jueves, 22 de junio de 2017

La parroquia. El día de la Iglesia diocesana (2013). Ayudando a la parroquia ganamos todos. Además de la colaboración económica, en una parroquia se puede ayudar de muchas formas.



1 La parroquia. El día de la Iglesia diocesana (2013). Ayudando a la parroquia ganamos todos. Además de la colaboración económica, en una parroquia se puede ayudar de muchas formas. Cfr. 17 de noviembre: Día de la Iglesia diocesana Alfa y Omega, nº 855, 14 de noviembre de 2013 Ayuda a tu parroquia, ganamos todos José, Juan Pablo y Belén, Mati, Asun y José Arcadio...: son los nombres de personas desconocidas que hacen mucho por su parroquia, por la Iglesia, por los demás. Con el lema Ayuda a tu parroquia, ganamos todos, el Día de la Iglesia diocesana nos recuerda todo lo que la Iglesia hace por nosotros y por los demás cada día del año, al mismo tiempo que nos invita a participar en la hermosa tarea de hacer, gracias a nuestra fe, un mundo mejor y más humano José tuvo que pasarlo mal para poder después ayudar a los demás. Tras trabajar varios años en un organismo internacional, le despidieron en el año 2005, y pasó tres años y medio en paro, hasta que aprobó unas oposiciones a la Administración. «Cuando ya llevaba unos meses trabajando -recuerda- , una señora se me acercó en una cuestación de Cáritas y me dio un folleto sobre las actividades de la organización. En él, vi que Caritas ayudaba a desempleados a buscar empleo. Me di cuenta de que mi sitio estaba ahí. Y me animé. Entré en ese departamento de Caritas, entonces entendí que el haber estado en paro más de tres años tenía un sentido y un propósito, que no era otro que el que Dios me había capacitado para que yo pudiera ayudar a otros a encontrar empleo». Desde entonces, es consciente de que «yo no hago apenas nada, pero estoy recibiendo una barbaridad a cambio. Dios me ha dado la oportunidad de escuchar a la gente. Cuando vienen, los pongo en manos del Espíritu Santo en voz baja; después me callo y escucho, y luego aconsejo. Me he dado cuenta de que, en la vida, hay muchas cosas superfluas. Muchos vienen y me dicen: No sé qué hacer. El principal problema es que se ven abrumados por las circunstancias. Cuando muchas veces te han dicho No, entonces no sabes a dónde ir. Te hace falta alguien que te diga: Por aquí. Si yo no hubiera estado en paro, si no hubiera experimentado la dureza del desempleo, no hubiera aprendido la verdadera dimensión de este drama humano, ni las habilidades para salir de él, y no hubiera podido ayudar a otros a encontrar trabajo». Por todo eso, José tiene claro que «Dios ha dado un propósito a mi vida. Y gracias a eso se me han abierto nuevas puertas que yo nunca había pensado, como la posibilidad de irme a vivir una experiencia misionera a Honduras. La fe es una aventura. Creer es una aventura. Sabemos dónde 2 vamos a llegar, pero no sabemos el camino que vamos a seguir: creer es una aventura apasionante. La pregunta a cada uno es: ¿Somos capaces de decir “Sí” a todo lo que nos venga de Dios?» Suscripciones y colectas Juan Pablo y Belén dijeron Sí a ayudar a su parroquia desde que llegaron a uno de los nuevos barrios de Madrid: Las Tablas. El edificio de la parroquia, en aquel momento, era una caseta, «y nos ofrecimos al párroco para echar una mano en lo que pudiéramos», recuerda Juan Pablo. Pronto surgió la posibilidad de participar en la Junta económica de la parroquia, orientada a gestionar los gastos de construcción del templo, un objetivo en el que se implicaron, además, como familia, a través de una suscripción económica periódica con dicha finalidad. «Las parroquias las construyen los feligreses -afirma Juan Pablo-. Hay que hacer ver a la gente que las parroquias no se construyen solas, que las construyen los propios fieles; y que, en la medida que la parroquia funcione, a la gente del barrio le irá bien. La parroquia es un lugar que hace mucho bien y en el que se acoge a todo el mundo, por problemas de todo tipo: económicos, familiares, espirituales... La parroquia es un pilar del barrio, y hay que colaborar en su mantenimiento, ayudando a través de las suscripciones periódicas y de las colectas. Aunque los sacramentos son algo gratuito, hay gastos recurrentes, hay servicios, calefacción, aire acondicionado, locales..., para que la gente pueda rezar a gusto, asistir a charlas y catequesis... En una parroquia hay muchos gastos, y todos debemos colaborar en la medida de lo posible». La Iglesia como hospital de campaña Además de la colaboración económica, en una parroquia se puede ayudar de muchas formas. Lo saben bien Asun y José Arcadio, un matrimonio de Zamora, con 37 años casados, que ha hecho de todo: voluntarios de Cáritas, ayudantes en las celebraciones en espera de presbítero, catequistas en Cursillos prematrimoniales... Todas ellas «actividades que