jueves, 20 de julio de 2017

Inmaculada Concepción (2013). Ella dijo sí al proyecto del Señor. La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal y la victoria de Dios en el linaje de la mujer. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia, y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo.



1 Inmaculada Concepción (2013). Ella dijo sí al proyecto del Señor. La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal y la victoria de Dios en el linaje de la mujer. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia, y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. 2º Domingo de Adviento Ciclo A (8 diciembre de 2013). El juicio de Cristo en la vida cristiana. Cristo Juez forma parte de la fe cristiana. Quien confiesa a Cristo como salvador no lo teme como juez. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza, pero que exige la responsabilidad. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, atendiendo una solicitud de la Conferencia Episcopal Española, ha dispensado para el presente año 2013 (en que coinciden la Solemnidad de la Inmaculada y el 2º domingo de Adviento) de las normas litúrgicas que imponen el traslado de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción al lunes siguiente, por lo que en España se celebra este domingo dicha solemnidad. Para ello, y con el fin de no perder el sentido del domingo II de Adviento, lo siguiente: - La segunda lectura de la Misa debe ser la del segundo domingo de Adviento. - En la homilía debe hacerse mención del Adviento. - En la Oración universal se debe hacer, al menos, una petición con el sentido del Adviento y concluir con la Oración colecta del domingo II de Adviento. A. SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN 8 de diciembre de 2013 Primera Lectura, de la Solemnidad: Génesis 3, 9-15.20; segunda Lectura del 2º domingo de Adviento, Ciclo A: Romanos 15, 4-9; Evangelio de la Solemnidad Lucas 1, 26-38. - Oración Colecta del 2º domingo de Adviento: Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios. (Benedicto XVI, Homilía, 8 de diciembre de 2005) Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. (Evangelio, Lucas 1, 38) 1. Significado de la “Inmaculada”: dos imágenes Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de la celebración de los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, 8 de diciembre 2005. Primera imagen. El relato del anuncio a María: el Señor está en ella; ella dice sí al Señor. o Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo. Pero ahora debemos preguntarnos: ¿Qué significa "María, la Inmaculada"? ¿Este título tiene algo que decirnos? La liturgia de hoy nos aclara el contenido de esta palabra con dos grandes imágenes. Ante todo, el relato maravilloso del anuncio a María, la Virgen de Nazaret, de la venida del Mesías. El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento, especialmente del profeta Sofonías. Nos hace comprender que María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el "resto santo" de Israel, al que hacían referencia los profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo. 2 o Ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios. Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del salmo: "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). Ella es el vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia con Adán y Eva, o durante el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María, cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo, el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia, convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios. Segunda imagen, del libro del Génesis: se predice que, durante la historia, continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir entre el hombre y las fuerzas del mal y de la muerte; y se anuncia que “el linaje” de la mujer un día vencerá y así, mediante el hombre, Dios vencerá. . o La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia, y no se fía de él. El hombre, tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, de que es un competidor que limita nuestra libertad. La segunda imagen es mucho más difícil y oscura. Esta metáfora, tomada del libro del Génesis, nos habla de una gran distancia histórica, que sólo con esfuerzo se puede aclarar; sólo a lo largo de la historia ha sido posible desarrollar una comprensión más profunda de lo que allí se refiere. Se predice que, durante toda la historia, continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir, entre el hombre y las fuerzas del mal y de la muerte. Pero también se