jueves, 20 de julio de 2017
Domingo 3º del Tiempo ordinario (2011). Jesús es presentado en el evangelio - haciendo una alusión al libro de Isaías:”el pueblo vio una luz grande” – como luz que saca de las sombras y tinieblas, y llama a la conversión para que se instaure el Reino de Dios en cada uno de nosotros: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. El Reino de los Cielos es el Reino de Dios presente en Jesús, que cumple plenamente la voluntad del Padre. Por tanto, convertirse significa acercarse y encontrar a Jesús mismo. La primera acción de Jesús fue llamar a dos pescadores para que le siguieran: es la llamada, es la vocación.
1 Domingo 3º del Tiempo ordinario (2011). Jesús es presentado en el evangelio - haciendo una alusión al libro de Isaías:”el pueblo vio una luz grande” – como luz que saca de las sombras y tinieblas, y llama a la conversión para que se instaure el Reino de Dios en cada uno de nosotros: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. El Reino de los Cielos es el Reino de Dios presente en Jesús, que cumple plenamente la voluntad del Padre. Por tanto, convertirse significa acercarse y encontrar a Jesús mismo. La primera acción de Jesús fue llamar a dos pescadores para que le siguieran: es la llamada, es la vocación. Cfr. Domingo 3º del Tiempo ordinario, Ciclo A 23 enero 2011 - Mateo 4, 12-23; Isaías 8,23b-9-4; 1 Corintios 1, 10-13.17. Mateo 4, 12-23: 12 Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. 13 Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. 14 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: 15 «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles1 . 16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.» 17 Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: -«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» 18 Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. 19 Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» 20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 21 Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes. con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. 22 Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. 23 Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Isaías 9: 1 El pueblo que andaba a oscuras 2 vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. 3 Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro - la vara de su tirano - has roto, como el día de Madián. 4 Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. Salmo Responsorial: Salmo 27 (Vg 26): 1 El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? El Señor es el refugio de mi vida, ¿de quién tendré miedo? 4 Una cosa he pedido al Señor , una cosa sólo busco: morar en la Casa del Señor , todos los días de mi vida, para goza de las delicias del Señor y contemplar su Templo. 13 Estoy seguro de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos. 14 Espera en el Señor, sé recio, que se reanime tu corazón. 1. Introducción: aspectos presentes en el inicio del ministerio de Jesús en Galilea. Iniciamos hoy la lectura del Evangelio según S. Mateo, que nos acompañará durante todo el año. Sobre todo hoy quedan reflejadas en el evangelio tres realidades: a) el inicio del ministerio de Jesús (vv. 12-17). Jesús es presentado - haciendo una alusión al libro de Isaías – como luz que saca de las sombras y tinieblas, y llama a la conversión para que se instaure el Reino de Dios en cada uno de nosotros; b) la vocación de los primeros discípulos a los que llama el Señor (vv. 18-22), con los que formará más tarde el grupo de los Doce sobre los que fundará su Iglesia; c) una breve síntesis de la actividad del Señor (v. 23): recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo. (cfr también los dos versículos siguientes, que no aparecen en la liturgia de hoy, vv. 24-25). Los milagros son signos que 1 La predicación de Jesús se inicia en la "Galilea de los gentiles", en una región donde había una numerosa población pagana. Jesús predica, por tanto, en primer lugar, a los que aún no conocen la "luz" de la revelación porque viven en las "sombras" del paganismo. Por medio de estos paganos, la predicación de Jesús se dirige a todas las naciones. Así como Samaria era un territorio "herético" (adoraban en Garizim y no en Jerusalén: Jn 4,9.20), para los habitantes de Judea, Galiea era un territorio mezclado, porque se había establecido en ella mucha población no judía. Galilea era considerada por Judea – es decir, por Jerusalén, celosa de la ley, luz de la que vendría la salvación - como una región medio pagana. ¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Juan 1,46). 2 ayudan a entender que ya ha llegado el Reino de Dios: que es Jesucristo. Este reino “se difunde también en el interior de los hombres, porque Jesucristo comunica su vida, y, al mismo tiempo, se propaga en la Iglesia” 2 . 