jueves, 20 de julio de 2017
La vocación. Seguir a Jesús, equivale a fiarse de él y hacer las cosas como el Maestro indique. La vocación de los primeros cristianos: Simón, Andrés, Santiago y Juan.
1
La vocación. Seguir a Jesús, equivale a fiarse de él y hacer las cosas
como el Maestro indique. La vocación de los primeros cristianos: Simón,
Andrés, Santiago y Juan.
Cfr. LA VOCACIÓN EN LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Fuente: www.primeroscristianos.com
EL SÍGUEME DE SIMÓN, ANDRÉS, SANTIAGO Y JUAN
JESÚS HABÍA DEJADO
A JUAN, ANDRÉS,
SANTIAGO, SIMÓN,
FELIPE Y NATANAEL
CON UNA INQUIETUD
EN EL ALMA. AHORA
CREEN, PERO VIVEN
IGUAL QUE ANTES.
SU FE ES UNA SEMILLA
QUE AÚN DEBE
GERMINAR. SABEN QUE
TIENEN QUE HACER
ALGO, PERO NO SABEN
QUÉ.
Entonces llega Jesús donde ellos trabajan, acude a buscarlos junto al lago de
Genesaret. Este lago es un lugar privilegiado de la naturaleza. Sus medidas
son de veinte y diez kilómetros, entre su longitud máxima y su anchura. Ni
demasiado grande, ni demasiado pequeño. Lo suficiente para una medida humana
y acogedora. Sus aguas dulces son fruto de las altas cumbres del monte Hermón,
y las vierte, a su vez, en el Jordán.
Le rodea una vegetación arborada y su entorno son prados. En las épocas
primaverales la pradera se llenan de pequeñas flores que le dan un agradable
colorido. La temperatura es deliciosa, ya que es un clima levantino algo alejado de
la costa, con vientos provenientes de las cercanas montañas, que atemperan las
épocas más calurosas. Los puertos de pescadores se suceden a poca distancia
unos de otros, pues la pesca es abundante.
2
Por su
emplazamiento, es
un lugar donde los
hombres pueden
vivir a gusto, sin
las agresiones del
excesivo frío o del
calor fuerte, con
agua y con luz.
Se presta a estar
largos ratos al aire
libre en
conversación
amistosa; y las
pocas lluvias
favorecen más aún
estas reuniones con
el cielo por techo y
sentados en la
hierba.
Alrededor del lago, a una cierta distancia, se elevan pequeñas colinas desde las
que de una mirada se domina todo el lago; las puestas de sol invitan a la oración
y a agradecer a Dios la belleza de lo creado.
Nazaret está relativamente cerca, aunque alejada de sus orillas; entre las
poblaciones que se encuentran allí se puede contar: Betsaida - lugar de
nacimiento de Pedro, Juan, Felipe, Andrés y Santiago-; Cafarnaúm -donde vivían
Pedro y Andrés cuando Jesús les llamó definitivamente-; Magdala -lugar de la
conversión de la mujer pecadora; Tabigha -donde se realizó la segunda pesca
milagrosa, la de los 153 peces grandes bien contados-; Tiberíades -localidad
romana de mala fama entre los judíos-, y pequeños puertos de pescadores.
Este es el marco del segundo encuentro de Jesús con algunos de sus futuros
apóstoles. La semilla dejada en su alma en el primer encuentro con el Señor va a
dar aquí su primer fruto.
Los seis primeros, después de hablar con Jesús, volvieron a sus casas con la
inquietud en el alma. No pueden ser indiferentes a lo que han visto y oído. El
encuentro con Cristo había sido muy intenso. Jesús había entrado en sus almas
hasta lo más hondo.
Cierto que ellos habían puesto pocas dificultades y estaban llenos de buena
voluntad; pero hemos de reconocer que es difícil acostumbrarse a lo desconocido; y
más aún si se trata de un encuentro con el Mesías anunciado por los profetas y
esperado durante tantos siglos por los israelitas. Jesús había dicho a unos que era
Él a quien esperaban: el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A otro le
cambió el nombre. A otro lo entusiasma. Alguien descubre en Él al Hijo de Dios y al
rey de Israel.
Los detalles del primer encuentro y la hondura de las primeras palabras bullen en
su interior, también cuando se dedicaban a sus tareas habituales de pesca. La
simiente lanzada a voleo por el sembrador iba desarrollándose en su alma. Iban
asimilando lo oído y lo visto. Y esto requiere un cierto tiempo, aunque sea
poco.
3
Jesús deja pasar los
días para que
maduren la experiencia
de aquel primer
encuentro. Después,
los busca para realizar
una segunda llamada,
la definitiva. Esta
llamada es repentina
pero la respuesta fue
rápida, lo que significa
que han reflexionado
sobre el primer
encuentro.
Después de la
manifestación en Judea
y Nazaret las almas ya
están maduras, y
Jesús se presenta en Cafarnaúm. Al verle, los seis sienten un gran
sobresalto.
La alegría es grande en todos, aunque en alguno apareciese una cierta inquietud, al
presentir que aquella visita tan grata le iba a complicar la vida; pero,
difícilmente podía seguir su vida como hasta el momento.