anuncia que "el linaje" de la mujer un día vencerá y aplastará la cabeza de la serpiente, la muerte; se anuncia que el linaje de la mujer —y en él la mujer y la madre misma— vencerá, y así, mediante el hombre, Dios vencerá. Si junto con la Iglesia creyente y orante nos ponemos a la escucha ante este texto, entonces podemos comenzar a comprender qué es el pecado original, el pecado hereditario, y también cuál es la defensa contra este pecado hereditario, qué es la redención. ¿Cuál es el cuadro que se nos presenta en esta página? El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Él quiere tomar por sí mismo del árbol del conocimiento el poder de plasmar el mundo, de hacerse dios, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte. o La libertad de un ser humano es la de un ser limitado, por tanto es limitada. Amor no es dependencia, sino don que nos hace vivir. La libertad de un ser humano es la libertad de un ser limitado y, por tanto, es limitada ella misma. Sólo podemos poseerla como libertad compartida, en la comunión de las libertades: la libertad sólo puede desarrollarse si vivimos, como debemos, unos con otros y unos para otros. Vivimos como debemos, si vivimos según la verdad de nuestro ser, es decir, según la voluntad de Dios. Porque la voluntad de Dios no es para el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace imagen de Dios, y así criatura libre. Si vivimos contra el amor y contra la verdad —contra Dios—, entonces nos destruimos recíprocamente y destruimos el mundo. Así no encontramos la vida, sino que obramos en interés de la muerte. Todo esto está relatado, con imágenes inmortales, en la historia de la caída original y de la expulsión del hombre del Paraíso terrestre. 2. En el relato del Génesis no sólo se describe la historia del inicio, sino también la historia de todos los tiempos. Todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de la celebración de los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, 8 de diciembre 2005. Queridos hermanos y hermanas, si reflexionamos sinceramente sobre nosotros mismos y sobre nuestra historia, debemos decir que con este relato no sólo se describe la historia del inicio, sino también la historia de todos los tiempos, y 3 que todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar reflejado en las imágenes del libro del Génesis. Esta gota de veneno la llamamos pecado original. La sospecha de que quien no peca es aburrido; de que un poco de mal es bueno para experimentar la plenitud del ser Precisamente en la fiesta de la Inmaculada Concepción brota en nosotros la sospecha de que una persona que no peca para nada, en el fondo es aburrida; que le falta algo en su vida: la dimensión dramática de ser autónomos; que la libertad de decir no, el bajar a las tinieblas del pecado y querer actuar por sí mismos forma parte del verdadero hecho de ser hombres; que sólo entonces se puede disfrutar a fondo de toda la amplitud y la profundidad del hecho de ser hombres, de ser verdaderamente nosotros mismos; que debemos poner a prueba esta libertad, incluso contra Dios, para llegar a ser realmente nosotros mismos. En una palabra, pensamos que en el fondo el mal es bueno, que lo necesitamos, al menos un poco, para experimentar la plenitud del ser. Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice que es la fuerza "que siempre quiere el mal y siempre obra el bien" (Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario. o Pero hemos de reconocer que no es así: el mal envenena El mal envilece y humilla; quien se abandona en Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista, no pierde su libertad. Pero al mirar el mundo que nos rodea, podemos ver que no es así, es decir, que el mal envenena siempre, no eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; no lo hace más grande, más puro y más rico, sino que lo daña y lo empequeñece. En el día de la Inmaculada debemos aprender más bien esto: el hombre que se abandona totalmente en las manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta. Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Cuanto más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos en María. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está también tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque ella lo comprende todo y es para todos la fuerza abierta de la bondad creativa. En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de estos pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa. María nos dice que hay que ser valientes: osar con Dios, no tenerle miedo Como Madre que se compadece, María es la figura anticipada y el retrato permanente del Hijo. Y así vemos que también la imagen de la Dolorosa, de la Madre que comparte el sufrimiento y el amor, es una verdadera imagen de la Inmaculada. Su corazón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad de Dios se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está ante nosotros como signo de consuelo, de aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros, diciendo: "Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas miedo de él. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la bondad. Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad infinita de Dios no se agota jamás". En este día de fiesta queremos dar gracias al Señor por el gran signo de su bondad que nos dio en María, su Madre y Madre de la Iglesia. Queremos implorarle que ponga a María en nuestro camino como luz que nos ayude a convertirnos también nosotros en luz y a llevar esta luz en las noches de la historia. Amén. 3. María acoge con fidelidad la misión que Dios le encomienda. Esta adhesión a Dios al proyecto de Dios se llama, en la Iglesia Católica, la «obediencia de la fe», que es la cooperación libre y activa con el proyecto salvífico de Dios. o La autodefinición de «sierva»/«esclava» es expresión de la radical adhesión al Señor. • Es llamada por el ángel Gabriel «llena de gracia» (Lc 1, 28), y ella responde llamándose a sí misma «la esclava del Señor» (Lc 1, 38). • Alguien ha escrito que esa autodefinición de María, sierva, en el lenguaje bíblico no es “tanto una expresión de humildad como la alegre y solemne decisión de adherir radicalmente, sin reservas y reticencias, al Señor. En su vida ha adherido siempre totalmente al proyecto de Dios”. 4 • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 149: “Durante toda su vida, y hasta su última prueba (Cf Lucas 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.” • San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 172. Con otras palabras: por esa obediencia a la palabra de Dios, María es considerada como prototipo ideal del creyente. “El valor sobrenatural de nuestra vida no depende de que sean realidad las grandes hazañas que a veces forjamos con la imaginación, sino de la aceptación fiel de la voluntad divina” • S. Biblia, antiguo Testamento, Libros poéticos y sapienciales, Eunsa 2001, Salmo 123,2. En la Escritura, y más concretamente en el Antiguo Testamento, con la palabra siervo o esclavo se quiere resaltar - más allá de la resonancia que esas palabras puedan tener en nuestra época – “la total dependencia del pueblo respecto a Dios, su único Señor, del que le viene todo bien. En la actitud del esclavo podemos ver también una invitación a estar pendientes del Señor en toda circunstancia, a buscar su presencia de continuo y vivir con el corazón puesto en él”. Valga como ejemplo, lo que se nos dice en el Salmo 123: “Como los ojos de los esclavos miran a las manos de sus señores, como los ojos de la esclava, a la mano de su señora, así miran nuestros ojos al Señor nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros”. Se ha escrito que aquí lo que cuenta es la actitud, “la espera continua, el recurso confiado y el anhelo permanente” (cfr La Casa de la Biblia, Comentario al Antiguo Testamento, 1997, Salmo 123), una actitud necesaria para cooperar con el proyecto de Dios. o La «obediencia de la fe», o adhesión de fe, en la Virgen al proyecto de Dios • En la Iglesia Católica esa actitud de adhesión al proyecto de Dios, se llama «obediencia de la fe» (Romanos 1,5), o adhesión de fe, que viene así descrita por lo que se refiere a la Virgen en el Catecismo, n. 148: “La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible para Dios» (Lucas 1, 37) (Cf Gn 18, 14) y dando su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Isabel la saludó: «¡Dichosa la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45). Por esta fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (Cf Lucas 1,48).” o El Concilio Vaticano II, expresa de este modo sintético la cooperación activa de María a los planes de Dios: • “Abrazando la voluntad salvífica de Dios, con generoso corazón y sin el impedimento de pecado alguno, se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la Persona y a la obra de su Hijo, sirviendo bajo El y con El, por la gracia de Dios omnipotente, al misterio de la Redención. Con razón, pues, los Santos Padres consideran a María, no como un mero instrumento pasivo en las manos de Dios, sino como cooperadora a la salvación humana por la libre fe y obediencia. Porque ella, como