son para nosotros un servicio muy gratificante», reconoce Asun. En la ayuda a las parejas de novios, «intentamos presentar una Iglesia abierta a todos, y damos un testimonio de matrimonio con hijos, sobre la fe, enseñamos que el matrimonio es una sacramento, que es para fundar una familia cristiana. Es algo muy gratificante porque estás dando tu testimonio, enseñando que no al primer enfado hay que separarse, que se 3 tienen que comunicar; enseñamos a saber convivir, a saber perdonar... Te vuelves a casa muy lleno, pues hemos ayudado a que no se casen solamente por las fotos». Muchas de estas parejas acuden a los cursillos ya conviviendo, o incluso con hijos, pero gracias a testimonios como el de Asun y José Arcadio se encuentran con una Iglesia acogedora, de la que incluso entran a formar parte poco a poco. «Ellos llegan con miedos y se van más relajados - confiesa Asun-, porque no ha sido rezar y rezar, como muchos esperaban. Alguno no ha pisado la Iglesia desde hace tiempo, algunos viven ya juntos, llegan con niños..., pero es algo muy bonito porque hacen amistad entre ellos, comemos juntos, los matrimonios hacen amistad, y los niños también se enriquecen de todo ello. Ya después del cursillo les seguimos la pista en su vida, en los niños que van naciendo...» Es la Iglesia como hospital de campaña, tal como ha pedido el Papa Francisco, una Iglesia que «cura heridas, y comienza por lo más elemental». A la catequesis se dedica también Mari Carmen, una madre de familia de Granada que vive su misión en la Iglesia «como una forma de vivir y prolongar mi fe, para transmitirla». Se dedica a preparar niños para la Primera Comunión, y también lleva algún grupo de postcomunión. Para ella, se trata de «una forma de vivir el Evangelio, a través de los niños. Además, aprendo muchísimo de ellos, y te dan incluso lecciones, sobre todo con su actitud de asumir las cosas como llegan». El objetivo principal de su actividad por la Iglesia es «que los niños amen a Jesús y lo tengan como amigo, no de boquilla, sino con su vida; que se sepan acompañados continuamente a lo largo de su vida, que sepan que Él está con ellos en todo momento». Tenemos que salir de los salones Esa amistad con el Señor la quiere proponer a todos los alejados la parroquia del Buen Suceso, en Madrid. Desde hace algún tiempo, organiza periódicamente Vigilias de Adoración, tras las que los fieles que lo deseen salen a la calle de dos en dos, y se acercan a la gente para proponerles a Jesús y la vida de la parroquia, algo que se completa con asambleas familiares, en algunas casas del territorio parroquial. De toda esta actividad participa Mati, coordinadora de voluntariado de la parroquia, quien hace balance de su labor evangelizadora de un modo muy claro: «Hay gente queha resucitado». Explica que, «después de Misa, hay un envío, y así salimos a la 4 calle, saludamos a la gente, nos presentamos... No vamos dando pistoletazos, sino que damos un mensaje según nos acoja la gente, porque hay algunas personas con mucha rabia hacia la Iglesia. Pero es maravilloso ser testigo de cómo hay personas que vuelven a la Iglesia. El pasado fin de semana, me encontré con dos o tres chavales. Llevo mucho tiempo sin confesarme, y me gustaría hacerlo, me dijo uno; y yo le propuse entrar en la parroquia en ese momento. Una vez, otro chico me dijo: Yo no estoy bautizado, mi familia nunca me ha hablado de Dios. Yo le puse en contacto con la catequesis de la parroquia..., y me llamó la semana pasada para decirme que se iba a bautizar. ¡Qué día más precioso el día que te conocí!, me dijo. Hay otras personas muy frías y que, con actividades como ésta, vuelven a la Iglesia». Mati se lamenta de que «los cristianos estamos muy reacios a comunicarnos con la gente. La misión es algo muy importante; hay mucha gente que sufre, y necesita que les hablemos de Dios, no saben dónde ir. Yo me encuentro con mucha gente así». Para eso, hay que perder el miedo: relata que una vez se acercó a un señor «que se negaba a cualquier cosa de curas. Pero yo insistí, y un día me pidió hablar para contarme su vida. A los pocos meses, me dijo: Mándame un sacerdote, has conseguido lo que querías». Por todo ello, al vivir la fe a tope, incluso en su dimensión misionera, Mati confiesa que «es un placer ser creyente y ser cristiano. No nos podemos quedar en los salones parroquiales. Es verdad que hay que formarse, pero hay que salir también. Y hace falta también más voluntariado, para ayudar a quienes no han tenido la suerte que tenemos nosotros y nadie se acuerda de ellos». Hoy, ante el Día de la Iglesia diocesana, a todos se nos hace la misma pregunta con la que comenzaba este artículo: ¿Somos capaces de decir “Sí” a todo lo que nos pide Dios? Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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