sábado, 8 de julio de 2017
La Navidad (2010). Primero de enero: solemnidad de la Virgen Madre de Dios. La maternidad de la Virgen hace posible la venida del Señor. La plenitud de los tiempos. Importancia fundamental del tiempo en el cristianismo. No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios.
1 La Navidad (2010). Primero de enero: solemnidad de la Virgen Madre de Dios. La maternidad de la Virgen hace posible la venida del Señor. La plenitud de los tiempos. Importancia fundamental del tiempo en el cristianismo. No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Cfr. 1 enero 2010 Año C Números 6, 22-27; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21 [B y A] Números 6, 22-27: 22 Habló Yahveh a Moisés y le dijo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: 24 Yahveh te bendiga y te guarde; 25 ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; 26 Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz.» 27 Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.» Gálatas 4, 4-7: 4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. 6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! 7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. [Biblia de Jerusalén]: [Gálatas 4,4] Pero al llegar la plenitud de los tiempos: Expresión que designa la llegada de los tiempos mesiánicos o escatológicos que dan cumplimiento a una larga espera de siglos, como algo que colma finalmente una medida (cf. Mc 1,15, At 1,7+, Rm 13,11+, 1Cor 10,11, 2Cor 6,2+, Ef 1,10, Eb 1,2, Eb 9,26, 1Pt 1,20). [Gal 4,5] Aspecto negativo y positivo de la redención: al llegar a ser hijo, el esclavo adquiere la libertad. El esclavo liberado es adoptado como hijo, no sólo por la accesión legal a la herencia (v. 7; ver 3,29), sino también por el don real del Espíritu. Lucas 2, 16-21: 16 Y vinieron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; 18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. 19 María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón. 20 Los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visrto, según les fue dicho. 21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. [Biblia de Jerusalén] [Lc 2,20] glorificando y alabando a Dios: tema predilecto de Lucas (Lc 1,64, Lc 2,28, Lc 2,38, Lc 5,25-26, Lc 7,16, Lc 13,13, Lc 17,15, Lc 17,18, Lc 18,43, Lc 19,37, Lc 23,47, Lc 24,53. Cf. Hechos 2,47+). Si meditamos sobre la Navidad (“Natividad de Nuestro Señor Jesucristo”) es lógico meditar también sobre el hecho que la precede: La Anunciación a la Virgen María de la Encarnación de Dios en su seno virginal. Jesucristo es Hijo de Dios, y es hijo de María. En su naturaleza divina, Jesucristo viene de Dios; en su naturaleza humana viene de la Santísima Virgen María. Por ello, a una semana de la Natividad del Hijo de Dios, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Madre de Dios, con la que comenzamos este Año Nuevo. Es la fiesta mariana más antigua en la liturgia romana. 1. 2ª Lectura. La maternidad de la Virgen hace posible la venida del Señor, y el inicio del «tiempo de salvación» en la «plenitud de los tiempos». o En la segunda Lectura se celebra, entre otras cosas, a la mujer de la que nació el Redentor. La plenitud de los tiempos. • Las palabras de la 2ª Lectura “celebran conjuntamente el amor del Padre, la misión del Hijo, el don del Espíritu, la mujer de la que nació el Redentor, nuestra filiación divina, en el misterio de la «plenitud de los tiempos». [La expresión « plenitud de los tiempos » (pléroma tou jrónou) es paralela a locuciones afines del judaísmo tanto bíblico (cf. Gn 29, 2l, 1 S 7, 12; Tb l4, 5) como extrabíblico, y sobre todo del N.T. (cf. Mc 1, l5; Lc 21, 24; Jn 7, 8; Ef l, 10]. Desde el punto de vista formal, esta expresión indica no sólo la conclusión de un proceso cronológico, sino sobre todo la madurez o el cumplimiento de un período particularmente importante, porque está orientado hacia la actuación de una espera, que adquiere, por tanto, una dimensión escatológica. Según Ga 4, 4 y su contexto, es el acontecimiento del Hijo de Dios quien revela que el tiempo ha colmado, por así decir, la medida; o sea, el período indicado por la promesa hecha a Abraham, así como por la ley interpuesta por Moisés, ha alcanzado su culmen, en el sentido de que Cristo cumple la promesa divina y supera la antigua ley). (JP II, Redemptoris Mater, n. 1)”. 2 • “Esta plenitud delimita el momento, fijado desde toda la eternidad, en el cual el Padre envió a su Hijo « para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna » (Jn 3, 16). Esta plenitud señala el momento feliz en el que « la Palabra que estaba con Dios ... se hizo carne, y puso su morada entre nosotros » (Jn 1, 1. 14), haciéndose nuestro hermano. Esta misma plenitud señala el momento en que el Espíritu Santo, que ya había infundido la plenitud de gracia en María de Nazaret, plasmó en su seno virginal la naturaleza humana de Cristo. Esta plenitud define el instante en el que, por la entrada del eterno en el tiempo, el tiempo mismo es redimido y, llenándose del misterio de Cristo, se convierte definitivamente en « tiempo de salvación ». Designa, finalmente, el comienzo arcano del camino de la Iglesia. En la liturgia, en efecto, la Iglesia saluda a María de Nazaret como a su exordio,(3) ya que en la Concepción inmaculada ve la proyección, anticipada en su miembro más noble, de la gracia salvadora de la Pascua y, sobre todo, porque en el hecho de la Encarnación encuentra unidos indisolublemente a Cristo y a María: al que es su Señor y su Cabeza y a la que, pronunciando el primer fiat de la Nueva Alianza, prefigura su condición de esposa y madre.” (Redemptoris Mater, 1) 2. Evangelio. María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón o La meditación: es el descubrimiento de una unidad Dicen los filólogos que la palabra griega usada para hablarnos de esta ponderación, o «meditación» significa literalmente «reunir, juntar»: encontrar, o descubrir una unidad, componer. Que