martes, 20 de junio de 2017
Fe y razón. El encuentro del Atrio de los Gentiles en París, marzo de 2011. «Tenemos tres estrellas comunes con los no creyentes: el misterio, el hombre y el Ser».: «Dialogar no es como coger flores, sino como amasar el pan: hay que mancharse las manos». «Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria, con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí».
1 Fe y razón. El encuentro del Atrio de los Gentiles en París, marzo de 2011. «Tenemos tres estrellas comunes con los no creyentes: el misterio, el hombre y el Ser».: «Dialogar no es como coger flores, sino como amasar el pan: hay que mancharse las manos». «Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria, con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí». Cfr. Un tesoro para compartir – Alfa y Omega n. 731, 31 de marzo de 2011 «Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria, con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí»: esta frase del Mensaje que Benedicto XVI hizo llegar, el pasado fin de semana, por vídeo, a los participantes en el Encuentro del Atrio de los gentiles que se ha reunido en París, le ha hecho titular al enviado especial de Le Figaro: «Benedicto XVI celebra la libertad, la igualdad y la fraternidad». Es curioso, verdaderamente curioso. Mucho antes que el diario francés descubriera tal celebración por parte del Papa, muchos siglos antes incluso de que la Ilustración y la Revolución Francesa las adoptaran como lema propio, la libertad, la igualdad y la fraternidad ya estaban en el meollo mismo del cristianismo. Lo que la acertadísima iniciativa de Benedicto XVI hace proponiendo el Atrio de los gentiles y creando un nuevo Dicasterio romano para la nueva evangelización, no es otra cosa que una nueva, lúcida e inteligente propuesta de la fe de siempre, con los medios adecuados a las circunstancias y realidades actuales. Es el vino nuevo en los odres de siempre, y ver en ello brizna o atisbo alguno de oportunismo político, denota una extraña miopía. Afortunadamente, el espíritu de los reunidos en París no tiene gran cosa que ver con la apreciación del diario conservador francés. A sus 83 años, Jean Vanier, el fundador del Arca, ha sintetizado atinadamente: «Dialogar no es como coger flores, sino como amasar el pan: hay que mancharse las manos». Y ha contado la anécdota del senador americano Mitchell encargado por el Presidente Bush de mediar en el conflicto irlandés, quien, en un restaurante de Belfast, les dijo a los representantes de las dos partes en el conflicto: «Os prohíbo que habléis de política, de quién tiene razón y de quién no. Hablad de vuestra familia, de vuestros hijos, del tiempo que hace, de vuestra pasión por la pesca, en una palabra, de lo que verdaderamente os interesa». ¿Resultado? Al día siguiente, firmaban el famoso Acuerdo de Viernes Santo. 2 Libertad, igualdad y fraternidad son mucho más que política. El profesor Hadjadj ha dicho en París: «La tecnología no salva; para elevarnos necesitamos un cielo». Y monseñor Ravasi, Presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, ha recordado: «Tenemos tres estrellas comunes con los no creyentes: el misterio, el hombre y el Ser». Un político, el italiano Giuliano Amato, ha tenido la valentía de reconocer: «También la democracia necesita absolutos». Y, en la era del relativismo cultural rampante, el profesor Jean-Luc Marion, heredero de Levinas y de Ricoeur, en la Sorbona de París, ha afirmado: «El Encuentro de París es un nuevo punto de partida y, para ser auténtico, este diálogo tiene que plantear las preguntas centrales para el hombre de hoy, y no centrarse en las diferencias». Y ha añadido, para quien quiera oírle y reflexionar sobre ello: «No es verdad que Europa haya renegado de su identidad cristiana, porque, en realidad y en el fondo, eso no es posible. Sin esa identidad, Europa será cada vez más débil». El Mensaje del Papa ha sido nítido, tanto para creyentes como para no creyentes: «Un motivo fundamental de este Atrio de los gentiles es promover esta fraternidad más allá de las convicciones, sin negar las diferencias; respetar, ayudar y amar a todo ser humano; y derribar los muros del miedo al otro, al extranjero, al que no se nos parece; miedo que nace a menudo del desconocimiento mutuo, del escepticismo o de la indiferencia... Los creyentes decid a vuestros amigos que el tesoro que lleváis dentro merece ser compartido. Dios no es un peligro para la sociedad».
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