miércoles, 19 de julio de 2017
La salvación no está ligada a un privilegio de raza, de pueblo, de tradición o institución, sino al combate espiritual para corresponder a la gracia de Dios. La imagen de la puerta angosta: «esforzaos para entrar por la puerta angosta». La imagen de las dos vías o caminos.
1 La salvación no está ligada a un privilegio de raza, de pueblo, de tradición o institución, sino al combate espiritual para corresponder a la gracia de Dios. La imagen de la puerta angosta: «esforzaos para entrar por la puerta angosta». La imagen de las dos vías o caminos. Cfr. Domingo 21 tiempo ordinario C - 22 agosto 2010 Lucas 13, 22-30 Cfr. Raniero Cantalamessa, Echad las redes – Reflexiones sobre los Evangelios Ciclo C, Edicep septiembre de 2007, pp. 284-289. Lucas 13, 22-27: 22 Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. 23 Y uno le dijo: - Señor, ¿son pocos los que se salvan? Él les contestó: 24 – Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. 25 Una vez que el dueño de la casa haya entrado y haya cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos». Y os responderá: «No sé de dónde sois» 26 Entonces empezaréis a decir: «Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas» 27 Y os dirá:«No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los servidores de la iniquidad. 28 Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y de occidente , del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. 30 Pues hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos.». Biblia de Jerusalén, Lucas 13,22: «A los primeros [judíos] de nada les van a valer los lazos de raza con Jesús para evitar la exclusión merecida con su conducta vv. 25-27; ver 3, 7-9p; Jn 8, 33s. Por eso muchos no podrán encontrar la puerta de la salvación vv. 23-24; de primeros pasarán a últimos, v. 30; ver Mt 20, 16, y verán cómo los gentiles ocupan el lugar de ellos en el banquete mesiánico, vv. 28-29. 1. Una pregunta típicamente rabínica: Señor, ¿son pocos los que se salvan? • Algunos rabinos respondían que todos los Ebreos se salvaban por su pertenencia al pueblo de elegido. Otros respondían que solamente se salvarían los elegidos observantes: «Muchos (todos) son creados, pero pocos los salvados» (4 Esdras 8,3). 2. La respuesta de Jesús o Cambiando el centro de la atención, no se refiere a «cuántos» se salvan sino a «cómo» salvarse. Jesús quiere educar a los discípulos para que dejen las curiosidades y tengan sabiduría, ocupándose de los verdaderos problemas de la vida. • La respuesta de Jesús - «Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán» - no se refiere a «cuántos» se salvan, sino a «cómo» salvarse. Su respuesta lleva a reflexionar y, sobre todo, a la conversión. No les revela el número de los salvados, sino el modo de salvarse. La salvación es obra gratuita de Dios, que requiere nuestra colaboración: “Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios” (Cf. CCE 1996); el verbo «esforzarse» en griego (agonizesthe) indica una lucha, que es, sobre todo, seguimiento personal del Señor. Se ha escrito que “la fe cristiana concibe la salvación como don gratuito de Dios en Cristo, que exige ciertamente el esfuerzo personal y la observancia de los mandamientos, pero más en el sentido de respuesta a la gracia que como su causa”. El Catecismo nos dice (Cf. n. 1992): “La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres”. • Raniero Cantalamessa, o.c., p. 285: Es el mismo planteamiento que advertimos a propósito de la venida final de Cristo. Las discípulos preguntan cuando tendrá lugar el regreso del Hijo del Hombree. Y Jesús responde indicando cómo prepararse para aquel retorno, qué hacer en la espera (Cfr. Mateo 24, 3-4). Este modo de actuar de Jesús no es raro o evasivo, es simplemente el de uno que quiere educar a los discípulos a pasar del plano de la curiosidad al de la verdadera sabiduría; de las cuestiones ociosas, que apasionan a la gente, a los verdaderos problemas, que sirven para la vida. 2 o En cualquier caso, nos ha sido revelado que Dios quiere que todos los hombres se salven. • En cualquier caso, nos ha sido revelado que “Dios quiere que todos los hombres se salven” (1 Timoteo 2,4). Y cuando Jesús dijo que era “más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios”, y los apóstoles, tal vez asustados, le preguntaron «entonces ¿quién puede salvarse?», Él respondió: «lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (Cf. Lucas 18, 25-27). Este es el comentario del Concilio Vaticano II a las palabras de San Pablo a Timoteo que acabamos de citar: “«Dios quiere que todos los hombres se salven» (1 Tm 2,4), aunque para alcanzar la salvación «los creyentes han de emplear todas sus fuerzas, según la medida del don de Cristo, para entregarse totalmente a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Lo harán siguiendo las huellas de Cristo, haciéndose conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre” (Conc. Vat. II, Lumen gentium, 40). 3. Para entrar en el Reino de Dios no basta una pertenencia exterior: a un determinado pueblo, a una determinada raza, o tradición o institución. • Para entrar en el Reino de Dios no basta una pertenencia exterior - a un determinado pueblo, a una determinada raza, o tradición o institución -, como es la de aquellos che gritan «Hemos comido y hemos bebido en tu presencia y tú has enseñado en nuestras plazas». En el texto paralelo de San Mateo, Jesús transmite el mismo concepto.