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La JMJ en Polonia (28 de julio de 2016). Discurso de Papa Francisco de acogida a los jóvenes.
El motivo de este encuentro es celebrar a Jesús que está vivo en medio de nosotros. Los jóvenes
“jubilados”. Son jóvenes esencialmente amargados... y aburridos, que aburren a los demás, y eso me
duele. Es difícil, y al mismo tiempo nos interpela, ver jóvenes que dejan la vida en busca del “vértigo”, o
de esa sensación de sentirse vivos por vías oscuras que luego acaban "pagando"... y lo pagan caro. Una
ocasión mejor para renovar la amistad con Jesús reforzando la amistad entre vosotros. El mejor modo
para reforzar nuestra amistad con Jesús es compartirla con los demás. El modo mejor para experimentar
la alegría del Evangelio es querer “contagiar” la Buena Noticia en tantas situaciones dolorosas y
difíciles. «Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia». Jesucristo es un don,
regalo del Padre, para tener una vida plena. Sabe dar verdadera pasión a la vida. Nos lleva a dar lo
mejor de nosotros mismos. Nos empuja a alzar la mirada y soñar alto. Nos interpela, invita y ayuda a
levantarnos cada vez que nos damos por vencidos. La aventura de la misericordia.
Cfr. Papa Francisco, Discurso de acogida a los jóvenes, en la JMJ en Polonia
28 de julio de 2016
¡Finalmente nos encontramos! ¡Gracias por esta calurosa acogida! Agradezco al Cardenal Dziwisz, a los
Obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos y a todos los que os acompañan. Gracias a los que han
hecho posible nuestra presencia aquí hoy, que se han “puesto en juego” para que pudiésemos celebrar la fe.
Es decir: celebrar la fe. Hoy nosotros, todos juntos, estamos celebrando la fe.
o El motivo del encuentro de la JMJ: celebrar a Jesús que está vivo en medio de
nosotros.
Una ocasión mejor para renovar la amistad con Jesús reforzando la
amistad entre vosotros. El mejor modo para reforzar nuestra amistad con
Jesús es compartirla con los demás. El modo mejor para experimentar la
alegría del Evangelio es querer “contagiar” la Buena Noticia en tantas
situaciones dolorosas y difíciles.
«Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán
misericordia»
En esta tierra natal suya, quisiera agradecer especialmente a san Juan Pablo II — ¡fuerte, fuerte! — que soñó
y dio impulso a estos encuentros. Desde el cielo nos acompaña al ver a tantos jóvenes pertenecientes de
pueblos, culturas, lenguas tan diversas con un solo motivo: celebrar a Jesús que está vivo en medio de
nosotros. ¿Habéis entendido? Celebrar a Jesús que está vivo en medio de nosotros. Y decir que está Vivo, es
querer renovar nuestro deseo de seguirle, nuestro deseo de vivir con pasión el seguimiento de Jesús. ¡Qué
ocasión mejor para renovar la amistad con Jesús que reforzar la amistad entre vosotros! ¡Qué modo mejor
para reforzar nuestra amistad con Jesús que compartirla con los demás! ¡Qué modo mejor para experimentar
la alegría del Evangelio que querer “contagiar” la Buena Noticia en tantas situaciones dolorosas y difíciles!
Y Jesús es el que nos ha convocado a esta trigésimo primera Jornada Mundial de la Juventud; es Jesús quien
nos dice: «Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia» (Mt 5,7).
Bienaventurados son los que saben perdonar, que saben tener un corazón compasivo, que saben dar los mejor
a los demás; lo mejor, no lo que les sobra: ¡lo mejor!
Queridos jóvenes, en estos días Polonia, esta noble tierra, se viste de fiesta; en estos días Polonia quiere ser
el rostro siempre joven de la Misericordia. De esta tierra con vosotros y también unidos a tantos jóvenes que
hoy no pueden estar aquí, pero que nos acompañan a través de varios medios de comunicación, todos juntos
haremos de esta jornada una verdadera fiesta jubilar, en esto Jubileo de la Misericordia.
