martes, 18 de julio de 2017
Jueves Santo 2012. Comentario de Benedicto XVI al Evangelio de la Misa Vespertina de la Cena del Señor, Juan 13, 1-15. El lavatorio de los pies. ¿Cuál es la novedad del mandamiento nuevo? La novedad del mandamiento nuevo es el don de la comunión con Cristo, del vivir en Él. Para que nosotros amemos como Él nos amó necesitamos que el Espíritu Santo armonice nuestros corazones con el de Cristo. Esta es la redención, la vida nueva en Cristo.
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Jueves Santo 2012. Comentario de Benedicto XVI al Evangelio de la Misa Vespertina de la Cena
del Señor, Juan 13, 1-15. El lavatorio de los pies. ¿Cuál es la novedad del mandamiento nuevo? La
novedad del mandamiento nuevo es el don de la comunión con Cristo, del vivir en Él. Para que nosotros
amemos como Él nos amó necesitamos que el Espíritu Santo armonice nuestros corazones con el de
Cristo. Esta es la redención, la vida nueva en Cristo.
Cfr. Benedicto XVI, Comentario al “lavatorio de pies” (Juan 13, 1-15), Jesús de
Nazaret 2. Ediciones Encuentro 2011.
A. Pedro dice a Jesús, en el lavatorio de los pies: «no me lavarás los pies jamás».
Juan 13, 8
Pedro dice a Jesús que su abajamiento, su humildad al lavarle los pies es inadmisible.
o Es siempre Jesús quien tiene que ayudarnos a entender una y otra vez que el
poder de Dios es diferente, que el Mesías tiene que entrar en la gloria y llevar a
la gloria a través del sufrimiento
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret 2, Ediciones Encuentro 2011.
• p. 70: Lavar los pies era “un servicio propio de esclavos”.
• p. 80: Pedro no entiende el misterio de Cristo.
• pp. 88-89: “Pedro, el Apóstol, no quiere al principio dejarse lavar los pies por Jesús. Eso contrasta con su
idea de la relación entre maestro y discípulo, contrasta con su imagen del Mesías, que él ha reconocido en Jesús.
En el fondo, su resistencia a dejarse lavar los pies tiene el mismo sentido que su objeción contra el anuncio que
Jesús hace de su pasión después de la confesión del Apóstol en Cesarea de Felipe: «¡No lo permita Dios, Señor!
Eso no puede pasarte» (Mateo 16,22), dijo entonces.”
Y ahora, fundándose en la misma idea, dice: «No me lavarás los pies jamás» (Juan 13,8). Es la objeción
a Jesús que recorre toda la historia, como diciendo: «Tú eres el triunfador. Tú tienes el poder. Tu abajamiento, tu
humildad es inadmisible». Y es siempre Jesús quien tiene que ayudarnos a entender una y otra vez que el poder
de Dios es diferente, que el Mesías tiene que entrar en la gloria y llevar a la gloria a través del sufrimiento”.
B. La víspera de la fiesta de Pascua, como Jesús sabía que había llegado su hora de pasar de
este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
extremo.
Y mientras celebraban la cena (…) Jesús se levantó de la cena, se quitó el manto,
tomó una toalla y se la puso a la cintura. Después echó agua en una jofaina, y empezó
a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla.
Juan 13, 1-5
o La hora de Jesús. Las dos palabras fundamentales: es la hora del «paso» (de la
transformación), y es la hora del «amor hasta el extremo». Por el amor (agápe),
por la entrega de sí mismo, se da el «paso», la metamorfosis, la transformación,
salir de las barreras de la individualidad
Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret 2, Ediciones Encuentro.
• pp. 70-71: “Detengámonos por el momento en Juan, que, en su narración sobre la última tarde de Jesús
con sus discípulos antes de la Pasión, subraya dos hechos del todo particulares. Nos relata primero cómo Jesús
prestó a sus discípulos un servicio propio de esclavos en el lavatorio de los pies; en este contexto refiere también
el anuncio de la traición de Judas y la negación de Pedro. Después se refiere a los sermones de despedida de
Jesús, que llegan a su culmen en la gran oración sacerdotal.
Pongamos ahora la atención en estos dos puntos capitales. «Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo
Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo» (13,1). Con la Última Cena ha llegado «la hora» de Jesús, hacia la que se
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había encaminado desde el principio con todas sus obras (cf. 2,4). Lo esencial de esta hora queda perfilado por
Juan con dos palabras fundamentales: es la hora del «paso» (metabaínein — metábasis); es la hora del amor
(agápe) «hasta el extremo».
Los dos términos se explican recíprocamente, son inseparables. El amor mismo es el proceso del paso,
de la transformación, del salir de los límites de la condición humana destinada a la muerte, en la cual todos
estamos separados unos de otros, en una alteridad que no podemos sobrepasar. Es el amor hasta el extremo el
que produce la «metábasis» aparentemente imposible: salir de las barreras de la individualidad cerrada, eso es
precisamente el agápé, la irrupción en la esfera divina.
La «hora» de Jesús es la hora del gran «paso más allá», de la transformación, y esta metamorfosis del ser
se produce mediante el agápe. Es un agápe «hasta el extremo», expresión con la cual Juan se refiere en este
punto anticipadamente a la última palabra del Crucificado: «Todo está cumplido (tetélestai)» (19,30). Este fin
(télos), esta totalidad del entregarse, de la metamorfosis de todo el ser, es precisamente el entregarse a sí mismo
hasta la muerte”.
