29 de Mayo del 2016
Contemplar,
adorar, comulgar:
Celebramos
la “solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”.
Quiere
ello decir que dedicamos un día del todo especial a la contemplación
y adoración del sacramento que hace a la Iglesia, del alimento que
la sostiene, de la medicina de inmortalidad que sanará la corrupción
de nuestra muerte, de la prenda que se nos da de la gloria futura.
A
gustar el misterio de este día puede ayudarnos la experiencia que,
en el camino de la vida, cada uno de nosotros haya hecho de la
dulzura del nombre de Jesús.
Aprendimos
desde niños a pronunciarlo como nombre del amigo más entrañable.
Con el tiempo, ese nombre se nos fue haciendo memoria de palabras que
iluminan la vida, de autoridad que remedia pobrezas, de compasión
que cura enfermedades; ese nombre nos habla de bienaventuranzas
asombrosas, esperanza sin límites, gracia para los pecadores,
recompensa para los justos; ese nombre dice siempre misericordia,
quietud en la tempestad, amor hasta el extremo.
Cada
uno de vosotros sabe –sólo cada uno de vosotros lo puede saber-
qué le sugiere al propio corazón el nombre de Jesús. Y cada uno
intuye que lo evocado cuando decimos Jesús, eso mismo es lo que
encontramos misteriosamente, verdaderamente, realmente entregado en
el admirable sacramento de la Eucaristía.
Hoy
alabarás el nombre del Señor, y lo ensalzarás dándole gracias,
pues si dices “Jesús”, lo encuentras en la Eucaristía; si pides
ayuda, allí la recibes; si llamas al amado, es él mismo el que te
abre la puerta de la celebración.
Si
dices: «Jesús», dices un nombre que, siendo todo humano, evoca un
mundo de maravillas que es todo de Dios.
Si
dices: «Eucaristía», dices pan y vino, frutos de la tierra y del
trabajo del hombre, que al mismo tiempo velan y te revelan realidades
celestes, y son para tu fe el sello de la nueva y eterna alianza, son
el cuerpo de la gloria, el cuerpo del amor divino, el cuerpo y la
sangre de Cristo resucitado.
Si
dices: «Eucaristía», el miedo se desvanece en la libertad
recobrada de los hijos de Dios, y la esperanza llena con su luz el
corazón de los pobres.
¡Solemnidad
del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo! He dicho: “un día para
la contemplación y la adoración”. He de añadir: un día para la
aceptación del don divino que es la vida eterna, un día para la
comunión con la eternidad de Dios.
Feliz
día, Iglesia cuerpo de Cristo. Feliz encuentro con tu Señor.
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