En mis años vividos como Obispo he aprendido una cosa (he aprendido muchas, pero una quiero decirla
ahora): no hay nada más bonito que contemplar los deseos, el empeño, la pasión y la energía con la que
tantos jóvenes viven la vida. ¡Eso es bonito! ¿Y de dónde viene esa belleza? Cuando Jesús toca el corazón de
un joven, de una joven, estos son capaces de acciones verdaderamente grandiosas. Es estimulante, sentirlos
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compartir sus sueños, sus preguntas y su deseo de oponerse a todos los que dicen que las cosas no pueden
cambiar. Esos que yo llamo los quietistas: “¡Nada se puede cambiar!” No, los jóvenes tienen la fuerza de
oponerse a esos! Pero algunos no están seguros de esto. Yo os pregunto, vosotros responded: ¿las cosas se
pueden cambiar? (Sí) ¡No se oye! (Sí) ¡Bien! Es un don del cielo poder ver a muchos de vosotros que, con
vuestros interrogantes, buscáis actuar para que las cosas sean distintas. Es bonito, y me conforta el corazón,
veros tan exuberantes. La Iglesia hoy os mira —diré más— el mundo hoy os mira y quiere aprender de
vosotros, para renovar su confianza en la Misericordia del Padre que tiene el rostro siempre joven y no deja
de invitarnos a formar parte de su Reino, que es un Reino de alegría, es un Reino siempre de felicidad, es un
Reino que siempre nos lleva adelante, es un Reino capaz de darnos la fuerza de cambiar las cosas. Yo lo he
olvidado. Hago la pregunta otra vez: ¿las cosas se pueden cambiar? (Sí) ¡De acuerdo!
Un corazón misericordioso sabe compartir el pan con quien tiene
hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al
emigrante. Decir misericordia con vosotros, es decir oportunidad, es
decir mañana, es decir empeño, es decir confianza, es decir apertura,
hospitalidad, compasión, es decir sueños.
Conociendo la pasión que ponéis en la misión, me atrevo a repetir: la misericordia tiene siempre el rostro
joven. Porque un corazón misericordioso tiene el valor de dejar las comodidades; un corazón misericordioso
sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos. Un corazón misericordioso sabe ser un refugio para
quien no ha tenido nunca una casa o la ha perdida, sabe crear un ambiente de casa y de familia para quien ha
tenido que emigrar, es capaz de ternura y de compasión. Un corazón misericordioso sabe compartir el pan
con quien tiene hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al prófugo y al emigrante. Decir
misericordia con vosotros, es decir oportunidad, es decir mañana, es decir empeño, es decir confianza, es
decir apertura, hospitalidad, compasión, es decir sueños. ¿Pero vosotros sois capaces de soñar? […] Y
cuando el corazón es abierto y capaz de soñar hay sitio para la misericordia, hay sitio para acariciar a los que
sufren, hay sitio para ponerse junto a los que no tienen paz en el corazón o les falta lo necesario para vivir o
le falta lo más bonito: la fe. Misericordia. Digamos juntos esta palabra: Misericordia. ¡Todos! (…) ¡Otra vez!
(…) ¡Otra vez! (…) ¡Otra vez, para que el mundo lo oiga! (…)
o Los jóvenes “jubilados”
Son jóvenes esencialmente amargados... y aburridos, que aburren a los
demás, y eso me duele. Es difícil, y al mismo tiempo nos interpela, ver
jóvenes que dejan la vida en busca del “vértigo”, o de esa sensación de
sentirse vivos por vías oscuras que luego acaban "pagando"... y lo
pagan caro.
También quiero confesaros otra cosa que he aprendido en estos años. No quiero ofender a nadie. Me duele
encontrar jóvenes que parecen “jubilados” antes de tiempo. Eso me duele. Jóvenes que parece que se hayan
jubilado a los 23, 24, 25 años. Eso me duele. Me preocupa ver jóvenes que han “tirado la toalla” antes de
empezar la partida. Que se han “parado” sin haber comenzado a jugar. Me duele ver jóvenes que caminan
con la cara triste, como si su vida no tuviese valor. Son jóvenes esencialmente amargados... y aburridos, que
aburren a los demás, y eso me duele. Es difícil, y al mismo tiempo nos interpela, ver jóvenes que dejan la
vida en busca del “vértigo”, o de esa sensación de sentirse vivos por vías oscuras que luego acaban
"pagando"... y lo pagan caro. Pensad en tantos jóvenes que conocéis, que han elegido ese camino. Hace
pensar cuando ves jóvenes que pierden los mejores años de su vida y de sus energías corriendo tras
vendedores de falsas ilusiones —¡los hay!—, vendedores de falsas ilusiones (en mi tierra natal se dice
“vendedores de humo”) que os roban lo mejor de vosotros mismos. Y eso me duele. Yo estoy seguro de que
hoy entre vosotros no hay ninguno de esos, pero quiero deciros: hay jóvenes jubilados, jóvenes que tiran la
toalla antes del partido, hay jóvenes que luego entran en el vértigo con las falsas ilusiones y acaban en nada.
