
alcance: debemos amar con el Amor de Dios.
De esto se trata. Fijémonos en la última de las exigencias de Jesús: et animam suam. La vida,
el alma misma, es lo que pide el Señor. Si somos fatuos, si nos preocupamos sólo de nuestra personal
comodidad, si centramos la existencia de los demás y aun la del mundo en nosotros mismos, no
tenemos derecho a llamarnos cristianos, a considerarnos discípulos de Cristo. Hace falta la entrega con
obras y con verdad, no sólo con la boca”.
5. En el Catecismo de la Iglesia Católica
- n. 1618: Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar
entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Lucas 14,26, Marcos 10,28-31). (…)
- 2544 Jesús exhorta a sus discípulos a preferirle a El respecto a todo y a todos y les
propone ‘renunciar a todos sus bienes’ (Lucas 14,33) por El y por el Evangelio (cf Marcos
8,35). (…)
www.parroquiasantamonica.com
Vida Cristiana
viernes, 23 de junio de 2017
Domingo 23 del tiempo ordinario, Ciclo C (2016). El discípulo del Señor pospone otros amores (a los padres, a los hijos, al marido o a la mujer, a los hermanos, etc.) al amor a Cristo. El Señor pide que le amemos sobre todas las cosas. El sentido literal de las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy y su comprensión por parte nuestra: «odiar», «preferir» o «posponer». En cualquier caso, la elección de la fe es radical, está en la cima de la escala de valores sobre la que se ordena el resto: hemos de huir de la componenda, del acomodamiento, de la tibieza. El amor al Señor debe ser mayor que el amor hacia cualquier otra persona. El Señor pide que le amemos sobre todas las cosas
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