30 de Octubre del 2016
Pecadores
que quieren ver a Jesús:
Todos
sabemos quién queremos ser, en el lugar de quién queremos estar: Si
se trata del epulón y de Lázaro, escogemos llagas y miseria. Si se
trata del fariseo y el publicano, nos ponemos en la fila de los
aplastados por el peso del pecado. Si se trata de la gente y de
Zaqueo, ni se nos ocurre dudar en identificarnos con el pecador.
A
todos nos resulta familiar el lenguaje de las bienaventuranzas:
Dichosos los pobres… dichosos los que ahora tenéis hambre…
dichosos los que ahora lloráis… dichosos vosotros cuando os odien
los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre
como infame, por causa del Hijo del hombre…
Y,
sin embargo, nuestro modo de pensar, de hablar y de vivir compadrea
sin pudor con el epulón y el fariseo, y, como personas razonables
que somos, la bienaventuranza la situamos más en reír que en
llorar, más en desperdiciar alimentos que en padecer hambre, más en
excluir que en padecer exclusión.
Y
termino preguntándome si soy un Zaqueo de Jesús, o soy uno más de
ese ‘todos’, que murmuraban del Jesús de Zaqueo: “Ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador”.
Si
eres un Zaqueo de Jesús, es a ti a quien se dice: “Hoy ha sido la
salvación de esta casa… El Hijo del hombre ha venido a buscar y a
salvar lo que estaba perdido”.
Si
eres un Zaqueo de Jesús, son para ti las palabras de la
revelación: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único”.
Si
eres un Zaqueo de Jesús, eres tú quien acoge hoy al Señor,
quien se encuentra con él en la eucaristía, pues eres tú quien
escucha la invitación sorprendente: “Zaqueo, baja en seguida,
porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.
Esta
es una historia de pecadores, que saben que lo son y que quieren “ver
a Jesús”.
Si
el deseo no falta a la cita, tampoco faltará el Deseado: Cristo
Jesús se te hará palabra que escuchar y comunidad en la que alabar
al Dios de la misericordia; se te hará hambriento y sediento al que
acudir, enfermo y encarcelado al que visitar, desnudo al que vestir,
emigrante al que acoger; se te hará salvación para tu casa, pan del
cielo para tu camino, cuerpo entregado y sangre derramada para tu
comunión con el Resucitado.
Éste
será tu domingo, ésta será tu eucaristía: “Bajar”, “recibir
muy contento al Señor”, y con el Señor recibir también a los
pobres.
Feliz
domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.