Por eso, queridos amigos, nos hemos reunido para ayudarnos mutuamente, porque no queremos dejarnos
robar lo mejor de nosotros mismos, no queremos permitir que nos roben las energías, que nos roben la
alegría, que nos roben los sueños con falsas ilusiones.
o Jesucristo es un don, regalo del Padre, para tener una vida plena.
Sabe dar verdadera pasión a la vida. Nos lleva a dar lo mejor de nosotros
mismos. Nos empuja a alzar la mirada y soñar alto. Nos interpela, invita y
ayuda a levantarnos cada vez que nos damos por vencidos.
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Queridos amigos, os pido: ¿queréis para vuestra vida ese “vértigo” alienante o queréis oír la fuerza que os
haga sentiros vivos y plenos? ¿Vértigo alienante o fuerza de la gracia? ¿Qué queréis: vértigo alienante o
fuerza de plenitud? ¿Qué queréis? […] ¡No se oye bien! […] Para ser plenos, para tener una vida renovada,
hay una respuesta, hay una respuesta que no se vende, hay una respuesta que no se compra, una respuesta
que no es una cosa, que no es un objeto, es una persona, se llama Jesucristo. ¡Un aplauso! Os pregunto:
¿Jesucristo se puede comprar? [¡No!] ¿Jesucristo se vende en las tiendas? Jesús Cristo es un don, es un
regalo del Padre, el don de nuestro Padre. ¿Quién es Jesucristo? ¡Todos! ¡Jesucristo es un don! ¡Todos! […]
Es el regalo del Padre.
Jesucristo es el que sabe dar verdadera pasión a la vida, Jesucristo es el que nos lleva a no contentarnos con
poco y nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos; es Jesucristo quien nos interpela, nos invita y nos ayuda
a levantarnos cada vez que nos damos por vencidos. Es Jesucristo quien nos empuja a alzar la mirada y soñar
alto. “Pero padre —puede decirme alguno— es tan difícil soñar alto, es tan difícil subir, estar siempre de
subida. Padre, yo soy débil, yo caigo, yo me esfuerzo, pero tantas veces me vengo abajo”. Los alpinos,
cuando suben las montañas, cantan una canción muy bonita, que dice así: “En el arte de subir, lo que importa
no es no caer, sino no permanecer caído”. Si tú eres débil, si caes, mira un poquito a lo alto y está la mano
tendida de Jesús que te dice: “Levántate, ven conmigo”. “¿Y si lo hago otra vez?” También. “¿Y si lo hago
otra vez?” También. Pero Pedro una vez preguntó al Señor: “Señor, cuántas veces? 70 veces 7”. La mano de
Jesús siempre está tendida para levantarnos, cuando caemos. ¿Habéis entendido? [¡Sí!].
o La casa de Marta, María y Lázaro
En estos días de la JMJ, Jesús quiere entrar en nuestra casa: en tu casa,
en mi casa, en el corazón de cada uno de nosotros.
Que sean días para Jesús, dedicados a escucharnos, a
recibirlo en aquellos con quien comparto la casa, el camino, el
grupo o la escuela.
En el Evangelio hemos escuchado que Jesús, mientras está yendo a Jerusalén, se detiene en una casa —la de
Marta, María y Lázaro— que le acoge. De paso, entra en su casa para estar con ellos; las dos mujeres reciben
al que saben que es capaz de emocionarse. Las muchas ocupaciones nos hacen ser como Marta: activos,
distraídos, siempre corriendo de acá para allá... pero a menudo somos también como María: ante un bonito
paisaje, o un vídeo que nos manda un amigo al móvil, nos detenemos a reflexionar, en escucha. En estos días
de la JMJ, Jesús quiere entrar en nuestra casa: en tu casa, en mi casa, en el corazón de cada uno de nosotros;
Jesús verá nuestras preocupaciones, nuestro ir corriendo, como hizo con Marta... y esperará que le
escuchemos como María: que, en medio de todas las cosas, tengamos el valor de encomendarnos a Él. Que
sean días para Jesús, dedicados a escucharnos, a recibirlo en aquellos con quien comparto la casa, el camino,
el grupo o la escuela.