Lo recibieron con gusto, y Jesús se quedó, con gozo, con sus nuevos amigos. Jesús
que sabe lo que pasa por su interior, se dirige a ellos y les dice algo inesperado y
deseado al mismo tiempo: sígueme, o seguidme. El Señor quiere dejar bien claro
que no le eligen ellos a Él como Maestro, sino que libremente les elige a ellos
como discípulos.
La llamada se dio al pasar Jesús cerca de ellos. Parece aparente casual, rápida,
como dicha de paso; pero no es así. Cristo los busca, ha ido a su pueblo
deliberadamente, se dirige con toda intención a la orilla donde están, y pasa
por sus vidas en el momento elegido por El: "Y, al pasar junto al mar de Galilea, vio
a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban las redes en el mar, pues
eran pescadores. Y les dijo Jesús: Seguidme, y os haré pescadores de hombres. Y,
al instante, dejaron las redes y le siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago el
de Zebedeo y a Juan su hermano, que remendaban las redes en la barca. Y
enseguida los llamó. Y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros,
se fueron tras él"( Mt y Mc).
Atardecer en el lago de Genesaret
4
¿Qué quiere
decir
sígueme? ¿Es
un mandato o
una petición?
No es fácil
contestar,
pues nos falta
conocer el
acento con
que Jesús
pronuncia la
palabra.
Sígueme
tiene algo de
mandato y
algo de
súplica. La
Voluntad de
Dios se
exterioriza en
esta palabra,
por tanto es un mandato; pero al mismo tiempo suplica una respuesta libre. Es un
mandato, pero con un acento amoroso.
Es como decir: “si quieres puedes ser mi discípulo, pero ten en cuenta que es Dios
quien te lo pide”, o bien: “quiero que me sigas, aunque eres muy libre para
decidirte”. No en vano el amor es más exigente que la justicia y cuando es el
Amor el que llama, una súplica es un mandato.
¿Qué contenido tiene la propuesta de seguir a Jesús? Lo vemos claro en la
respuesta de los apóstoles: dejar sus ocupaciones, su modo de vida, y vivir
como el mismo Jesús. Les pedía un cambio de vida respecto a Dios, y , a la vez:
dedicarse a una tarea algo enigmática.
Era lógico hacer preguntas, enterarse bien sobre lo que deben hacer; cómo
quedaría la familia, las barcas, y mil detalles de determinada importancia. Pero no
hicieron preguntas. Creen en Jesús, se fían de Él, y por eso le siguen
dejándolo todo. Andrés y Pedro dejaron las redes tal y como estaban. Santiago y
Juan dejaron a su padre boquiabierto, aun en el supuesto de que Zebedeo
conociera algo por las
conversaciones familiares
de aquellos días.
La vocación de los Apóstoles
5
Dejaron todo "al instante, al momento". No hubo dilación, ni excusas más o
menos razonables. Esa prontitud en la entrega es importante. En el caso de estos
cuatro apóstoles no era imprudencia, ni una temeridad, pues conocían bien quién
era Jesús, y creían en Él, tenían la formación básica que proporcionaba la Ley,
unida a la que les había dado Juan Bautista.
Si hubiera sido un acto generoso, pero imprudente, Jesús no les hubiera admitido
en su compañía. No quiere decir esto que ya fuesen perfectos, ni siquiera de que
tuviesen perfecta conciencia de lo que se les pedía. Jesús les llama precisamente
para formarlos, y conoce muy bien sus carencias intelectuales y humanas.
Pero la valentía, la firmeza, la prontitud en la decisión es necesaria en la
generosidad. Seguir a Jesús es convivir con Él. La perspectiva es halagüeña, pero
no fácil. Jesús se exige mucho; les conocerá muy de cerca y la experiencia
muestra la diferencia entre un trato diario y continuado y uno esporádico.
La convivencia diaria permite que afloren defectos: desalientos, malhumor, pereza,
espíritu crítico, envidia y tantos otros. Pero sólo esa convivencia hará posible
una educación y una formación de filigrana.
Las grandes ideas y los consejos sabios se concretarán en correcciones concretas y
en costumbres detalladas, como el control de la lengua, la paciencia ante los
inoportunos, no dejar nunca para después la oración y mil cosas más.
Santiago y Juan dejan a su padre Zebedeo. Pedro, a su familia. No se trata pues de
dejar cosas malas o indiferentes, sino realidades tan buenas como la familia. Cabía
argüir, como excusa para la entrega, que el cuarto mandamiento es muy
importante; pero el primero lo es más, y no pueden estar en oposición.
El contenido de la petición del “sígueme” con el que Jesús llama a los
discípulos se puede resumir en “comprometerse”. No les muestra al principio
todo lo que van a hacer, ni les explica si van a vivir una vida célibe, o alejada de su
mujer para el que estuviese casado, ni si tendrán que vivir un determinado tipo de
vida, o de estudio. Si les hubiese hablado al principio de la Cruz se hubiesen
asustado, y quizá no se hubiesen atrevido a la entrega. Parece claro que, seguirle,
equivale a fiarse de Jesús y hacer las cosas como el Maestro les indique.
ENRIQUE CASES,
“Tres años con Jesús”,
Ediciones internacionales universitarias.
Pedidos a eunsa@cin.es
www.encuentra..com
www.parroquiasantamonica.com
Mar de Tiberíades
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.