dice San Ireneo (Ad. Haer., III, 22, 4: PG 7, 959 A; Harvey, 2, 123), "obedeciendo fue causa de su salvación propia y de la de todo el género humano" . Por eso no pocos Padres antiguos en su predicación, gustosamente afirman con él: "El nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María: lo que ató la virgen Eva por la incredulidad, la Virgen María lo desató por la fe"(S. Ireneo, ibidem; Harvey, 2, 124); y comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes" (S. Epifanio, Haer., 78, 18: PG 42, 728 CD-729 AB), y afirman con mucha frecuencia: "la muerte vino por Eva, por María la vida" (S. Jerónimo, Epist., 22, 21: PL 22, 408. Cf. S. Agustín, Serm., 51, 2, 3: PL 38, 335; Serm., 232, 2: col. 1.108. S. Cirilo de Jer., Catech., 12, 15: PG 33, 741 AB. S. Juan Crisóstomo, In Ps., 44, 7: PG 55, 193. S. Juan Damasceno, Hom., 2 in dorm., B. M. V., 3: PG 96, 728)”. (Lumen gentium, 56). o La grandeza y repercusión de la cooperación de María al proyecto de Dios, es descrita de modo muy elocuente y breve por Juan Pablo II, en el documento sobre el tercer milenio: • “La respuesta de María al mensaje angélico fue clara: « He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra » (1, 38). Nunca en la historia del hombre tanto dependió, como entonces, del consentimiento de la criatura humana. (Tertio millenio adveniente, 2). o Esa obediencia en la fe, «haced lo que él os diga», es el «telón de fondo» de los Misterios de Luz, propuestos por Juan Pablo II, para el rezo del Rosario • «Haced lo que él os diga» (Juan 2,5) “se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos. Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los «misterios de luz».” (Juan Pablo II, Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, 16/10/02, n. 21) 5 B. Segundo domingo de Adviento, Ciclo A 8 de diciembre de 2013 Isaías 11, 1-10; Romanos 15, 4-9; Mateo 3, 1-12 - En la homilía debe hacerse mención del Adviento. - En la Oración universal se debe hacer, al menos, une petición con el sentido del Adviento y concluir con la Oración colecta del domingo II de Adviento. Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. (Mateo 3,3) Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. (Mateo 3, 10) En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga. (Mateo 3, 12). 1. El juicio en la vida cristiana El rostro de Cristo • A causa de los abusos de la imagen popular sobre el Juicio, el hablar de Cristo como juez puede infundir temor. Pero Cristo no nos llama a su tribunal para hacer un ajuste de cuentas. La misión de Cristo como juez - lo mismo que la de Señor de nuestras vidas – es la de conducirnos a nuestro último destino según el plan salvador de Dios. El rostro de Cristo que los cristianos deseamos descubrir con su gracia es único, pero se manifiesta de modo diverso según nuestras necesidades: rostro misericordioso, de juez, transfigurado, etc. etc. o El juicio, más que una sentencia divina, es una revelación del interior de los corazones humanos. • Es importante, por otra parte, que todos conozcamos cuál es nuestra actitud con referencia al Señor. Porque no es que Jesucristo haya venido al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo (Juan 3,17; 8,15s). Deberemos tener en cuenta que, como se ha escrito, «el juicio se opera ya por la actitud que cada cual adopte para con El. Quien no cree ya está juzgado por haber rechazado la luz (Juan 3,18ss). El juicio, más que una sentencia divina, es una revelación del interior de los corazones humanos: «Éste está puesto -dirá Simeón- para caída y elevación de muchos, como señal de contradicción, a fin de que se manifiesten las intenciones de muchos corazones» (Lucas 2, 34-35). Aquellos cuyas obras son malas prefieren las tinieblas a la luz (Juan 3,19) y Dios no hace más que dejarles en la ceguera con la que creen ver claro, satisfechos en su jactancia. En cuanto a los que reconocen su ceguera, Jesús les abre los ojos (Juan 9,39), para que actuando en la verdad lleguen a la luz (Juan 3,21)». o Cristo Juez forma parte de la fe cristiana • Compatiblemente con el hecho de que entendamos en la fe con mayor o menor profundidad el hecho, en este domingo de adviento recordamos que la espera del retorno de Cristo como juez de vivos y muertos forma parte de la fe cristiana. En el Credo, que es el Símbolo de la fe de la Iglesia, confesamos que Jesús ascendió a los cielos y «Desde allí vendrá con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos». o San Agustín: quien confiesa a Cristo como salvador no lo teme como juez Pues nuestro Señor estuvo sobre la tierra, está ahora