Quien acoge a Jesús aprende a amarle. Para tener una vida plena como
María de Betania, sentada a los pies de Jesús como discípula, que ama
escucharlo porque sabe que ahí está la paz.
El “sí” a la aventura de la misericordia.
Y quien acoge a Jesús, aprende a amar a Jesús. Entonces Él nos pregunta si queremos una vida plena. Y yo
en nombre de Él os pregunto: ¿quieres… queréis una vida plena? ¡Comienza desde este momento a dejarte
emocionar! Porque la felicidad germina y brota en la misericordia: esa es su respuesta, esa es su invitación,
su desafío, su aventura: la misericordia. La misericordia tiene siempre un rostro joven; como el de María de
Betania, sentada a los pies de Jesús como discípula, que ama escucharlo porque sabe que ahí está la paz.
Como el rostro de María de Nazaret, lanzada con su “sí” a la aventura de la misericordia, y que será llamada
bienaventurada por todas las generaciones, llamada por todos nosotros “la Madre de la Misericordia”.
Invoquémosla todos juntos: María Madre de la Misericordia. Todos: María Madre de la Misericordia.
o Pidamos al Señor que nos lance en la aventura de la misericordia.
Socorrer al pobre, a quien se siente solo; acompañar a los que no
conocen al Señor, a quien ya no encuentra un sentido para su vida, etc.
etc.
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Ahora todos juntos, pidamos al Señor —que cada uno repita en su corazón en silencio—: ¡Señor lánzanos a
la aventura de la misericordia! Lánzanos a la aventura de construir puentes y derribar muros (sean recintos o
redes); lánzanos a la aventura de socorrer al pobre, a quien se siente solo y abandonado, a quien ya no
encuentra un sentido para su vida. Lánzanos a acompañar a los que no te conocen y decirles lentamente y
con tanto respeto tu nombre, el porqué de mi fe. Empújanos, como María de Betania, a la escucha de los que
no comprendemos, de los que vienen de otras culturas, otros pueblos, también de los que tememos porque
creemos que pueden hacernos daño. Haz que dirijamos nuestra mirada, como María de Nazaret con Isabel,
que volteemos nuestras miradas a nuestros ancianos, a nuestros abuelos para aprender de su sabiduría. Yo os
pregunto: ¿habláis con vuestros abuelos? ¡Eh! Así, así, ¿eh? Buscad a vuestros abuelos, que ellos tienen la
sabiduría de la vida y os dirán cosas que emocionarán vuestro corazón.
¡Aquí estamos, Señor! Mándanos a compartir tu Amor Misericordioso. Queremos acogerte en esta Jornada
Mundial de la Juventud, queremos afirmar que la vida está llena cuando se vive a partir de la misericordia, y
que esta es la parte mejor, es la parte más dulce, es la parte que nunca nos será quitada. Amén.
www.parroquiasantamonica.com
Vida Cristiana
viernes, 23 de junio de 2017
La JMJ en Polonia (28 de julio de 2016). Discurso de Papa Francisco de acogida a los jóvenes. El motivo de este encuentro es celebrar a Jesús que está vivo en medio de nosotros. Los jóvenes “jubilados”. Son jóvenes esencialmente amargados... y aburridos, que aburren a los demás, y eso me duele. Es difícil, y al mismo tiempo nos interpela, ver jóvenes que dejan la vida en busca del “vértigo”, o de esa sensación de sentirse vivos por vías oscuras que luego acaban "pagando"... y lo pagan caro. Una ocasión mejor para renovar la amistad con Jesús reforzando la amistad entre vosotros. El mejor modo para reforzar nuestra amistad con Jesús es compartirla con los demás. El modo mejor para experimentar la alegría del Evangelio es querer “contagiar” la Buena Noticia en tantas situaciones dolorosas y difíciles. «Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia». Jesucristo es un don, regalo del Padre, para tener una vida plena. Sabe dar verdadera pasión a la vida. Nos lleva a dar lo mejor de nosotros mismos. Nos empuja a alzar la mirada y soñar alto. Nos interpela, invita y ayuda a levantarnos cada vez que nos damos por vencidos. La aventura de la misericordia.
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