“ No todo el que me dice: «Señor», «Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad del Padre mío que está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: «Señor», «Señor», ¿no hemos profetizado nosotros en tu nombre, y hemos expulsado los demonios en tu nombre, y hemos hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo declararé ante ellos: «Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que obráis la iniquidad» (Mt 7, 21-23)”. (...). Ni siquiera basta el haber conocido a Jesús o pertenecer a la Iglesia. Al rito se tiene que unir la vida, la religión debe entrar en la existencia, la oración tiene que unirse con el compromiso de la caridad, la liturgia tiene que abrirse a la justicia y al bien • Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, p. 265: « Comer y beber» el Cuerpo y la Sangre del Dios cada domingo, escuchar su Palabra, multiplicar las oraciones es importante pero no es todavía decisivo para la salvación. Porque, como Dios afirma por boca de Isaías, «yo no puedo soportar delito y solemnidad» (1,13). Al rito se tiene que unir la vida, la religión debe entrar en la existencia, la oración tiene que unirse con el compromiso de la caridad, la liturgia tiene que abrirse a la justicia y al bien. En caso contrario, como constantemente los profetas han reprochado, el culto permanece hipócrita y es incapaz de salvarnos”. • “Lo que pone en el camino de la salvación no es cualquier título de posesión (no existen títulos de posesión para un don como es la salvación), sino que es una decisión personal, seguida de una coherente conducta de vida” (Raniero Cantalamessa, o.c. p. 286). o La imagen de la «puerta angosta» • Cfr. Mateo 7, 13-14: “Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran”. • Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Nota Lucas 13, 22-30: Con la imagen de la «puerta angosta» “se nos alerta del peligro de crearse falsas seguridades. Pertenecer al pueblo, o haber conocido al Señor y haber escuchado su palabra, no es suficiente para alcanzar el cielo; solo los frutos de correspondencia a la gracia tendrán valor en el juicio divino”. o La imagen de las dos vías o caminos, en un escrito de los primeros cristianos, la «Didaché», una especia de código moral. • Como acabamos de ver, en los vv. 13 y 14 del cap. 7 de Mateo, Jesús habla de las dos vías: la que conduce a la perdición y la que conduce a la Vida. Esta imagen de las dos vías o caminos, la encontramos en el AT (Deuteronomio 30, 15 ss; Jeremías 21,8), y también en uno de los primeros documentos de la historia del cristianismo: en el Didaché (hacia los años 70 d.C.), se habla de dos vías (una conduce a la vida y la otra a la muerte) y, entre las dos, hay grandes diferencias; en la parte dedicada a la «Instrucción moral», se lee, entre otras cosas: 3 “Hay dos caminos, el de la vida y el de la muerte, y grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos. El camino de la vida es éste: «Amarás en primer lugar a Dios que te ha creado, y en segundo lugar a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo que no quieres que se haga contigo, no lo hagas tú a otro.» Tal es la enseñanza de este discurso: «Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigo». (...) No matarás, no adulterarás, no corromperás a los menores, no fornicarás, no robarás, no practicarás la magia o la hechicería, no matarás el hijo en el seno materno, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes del prójimo, no perjurarás, no darás falso testimonio. No calumniarás ni guardarás rencor. No serás doble de mente o de lengua, pues la doblez es lazo de muerte. Tu palabra no será mentirosa ni vana, sino que la cumplirás por la obra. No serás avaro, ni rapaz, ni hipócrita, ni malvado, ni soberbio. No tramarás planes malvados contra tu prójimo. No odiarás a hombre alguno, sino que a unos los convencerás, por otros rogarás, a otros los amarás más que a tu propia alma... ” 4. Catecismo de la Iglesia Católica: por qué la vida del hombre es un combate espiritual; en qué consiste. • n. 409: Esta situación dramática 1 del mundo que «todo entero yace en poder del maligno» (1 Jn 5, 19) (Cf 1 Pedro 5, 8.), hace de la vida del hombre un combate: A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo, durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí mismo (Gaudium et spes 37,2). • n. 2516: En el hombre, porque es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existe cierta tensión, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el «espíritu» y la «carne». Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate espiritual: Para el apóstol no se trata de discriminar o condenar el cuerpo, que con el alma espiritual constituye la naturaleza del hombre y su subjetividad personal, sino que trata de las obras - mejor dicho, de las disposiciones estables -, virtudes y vicios moralmente buenas o malas, que son fruto de sumisión (en el primer caso) o bien de resistencia (en el segundo caso) a la acción salvífica del Espíritu Santo. Por ello el apóstol escribe: «si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu» (Gálatas 5, 25) (Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 55). La vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprime la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia. • n. 1426: La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho «santos e inmaculados ante El» (Efesios 1, 4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es «santa e inmaculada ante El» (Efesios 5, 27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (Cf Concilio de Trento, Sesión 5ª, Decreto sobre el pecado original, canon 5). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (Cf ibidem, Sesión 6ª, Decreto sobre la justificación, c. 16); Conc. Vaticano II, Lumen gentium 40). n. 1707: «El hombre, persuadido por el Maligno, abusó de su libertad, desde el comienzo de la historia» (Gaudium et spes 13,1). Sucumbió a la tentación y cometió el mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha quedado inclinado al mal y sujeto al error. De ahí que el hombre esté dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas (Gaudium et spes 13,2). www.parroquiasantamonica,com 1 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 408
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