en el cielo y vendrá en gloria como Juez de vivos y muertos. Vendrá, en efecto, como ascendió, según el testimonio de los Hechos de los Apóstoles (He 1,11) y también del Apocalipsis: «Esto dice El que es, El que fue y El que vendrá» (1,8). « De allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos». ¡Confesémosle ahora como salvador, para no temerlo entonces como Juez¡ A quien ahora cree en El y le ama no le hará palidecer el miedo, cuando El llame a juicio a «los vivos y a los muertos» (2 Timoteo 4,1; 1 Pedro 4,5). Lejos de temerlo, anhelará su venida. ¿Puede haber mayor felicidad que la llegada del Amado y Deseado (Cant 2,8)? No temamos, porque es nuestro Juez: Abogado nuestro ahora (1 Juan 1,8-9; 2,1; Hebreos 7,22; 9,24), entonces será nuestro Juez. Supongamos que 6 te hallas en la situación de ser juzgado por un juez. Nombras un abogado, quien te acoge benévolo y, haciendo cuanto le sea posible, defiende tu causa. Si antes del fallo recibes la noticia de que este abogado ha sido nombrado juez tuyo, ¡qué alegría tener por juez a tu mismo defensor! Pues bien, Jesucristo es quien ahora ruega e intercede por nosotros (1 Juan 1,2), ¿vamos a temerlo como juez? Tras haberle enviado nosotros delante para interceder en favor nuestro, ¡esperemos sin miedo que venga a ser nuestro Juez! (De Fide et Symbolo VIII,15; Sermón 213,6.) El Juicio de Cristo Benedicto XVI, Encíclica SPE SALVI o La perspectiva del juicio ha influido en los cristianos desde los primeros tiempos, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia, como esperanza en la justicia de Dios. n. 41. La parte central del gran Credo de la Iglesia, que trata del misterio de Cristo desde su nacimiento eterno del Padre y el nacimiento temporal de la Virgen María, para seguir con la cruz y la resurrección y llegar hasta su retorno, se concluye con las palabras: « de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos ». Ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios. El Juicio final de Cristo se ha entendido como imagen de la responsabilidad respecto a la propia vida, en lo cotidiano. La fe en Cristo nunca ha mirado sólo hacia atrás ni sólo hacia arriba, sino siempre adelante, hacia la hora de la justicia que el Señor había preanunciado repetidamente. Este mirar hacia adelante ha dado la importancia que tiene el presente para el cristianismo. En la configuración de los edificios sagrados cristianos, que quería hacer visible la amplitud histórica y cósmica de la fe en Cristo, se hizo habitual representar en el lado oriental al Señor que vuelve como rey –imagen de la esperanza–, mientras en el lado occidental estaba el Juicio final como imagen de la responsabilidad respecto a nuestra vida, una representación que miraba y acompañaba a los fieles justamente en su retorno a lo cotidiano. Sin embargo, en la iconografía se ha dado cada vez más relieve al aspecto amenazador y lúgubre del Juicio. En el desarrollo de la iconografía, sin embargo, se ha dado después cada vez más relieve al aspecto amenazador y lúgubre del Juicio, que obviamente fascinaba a los artistas más que el esplendor de la esperanza, el cual quedaba con frecuencia excesivamente oculto bajo la amenaza. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza, pero que exige la responsabilidad. 44. La protesta contra Dios en nombre de la justicia no vale. Un mundo sin Dios es un mundo sin esperanza (cf. Ef 2,12). Sólo Dios puede crear justicia. Y la fe nos da esta certeza: Él lo hace. La imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza. ¿Pero no es quizás también una imagen que da pavor? Yo diría: es una imagen que exige la responsabilidad. (…) Al comparecer ante el Juez, si hemos permanecidos firmes sobre Jesucristo, este fundamento resiste y no se nos puede quitar ni siquiera en la muerte, y seremos capaces de ser definitivamente de Dios, aunque sea necesario atravesar el «fuego» que purifica. 