2. Cristo, la Palabra de Dios es luz para nuestro camino en la vida. Cristo es luz en la formación de la conciencia • CEC 1785 En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es necesario también examinar nuestra conciencia en relación con la Cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14). • CEC 1802 La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral. • CEC 5289: 529 La Presentación de Jesús en el Templo (cf.Lc 2, 22-39) lo muestra como el primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos". • CEC 1216: (…) el Verbo es la "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), 3. Características de la vocación de los discípulos Es el Señor quien llama Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme Novembre 1995, 3ª edicione, III Domenica del Tempo Ordinario: pp. 144-148 o La luz simboliza la iniciativa de Dios que se hace presente en los caminos y en las casa de los hombres. p. 145 • “El símbolo de la luz, clásico en todas las religiones para hablar de la divinidad, señala la iniciativa de Dios que rompe su aislamiento y se dirige al hombre, le envuelve y le implica en su luz, en su vida. Se subraya, por tanto, la iniciativa de Dios de modo especial. Al inicio está la Palabra que rompe el silencio, está Dios que se coloca en los caminos donde están las casas de los hombres, como se dice en el libro del Apocalipsis (3,20): “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”. Antes de invitarnos a que nos interesemos por Dios, la Biblia repite que es Dios el primero que se interesa por nosotros. Karl Barth, el teólogo protestante más grande del siglo XX, cambió la célebre expresión de Descartes Cogito ergo sum (pienso, luego existo), por la más cristiana Cogitor, ergo sum «soy pensado (por Dios) y por tanto existo». Nosotros vivimos y morimos en él, en el seno de su amor. o Es Jesús quien elige a sus apóstoles pp. 145-146 (cfr. p. 149) Esta afirmación fundamental de la fe bíblica está «descrita» también en el relato de san Mateo de la vocación de los primeros apóstoles. Efectivamente, Jesús cambió el modelo de la relación maestro-discípulo del mundo judío, donde era el discípulo quien elegía al rabbi-maestro, después de escucharlo en la plaza de un pueblo, en el cruce de caminos o en la sinagoga. Jesús, por el contrario, inaugura un modo antitético: él pasa por el litoral del lago de Tiberiades (el «mar de Galilea») y lanza una orden a aquellos dos hermanos: «Seguidme». Y ellos, ante la imprevista irrupción de Dios en su historia personal, dejan caer de sus manos las redes, y se embarcan en una aventura mucho más misteriosa de aquella que vivían en aquel lago frecuentemente de poco fiar aunque también rico de peces. En la última tarde de su vida terrena, en el Cenáculo, Jesús recordará a sus discípulos: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros» (Juan 15,16). o En la raíz de toda vocación humana hay una gracia, un amor p. 146 En la raíz de toda vocación humana hay una gracia, un amor. Pablo cita en la Carta a los Romanos un atrevido texto de Isaías (cfr. 65,1): «Me hallaron los que no me buscaban» 3 . El hombre puede estar 2 David Amado Fernández, Magnificat, Enero 2011, p. 320. 3 distraído; puede, incluso, huir como Jonás a la otra parte del mundo donde puede engañarse pensando que Dios no esté, puede tal vez caer en el abismo de la desesperación y de las tinieblas del pecado. Pero «tampoco las tinieblas son para ti oscuras, pues la noche brilla como el día, las tinieblas como la luz» (Salmo 139, 12), y también allí Tú nos alcanzas». o La decisión importante es la de dejarse conquistar, la de no huir durante toda la vida, la de no cerrar siempre los ojos ante las señales que envía Dios. pp. 146 La decisión importante es la de dejarse conquistar, la de no huir durante toda la vida, la de no cerrar siempre los ojos ante todas las señales, frecuentemente extrañas e inesperadas, que Dios hace destellar ante nosotros. Como decía san Agustín - un hombre que tanto huyó de Dios, pero que al fin se rindió y se abandonó totalmente en Él -, debemos tener miedo de dejar en el vacío el paso de Dios delante de nuestra casa y de nuestra vida. El Señor llamó a los doce para que estuvieran con él y para enviarlos (cfr. Marcos 3, 14). Características de esa llamada/elección. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros 2007, pp. 207-221; 144- 155 o Siempre es Dios quien elige • “A quienes trabajan en la cosecha de Dios no se les puede escoger simplemente como un patrón busca a sus obreros; siempre deben ser pedidos a Dios y elegidos por Él mismo para este servicio. Este carácter teológico se refuerza aún más cuando el texto de Marcos dice: «llamó a los que quiso». Uno no puede hacerse discípulo por sí mismo, sino que es el resultado de una elección, una decisión de la voluntad del Señor basada, a su vez, en su unidad de voluntad con el Padre” (pp. 208-209) o Dos aspectos íntimamente unidos: hay que estar con el Señor - pasar de la comunión exterior a la interior - precisamente para poder ser enviados. • “Los Doce tienen que estar con Él para conocer a Jesús en su ser uno con el Padre y así poder ser testigos de su ministerio. Tenían que haber estado con Él –como dirá Pedro antes de la elección de Matías – cuando «el Señor Jesús estuvo con nosotros» (cf. Hec 1, 8.21). Se podría decir que tienen que pasar de la comunión exterior con Jesús a la interior. Pero al mismo tiempo están ahí para ser los enviados de Jesús - «Apóstoles»», precisamente – los que llevan su mensaje al mundo, primero a las ovejas descarriadas de Israel, pero luego «hasta los confines de la tierra». Estar con Jesús y ser enviados parecen a primera vista excluirse recíprocamente, pero ambos aspectos están íntimamente unidos. Los Doce tienen que aprender a vivir con Él de tal modo que puedan estar con Él incluso cuando vayan hasta los confines de la tierra. El estar con Jesús conlleva por sí mismo la dinámica de la misión, pues, en efecto, todo el ser de Jesús es misión”. (pp. 210-111). o El cristiano no puede hacer frente, por sí solo, a los poderes que se oponen al reino de Dios (cfr. pp. 211-214), «las armas de Dios» se le han dado en la fe y en la comunión con el único verdadero Señor del mundo. • “Los hombres, y también las comunidades humanas, parecen estar irremediablemente abandonadas a la acción de estos poderes. El cristiano sabe que tampoco puede hacer frente por sí solo a esa amenaza. Pero en la fe, en la comunión con el único verdadero Señor del mundo, se le han dado las «armas de Dios» con las que - en comunión con todo el cuerpo de Cristo – puede enfrentarse a esos poderes, sabiendo que el Señor nos vuelva a dar en la fe el aire limpio para respirar, el aliento Creador, el aliento del Espíritu Santo, solamente en el cual el mundo puede ser sanado” (p. 214). o La nueva familia de Jesús: se expande por todos los pueblos superando los lazos carnales de la descendencia (cfr. pp. 144-145) • Una familia que es formada por “la adhesión a Jesús mismo” (p. 146) • La única condición para pertenecer a esa nueva familia “es la comunión con Jesús, comunión en la voluntad de Dios” (p. 149). 4. La vida como vocación 3 Nota del traductor: Cfr. San Josemaría, Via Crucis, V Estación: Simón ayuda a llevar la cruz de Jesús. Simón de Cirene: «Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz». 4 o Juan Pablo II El rechazo de una concepción de la existencia pasiva, aburrida y banal. • Juan Pablo II, 14-IX-2000: “Considerar la vida como vocación favorece la libertad interior, estimulando en la persona el deseo de futuro, conjuntamente con el rechazo de una concepción de la existencia pasiva, aburrida y banal”. o La primera vocación es el seguimiento de Jesús. Jesús no propone a los apóstoles una determinada praxis o estudio (de la Torà, ecc.), sino sencillamente que lo sigan. • De modo diferente a lo que sucedía en la época de Cristo, Jesús no propone a los apóstoles una determinada praxis o estudio (de la Torà, ecc.), sino sencillamente que lo sigan. Él mismo se ofrece como camino, verdad, ley. El es el Reino de Dios en nosotros. • CEC 2232: (...) Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús: (Cf Mateo 16, 25) «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí» (Mateo 10, 37). o Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios, que se manifiesta en Cristo. Acoger la palabra de Jesús es acoger el Reino. • CEC 543: El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (252), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cf Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5). • El Reino se manifiesta en Cristo. CEC 764: ö «Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo» (143). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino» (LG 5). El germen y el comienzo del Reino son el «pequeño rebaño» (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (145). Constituyen la verdadera familia de Jesús (Cf Mt 12, 49). ö A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva «manera de obrar», sino también una oración propia (Cf Mt 5-6). o Catecismo de la Iglesia Católica La vocación común de todos los discípulos de Cristo • La vocación común de todos los cristianos, llamada a la santidad y al apostolado (evangelización), se fundamenta en los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la Eucaristía. CEC 1533: El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son los sacramentos de la iniciación cristiana. Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo. Confieren las gracias necesarias para vivir según el Espíritu en esta vida de peregrinos en marcha hacia la patria. La vocación específica de cada fiel • Cada fiel cristiano debe descubrir su propia vocación específica. CEC 871. Los fieles cristianos: (...) cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo» (CIC can. 204, 1; cf LG 31). CEC 897: Los fieles cristianos: (...) Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo» (LG 31). • La vocación específica de los laicos. CEC 898: La vocación de los laicos [cfr. CEC 2105] Los laicos tienen como vocación propia el buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios... A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor» (LG 31). o San Josemaría Escrivà El Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la «trama de las ocupaciones de cada día», en el contexto ordinario en el que se desarrolla la existencia. • Juan Pablo II, 12/01/02: “Desde los comienzos de su ministerio sacerdotal, el beato Josemaría 5 Escrivá puso en el centro de su predicación la verdad de que todos los bautizados están llamados a la plenitud de la caridad, y que el modo más inmediato para alcanzar esta meta común se encuentra en la normalidad diaria. El Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la trama de las ocupaciones de cada día, en el contexto ordinario en el que se desarrolla la existencia. A la luz de estas consideraciones, las actividades diarias se presentan como un valioso medio de unión con Cristo, pudiendo transformarse en ámbito y materia de santificación, en terreno de ejercicio de las virtudes y en diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transfigura el trabajo y así es posible permanecer en la contemplación de Dios, incluso mientras se realizan diversas ocupaciones. Para cada bautizado que quiere seguir fielmente a Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller y el hogar pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, que eligió vivir durante treinta años una vida oculta. ¿Se podría poner en duda que el período que Jesús pasó en Nazaret ya formaba parte de su misión salvífica? Por tanto, también para nosotros la vida diaria, en apariencia gris, con su monotonía hecha de gestos que parecen repetirse siempre iguales, puede adquirir el relieve de una dimensión sobrenatural, transfigurándose así. (...) El fiel laico, al santificar su trabajo respetando las normas morales objetivas, contribuye eficazmente a construir una sociedad más digna del hombre y a liberar la creación que gime y sufre a la espera de la revelación de los hijos de Dios (cf. Rm 8, 19-22). Así coopera para modelar el rostro de una humanidad atenta a las exigencias de la persona y del bien común.” 5. La conversión o Es obra del Espíritu Santo • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1989: La primera obra de la gracia del Espíritu Santo es la conversión, que obra la justificación según el anuncio de Jesús al comienzo del Evangelio: «Convertíos porque el Reino de los cielos está cerca» (Mt 4, 17). Movido por la gracia, el hombre se vuelve a Dios y se aparta del pecado, acogiendo así el perdón y la justicia de lo alto. «La justificación entraña, por tanto, el perdón de los pecados, la santificación y la renovación del hombre interior» (Cc. de Trento: DS 1528). o El Reino de Dios. Necesidad de la conversión para que entremos en el Reino de Dios, o para que el Reino de Dios entre en nosotros, que es lo mismo. Las primera palabra de Jesús, al iniciar su ministerio: convertíos • Juan Pablo II, 30 agosto 2000: Las primeras palabras que pronuncia en público son éstas: «Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4, 17). Aparece así un término importante que Jesús ilustrará repetidamente tanto con sus palabras como con sus actos: «Convertíos», en griego «metanoéite», es decir, emprended una «metánoia», un cambio radical de la mente y del corazón. Es necesario dejar a las espaldas el mal y entrar en el reino de justicia, de amor y de verdad, que está comenzando. La trilogía de las parábolas de la misericordia divina recogidas por Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio constituye la representación más incisiva de la búsqueda activa y de la espera amorosa de Dios a su criatura pecadora. Al realizar la «metánoia», la conversión, el hombre vuelve, como el hijo pródigo, a abrazar al Padre, que nunca lo ha olvidado ni abandonado.” Los Apóstoles también comienzan su misión invitando a la conversión. • Juan Pablo II, 30 agosto 2000: La misión de los apóstoles también comenzó con una invitación apremiante a la conversión. Los que escuchaban su primer discurso, conmovidos en lo más profundo de su corazón, preguntaban con ansia: «¿Qué es lo que tenemos que hacer?». Pedro respondió: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2, 37-38). Esta respuesta de Pedro fue acogida inmediatamente: «unas tres mil almas» se convirtieron aquel día (cf. Hechos, 2, 41). Después de la curación milagrosa de un cojo, Pedro renovó su exhortación. Recordó a los habitantes de Jerusalén su horrendo pecado: «Vosotros renegasteis del Santo y del Justo (...), y matasteis al Jefe que lleva a la