• p. 260: “Este «fin», este extremo cumplimiento del amor, se alcanza ahora, en el momento de la muerte.
Él ha ido realmente hasta el final, hasta el límite y más allá del límite. Él ha realizado la totalidad del amor, se ha
dado a sí mismo”
Jesús al lavarles los pies a los discípulos presta un servicio de esclavos …
(13, 4)
• p. 73: Jesús presta a sus discípulos un servicio propio de esclavos, «se despojó de su rango» (Filipenses
2,7).
o ¿Cuál es la novedad del mandamiento nuevo?
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también
debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que, como yo
he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros. (13, 14-15). La novedad
del mandamiento nuevo es el don de la comunión con Cristo, del vivir en Él.
• pp. 80-83: “Cristo se acerca a nosotros los hombres y entra en nosotros mediante su Espíritu y nos
transforma.
(…) Renueva al hombre desde dentro, se convierte también en la dinámica de una nueva existencia. La
exigencia de hacer lo que hizo Jesús no es un apéndice moral ( …) es una consecuencia de la dinámica intrínseca
del don con el cual el Señor nos convierte en hombres nuevos y nos acoge en lo suyo.
Esta dinámica esencial del don, por la cual Él mismo obra en nosotros ahora y nuestro obrar se hace una
sola cosa con el suyo, aparece de modo particularmente claro en estas palabras de Jesús: «El que cree en mí,
también él hará las obras que yo hago, y aun mayores. Porque yo me voy al Padre» (Jn 14,12). Con ellas se
expresa precisamente lo que se quiere decir en el lavatorio de los pies con las palabras «os he dado ejemplo». El
obrar de Jesús se convierte en el nuestro, porque Él mismo es quien actúa en nosotros.
A partir de esto se entiende también el discurso sobre el «mandamiento nuevo» con el que, tras las
palabras sobre la traición de Judas, Jesús vuelve a retomar la invitación a lavar los pies unos a otros, elevándolo
a rango de principio (cf. 13,14s). ¿En qué consiste la novedad del mandamiento nuevo?
(…) la verdadera novedad del mandamiento nuevo no puede consistir en la elevación de la exigencia
moral. Lo esencial también en estas palabras no es precisamente la llamada a una exigencia suprema, sino al
nuevo fundamento del ser que se nos ha dado. La novedad solamente puede venir del don de la comunión con
Cristo, del vivir en Él. (pp. 81-82)
(…) sólo si nos dejamos lavar una y otra vez, si nos dejamos «purificar» por el Señor mismo, podemos
aprender a hacer, junto con Él, lo que Él ha hecho. (p. 82)
(…) El «mandamiento nuevo» no es simplemente una exigencia nueva y superior. Está unido a la
novedad de Jesucristo, al sumergirse progresivamente en Él. (pp. 82-83)
La nueva ley es la misma gracia del Espíritu Santo». No una norma nueva,
sino la nueva interioridad dada por el mismo Espíritu de Dios.
Siguiendo en esta línea, Tomás de Aquino pudo decir: «La nueva ley es la misma gracia del Espíritu
Santo» (S. Theol., I-II, q. 106, a. 1), no una norma nueva, sino la nueva interioridad dada por el mismo Espíritu
de Dios. Agustín pudo resumir al final esta experiencia espiritual de la verdadera novedad en el cristianismo en
la famosa fórmula: «Da quod iubes et iube quod vis», «dame lo que mandas y manda lo que quieras» (Conf., X,
29, 40). (p. 83)
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(…) Ser cristiano es ante todo un don, pero que luego se desarrolla en la dinámica del vivir y poner en
práctica este don. (p. 83)
Para que nosotros amemos como Él nos amó necesitamos que el Espíritu Santo
armonice nuestros corazones con el de Cristo. Esta es la redención, la vida nueva en
Cristo.
• Benedicto XVI, Deus caritas est, n 19: Al morir en la cruz —como narra el evangelista—, Jesús
«entregó el espíritu» (cf. Juan 19, 30), preludio del don del Espíritu Santo que otorgaría después de su
resurrección (cf. Jn 20, 22). Se cumpliría así la promesa de los «torrentes de agua viva» que, por la efusión del
Espíritu, manarían de las entrañas de los creyentes (cf. Juan 7, 38-39). En efecto, el Espíritu es esa potencia
interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha
amado, cuando se ha puesto a lavar los pies de sus discípulos (cf. Juan 13, 1-13) y, sobre todo, cuando ha
entregado su vida por todos (cf. Juan 13, 1; 15, 13).
El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el
mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia. Toda la
actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano: busca su
evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos, empresa tantas veces heroica en su realización histórica;
y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. Por tanto, el amor es el servicio que
presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los
hombres.
o Del encuentro con Dios nace la exigencia indeclinable del encuentro con el
prójimo
• Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 40: Del encuentro con Dios y con su amor de Padre de todos, nace
precisamente la exigencia indeclinable del encuentro con el prójimo, de la propia entrega a los demás, en el
servicio humilde y desinteresado que Jesús ha propuesto a todos como programa de vida en el lavatorio de los
pies a los apóstoles: «Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros»
(Juan 13, 15).
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