46 (…) ¿Qué sucede con estas personas cuando comparecen ante el Juez? Toda la suciedad que ha acumulado en su vida, ¿se hará de repente irrelevante? O, ¿qué otra cosa podría ocurrir? San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, nos da una idea del efecto diverso del juicio de Dios sobre el hombre, según sus condiciones. Lo hace con imágenes que quieren expresar de algún modo lo invisible, sin que podamos traducir estas imágenes en conceptos, simplemente porque no podemos asomarnos a lo que hay más allá de la muerte ni tenemos experiencia alguna de ello. Pablo dice sobre la existencia cristiana, ante todo, que ésta está construida sobre un fundamento común: Jesucristo. Éste es un fundamento que resiste. Si hemos permanecido firmes sobre este fundamento y hemos construido sobre él nuestra vida, sabemos que este fundamento no se nos puede quitar ni siquiera en la muerte. Y continúa: « Encima de este cimiento edifican con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno o paja. Lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz; el día del juicio lo manifestará, porque ese día despuntará con fuego y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa, mientras que aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. No obstante, él quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego » (3,12-15). En todo caso, en este texto se muestra con nitidez que la salvación de los hombres puede tener diversas formas; que algunas de las cosas construidas pueden consumirse totalmente; que para salvarse es necesario atravesar el « fuego » en 7 primera persona para llegar a ser definitivamente capaces de Dios y poder tomar parte en la mesa del banquete nupcial eterno. Ese fuego que arde y a la vez salva, es Cristo mismo, Juez y Salvador. Somos purificados en el encuentro con Él; nos cura a través de una transformación que ciertamente es dolorosa. Es un dolor bienaventurado, como llama que permite que seamos totalmente de Dios. En el dolor de ese encuentro con Cristo está la salvación. 47. Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde, y que a la vez salva, es Cristo mismo, el Juez y Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, « como a través del fuego ». Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios. (…) 2. Los contenidos esenciales de la nueva evangelización: se debe anunciar que Dios está presente en la historia para hacer justicia. Josef Ratzinger, 10 de diciembre de 2000 • El 10 de diciembre de 2000, Josef Ratzinger indicaba en una conferencia a catequistas y profesores de religión, con motivo del año jubilar, los contenidos esenciales de la nueva evangelización: la conversión, el reino de Dios, Jesucristo y la vida eterna. Dentro del apartado de la vida eterna indicaba expresamente el juicio en los términos siguientes, que nos avisan acerca de la importancia de reflexionar en Cristo como Juez de acuerdo con la liturgia del Adviento. o Se debe anunciar que Dios está presente en la historia para hacer justicia. El anuncio del juicio y de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. Un último elemento central de toda verdadera evangelización es la vida eterna. Hoy, en la vida diaria, debemos anunciar con nueva fuerza nuestra fe. Aquí quisiera sólo aludir a un aspecto a menudo descuidado actualmente de la predicación de Jesús: el anuncio del reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce, que nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Por eso, esta predicación es anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. Esta certeza vale tanto para los poderosos como para los sencillos. Si se respeta, se trazan los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia, y en definitiva sólo él puede hacerla. Nosotros lograremos hacer justicia en la medida que seamos capaces de vivir en presencia de Dios y de comunicar al mundo la verdad del juicio. Así el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido central del Evangelio y es realmente una buena nueva. Lo es para todos los que sufren por la injusticia del mundo y piden justicia. Así se comprende también la conexión entre el reino de Dios y los "pobres", los que sufren y todos los que viven las bienaventuranzas del sermón de la Montaña. Están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de que hay justicia. Este es el verdadero contenido del artículo del Credo sobre el juicio, sobre Dios juez: hay justicia. Las injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia. Sólo quien no quiera que haya justicia puede oponerse a esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la grave responsabilidad que de él brota para nosotros, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir, la redención, el hecho de que Jesús en la cruz asume nuestros pecados; que Dios mismo en la pasión de su Hijo se convierte en abogado de nosotros, pecadores, y así hace posible la penitencia, la esperanza al pecador arrepentido, esperanza expresada de modo admirable en las palabras de san Juan: "Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (Jn 3, 20). Ante Dios tranquilizaremos nuestra conciencia, independientemente de lo que nos reproche. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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