Vida» (Hechos, 3, 14-15). Sin embargo, atenuó su culpabilidad diciendo: «Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia» (Hechos 3, 17); después, los invitó a convertirse (cf. 3,19) y a cada uno le dio una esperanza inmensa: «Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades» (3,26). (...) Del mismo modo, el apóstol Pablo predicaba la conversión. Lo dice en su discurso al rey Agripa, describiendo así su apostolado: a todos, « he predicado que se convirtieran y que se volvieran a Dios haciendo obras dignas de conversión» (Hechos 26, 20; cf. 1 Ts 1,9-10). Pablo enseñaba que la «bondad de Dios te impulsa a la conversión». Inspirada por el amor (cf. Apocalipsis 3,19), la exhortación es vigorosa y manifiesta la urgencia de la conversión (cf. Apocalipsis 2,5.16.21-22; 3,3.19), pero es acompañada por 6 promesas maravillosas de intimidad con el Salvador (cf. 3,20-21). Por tanto, a todos los pecadores siempre se les abre una puerta de esperanza. «El hombre no se queda solo para intentar, de mil modos a menudo frustrados, una imposible ascensión al cielo: hay un tabernáculo de gloria, que es la persona santísima de Jesús el Señor, donde lo humano y lo divino se encuentran en un abrazo que nunca podrá deshacerse: el Verbo se hizo carne, en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado. Él derrama la divinidad en el corazón enfermo de la humanidad e, infundiéndole el Espíritu del Padre, la hace capaz de llegar a ser Dios por la gracia» («Orientale lumen», n.15). ” La conversión en nuestros proyectos. Cfr. Amigos de Dios (Homilía «Tras los pasos del Señor», n. 138,7 • “El espíritu de penitencia lleva a no apegarse desordenadamente a ese boceto monumental de los proyectos futuros, en el que ya hemos previsto cuáles serán nuestros trazos y pinceladas maestras. ¡Qué alegría damos a Dios cuando sabemos renunciar a nuestros garabatos y brochazos de maestrillo, y permitimos que sea El quien añada los rasgos y colores que más le plazcan!”. Otros textos de JPII En «Dives in misericordia» y «Dominum et vivificantem». • La conversión es fruto del encuentro con Dios Padre, rico en misericordia. “La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno (Cf. 1 Cor 13,4) a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » (2Cor 1,3) es fiel hasta las últimas consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.” (JPII, Dives in misericordia, 13). • La conversión no es solamente un momentáneo acto interior, sino una disposición estable, una componente de nuestra peregrinación en esta tierra. “El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo « ven » así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a El. Viven pues in statu conversionis; es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo hombre por la tierra in statu viatoris.” (JPII, Dives in misericordia, 13). • La infinita misericordia de Dios es limitada, por parte del hombre, solamente por la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia. “La misericordia en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita. Infinita pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo.” (JP II, Dives in misericordia, 13). • La conversión es obra del Espíritu Santo: “Jesús dice: « Recibid el Espíritu Santo: A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos ».(Jn 20,22s.), Jesús confiere a los apóstoles el poder de perdonar los pecados, para que lo transmitan a sus sucesores en la Iglesia. Sin embargo, este poder concedido a los hombres presupone e implica la acción salvífica del Espíritu Santo. Convirtiéndose en « luz de los corazones »,( Cf. Secuencia Veni, Sancte Spiritus) es decir de las conciencias, el Espíritu Santo « convence en lo referente al pecado », o sea hace conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien. Merced a la multiplicidad de sus dones por lo que es invocado como el portador « de los siete dones », todo tipo de pecado del hombre puede ser vencido por el poder salvífico de Dios. En realidad —como dice San Buenaventura— « en virtud de los siete dones del Espíritu Santo todos los males han sido destruidos y todos los bienes han sido producidos ».( S. Buenaventura, De los siete dones del Espíritu Santo, II,3) Bajo el influjo del Paráclito se realiza, por lo tanto, la conversión del corazón humano, que es condición indispensable para el perdón de los pecados. Sin una verdadera conversión, que implica una contrición interior y sin un propósito sincero y firme de enmienda, los pecados quedan « retenidos », como afirma Jesús, y con El toda la Tradición del Antiguo y del Nuevo Testamento. En efecto, las primeras palabras pronunciadas por Jesús al comienzo de su ministerio, según el Evangelio de Marcos, son éstas: « Convertíos y creed en la Buena Nueva » (1,15)” (JPII, Dominum et vivificantem, 42). www.parroquiasantamonica.com
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