jueves, 20 de julio de 2017

Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2011). La vocación cristiana. En el Evangelio: el seguimiento del Señor; en Jeremías: una historia de amor, el Señor le sedujo; en san Pablo: el verdadero culto a Dios es la ofrenda de la propia vida. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados.


1 Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2011). La vocación cristiana. En el Evangelio: el seguimiento del Señor; en Jeremías: una historia de amor, el Señor le sedujo; en san Pablo: el verdadero culto a Dios es la ofrenda de la propia vida. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Cfr. Domingo 22 tiempo ordinario Año A 28 agosto 2011 1ª Lectura Jeremías 20,7-9: 7 Tú me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido. Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día. 9 Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar. Salmo Responsorial 63,2-6.8-9: 2 Oh Dios, tú eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy buscando, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti mi ser entero desfallece cual tierra de secano árida y falta de agua. 3 Así en el santuario te contemplo para ver tu gloria y tu poder. 4 Tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán; 5 toda mi vida te bendeciré, en tu nombre levantaré mis manos; 6 me saciaré como en banquete espléndido, mi boca te alabará con labios jubilosos. 8 porque tú eres mi auxilio y a la sombra de tus alas me recreo; 9 me abrazo a ti con toda el alma, y tu diestra me sostiene. 2ª Lectura Rom 12,1-2: 1 Hermanos, os ruego, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios; éste es el culto que debéis ofrecer. 2 Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Evangelio Mt 16,21-27: 21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos del pueblo, de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley, ser matado y resucitar al tercer día. 22 Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle: «¡Dios te libre, Señor! ¡No te sucederá eso!». 23 Pero él, volviéndose, le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, pues eres un obstáculo para mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres». 24 Luego dijo a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. 26 ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. LA VOCACIÓN CRISTIANA: LA FE Y EL SEGUIMIENTO DE CRISTO ESTÁN ESTRECHAMENTE RELACIONADOS. 1. Evangelio o a) El Señor anuncia por primera vez su pasión (Mateo 16, 21). • El Señor introduce la descripción de todas las acciones que iba a realizar (ir a Jerusalén, padecer, ser matado y resucitar al tercer día) con la expresión “tenía que” (debía). Todo sucedería necesariamente como obediencia a la voluntad del Padre, que ofrece así la salvación a la humanidad. Por parte de Jesús se trata de una obediencia consciente al proyecto de Dios Padre. o b) Los discípulos no comprenden ese proyecto. Jesús indica a los discípulos en qué consiste la entrega que él les pide, en qué consiste el seguimiento de Jesús. • También Pedro se escandaliza, pero tiene el coraje de hablar. La incomprensión de los discípulos se puede explicar de diversos modos. Tal vez se puede resumir en que no entienden que el Reino de Dios se realiza a través del sufrimiento de un inocente. La reacción de Jesús es clara. Por una parte llama a Pedro “Satanás” porque sus sentimientos no son los de Dios sino los de los hombres. Por otra, en los vv. 24-26 dice a todos los discípulos frases categóricas: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?». Indica así el contenido del seguimiento de Cristo, de lo que significa ser su discípulo. 2 2. Primera Lectura, del Libro de Jeremías o Su figura Jeremías vivió entre el VII y el VI siglo a.C., en una de las épocas más funestas de la historia de Israel. Dios le confió la misión de anunciar a Israel el castigo del exilio que sufriría para purificar su fe con vistas a nueva alianza entre Dios y su pueblo, que anunciará Jeremías en el capítulo 31. Así como hubo profetas cuya misión era la de consolar a Israel, la misión de Jeremías fue la de hablar del castigo punitivo y, por tanto, más que nada ser el típico “profeta de las desgracias”; como consecuencia fue odiado y perseguido y maltratado por sus opositores. o Su vocación: el Señor me ha seducido. Se podría añadir que los profetas han experimentado la incomprensión, en cuanto que tenían que hablar de parte de Dios de modo que, muchas veces, su palabra entraba en colisión con el modelo de vida y los comportamientos de los que les escuchaban. Jeremías en 20, 7-18 hace sus confesiones. Abre su corazón para expresar que, por una parte, se siente aislado en el cumplimiento de la misión que Dios le había encomendado y, por otra, confiesa que se sabe sostenido por el Señor. Jeremías comienza explicando su vocación como una historia de amor: el Señor le ha elegido antes de nacer, lo ha “seducido” y lo llama a ser profeta, a pesar de su resistencia y dudas y rebeldías (cfr. el primer capítulo del libro de Jeremías). Con la ayuda del Señor supo superar pruebas muy duras. o Jeremías se siente incomprendido y aislado Al llevar a cabo su misión tiene que soportar un aislamiento social. Es lo que leemos hoy en la primera Lectura: “Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día” (vv. 7-8). Siente fuertemente la tentación de renunciar a la misión que había recibido de Dios: “No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre” (v. 9). Pero acepta que la vocación es irrevocable El mismo Jeremías admite que es imposible dejar de lado la vocación recibida, y, para explicar la fuerza de Dios que le llama, utiliza la imagen de un fuego interno - en sus huesos - abrasador : “Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar” (v. 9). La oración del profeta “cara a cara con Dios”: a veces es una escucha, a veces es un litigio o a veces es una queja. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2584 En el "cara a cara" con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf Amós 7,2 Amós 7,5 Isaías 6,5 Isaias 6,8 Isaías 6,11 Jeremías 1,6 Jeremías 15,15-18 Jeremías 20,7-18). • Cfr. Verbum Domini, 24. 24. La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él.[73] En los Salmos, en efecto, encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabiduría ante Dios; aquí se encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos, hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión (cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Ex 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jr 20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana,[74] y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada divina.[75] 3 [73] Cf. Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 721-730. [74] Cf. Propositio 4. [75] Cf. Relatio post disceptationem, 12. 3. Segunda Lectura de la Carta a los Romanos: el culto espiritual o El culto espiritual agradable a Dios es la ofrenda de la propia vida, el sacrificio de la propia existencia. Hoy leemos el texto que, seguramente, es uno de los más importantes en la Escritura para explicar lo que es en la vida cristiana el culto espiritual, el verdadero culto a Dios: la ofrenda de la propia vida para seguir la voluntad de Dios, como “como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios”. En la Escritura, en este caso, “cuerpo” equivale a “vida”. Se trata del sacrificio de la propia existencia. Aparece claro en el v. 2: “Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. El “culto racional” del que habla san Pablo en su Carta los Romanos, lleva a orientar la vida a Dios, rechazando la mentalidad de quien reduce la identidad del hombre a lo que come o a la satisfacción de necesidades. 4. Algo común en estas Lecturas o La fe, don de Dios, es necesaria para comprender los proyectos de Dios Uno de los rasgos que aparece en las Lecturas de hoy, es el hecho de que los proyectos de Dios son de tal manera únicos que las criaturas tenemos serias dificultades para comprenderlos. Para su comprensión es necesaria la fe, don del mismo Dios, con el fin de que podamos superar nuestras convicciones y llegar a pensar y obrar de acuerdo con los pensamientos de Dios. 5. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en La Jornada Mundial de la Juventud, Madrid, 21 de agosto de 2011, La fe es un don de Dios que no proporciona solo información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión a su persona, el seguimiento. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. También hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone. 4 6. La fe como nuevo principio operativo Cfr. Livio Melina, José Noriega, Juan José Pérez-Soba, Una luz para el obrar. Experiencia moral, caridad y acción cristiana. Palabra 2006. La fe como nuevo principio operativo: pp. 192-194. • “Debemos ahora desarrollar una segunda serie de reflexiones que permitan captar el valor de la fe como «nuevo principio operativo», según la expresión usada por Veritatis splendor, n. 88. La palabra bíblica que iluminará nuestra reflexión es la de la Carta a los Gálatas (5,6): «la fe que obra mediante la caridad»”. (p. 192) (…) • “La fe bíblica no es nunca un puro creer teórico, sino que se expresa siempre, necesariamente, en un obrar. En la Sagrada Escritura, creer significa obrar: salir del propio país, aceptar el realizar un sacrificio, marcharse de Egipto, obedecer a las palabras de la Alianza. Solo en la acción se expresa la propia fe en Dios, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7, 21). Y, por esto, el gran discurso moral de Jesús, conocido como el Sermón de la Montaña, se cierra con la amonestación de que una sólida construcción de la propia vida se fundamenta sobre la unidad entre escuchar y poner por práctica aquello que se ha oído, de otro modo sería como haber construido sobre arena, en vez de sobre roca (cfr. Mateo 7, 24-27). El verdadero discípulo que sigue a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión de fe. (…) De nuevo nos vuelve para este propósito la referencia cristológica de la fe, como fundamento de su unidad con la vida. Es precisamente la definición de fe presentada en la constitución Dei Verbum (n. 5) la que nos recuerda su esencial dimensión personalista y existencial.: «Cuando Dios se revela - dicen los Padre conciliares -, el hombre tiene que someterse en la fe. Por la fe, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece «el homenaje total de su entendimiento y voluntad», asintiendo libremente a lo que Dios revela». Sin negar la dimensión de contenido de la verdad a creer, que se reconoce en el homenaje del entendimiento y de la voluntad, el Concilio Vaticano II valora el aspecto personalista más fundamental de la fe, que implica un abandono de toda la propia persona a Dios que se ha revelado en la Persona de Jesús. La fe cristiana tiene, entonces, la forma específica de una relación con Jesús, reconocido como Hijo del Padre y como camino que llega a la praxis y se expresa en el obrar”. (pp. 193-194). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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