es lo que se hace cuando se reflexiona o, en la vida cristiana, cuando, con la gracia de Dios meditamos; con nuestra meditación, los cristianos, los hijos de Dios buscamos, con su gracia, huir de la superficialidad de los hechos y de las cosas, para encontrar la trama, el argumento, el designio de Dios, su voluntad, su providencia. Descubrir ese «algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.» (Amar el mundo apasionadamente, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, 114). *«Componer las piezas»: reconducir a la unidad un proyecto. Confrontar las propias experiencias con el designio de Dios. Iluminar con la oración las propias experiencias. Buscar atentamente la verdad. o La meditación es comprender el porqué y el cómo, para adherir a lo que el Señor pide En el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2705, se nos dice: «La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les falta: las Sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, los escritos de los Padres espirituales, las obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del «hoy» de Dios». o La fe trata de comprender En el n. 158: «La fe trata de comprender» (S. Anselmo, prosl. proem.): es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; ö un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1, 18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, «para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). Así, según el adagio de S. Agustín, «creo para comprender y comprendo para creer mejor» (DV 5 Serm. 43, 7, 9). o Meditamos preferentemente sobre los misterios de Cristo La meditación u oración cristiana “se aplica preferentemente a meditar «los misterios de Cristo»” ... y va aún más lejos: “hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con Él” (cfr. Catecismo .... n. 2708) 3 o El Evangelio es el texto mejor sobre el que meditar En el n. 127 del Catecismo: El Evangelio cuatriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan testimonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos: No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida que el texto del Evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras (Sta. Cesárea la Joven, Rich). Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Sta. Teresa del Niño Jesús, ms. auto. A 83v). 3. Al inicio del año: los cristianos queremos tomar conciencia de la importancia del tiempo: el deber de santificarlo. o En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental • Tertio millenio adveniente, 10: “En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la « plenitud de los tiempos » de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida de Cristo se inician los « últimos tiempos » (cf. Hb 1, 2), la « última hora » (cf. 1 Jn 2, 18), se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la Parusía. De esta relación de Dios con el tiempo nace el deber de santificarlo.” o La santificación del tiempo es lo que da unidad a nuestra vida • Esta conciencia de santificar el tiempo es lo que da unidad a nuestra vida, a nuestra existencia, que, de por sí, frecuentemente sería caótica, con dispersión, sin unidad de vida. • María descubre, a través de la fe, el sentido último que se esconde bajo los sucesos de la vida; que en nuestras vidas son frecuentemente pequeños, contradictorios, a veces miserables .... • La fe transforma el tiempo. Su unidad de medida no son los movimientos de los astros, sino las acciones de Dios, en las cuales él nos aplica su corazón. (J. Ratzinger, En el alba de un nuevo año.) o El don de sabiduría • JPII, 9 abril 1989: “el conocimiento sapiencial nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo: nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios. (...) Gracias a este don toda la vida del cristiano con sus acontecimientos, sus aspiraciones, sus proyectos, sus realizaciones, llega a ser alcanzada por el soplo del Espíritu, que la impregna con la luz “que viene de lo Alto” • Consagración al Espíritu Santo (S. Josemaría): otórganos “el don de sabiduría que, fruto de una perfecta caridad, mejore nuestro conocimiento gustoso de Dios y de todo cuanto a Dios se ordena y de Dios procede” o Algunos textos del libro de la Sabiduría 1. La sabiduría es la palabra de Dios, su ley, su espíritu, su luz. Es fácil de encontrar en cuanto que es un don de Dios al hombre. Ella busca al hombre, pero es necesario amarla. Sabiduría 6, 12-16 2. Es concedida a cuantos buscan a Dios de corazón, y tienen libre el alma del mal. La sabiduría personal de Dios se hará carne y habitará entre nosotros en Cristo. Cfr. Sabiduría 1,1-7. 3. La sabiduría forma amigos de Dios. Sabemos que la Sabiduría personal de Dios es Cristo quien habitando en nuestro corazón por la fe y la gracia, nos hace verdaderamente amigos de Dios, es más, hijos de Dios. Cfr. Sabiduría 7,22-8,1 4. Es posible subir hasta Dios desde las criaturas; sin embargo, los hombres, en su necedad se detienen en las criaturas y en su atractivo, olvidando ilógicamente «cuánto el Señor es superior a ellas». Cuando la criatura no lleva a Dios, se convierte en obstáculo y en ídolo. Cfr. Sabiduría 13, 1-9 4 4. ¡Feliz año nuevo! o Es lo que deseamos a todos, especialmente a parientes y amigos. o Desde el punto de vista cristiano, lo que lleva a la felicidad está indicado en la liturgia de la Misa de hoy, primero de enero, en la primera Lectura: del libro de los Números 6, 22-27, la fórmula de la bendición. • 24 Yahveh te bendiga y te guarde; 25 ilumine Yahveh su rostro sobre ti y te sea propicio; 26 Yahveh te muestre su rostro y te conceda la paz.» 27 Que invoquen así mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré.» - Ojalá que, cuando deseamos un “feliz año”, recordemos que la felicidad: nos la da el Señor cuando nos bendice; cuando nos mira ..... cuando vuelve su rostro hacia nosotros. La bendición hace presente a Dios en medio del pueblo (Números 6,27). El año cristiano es año de gracia o año del Señor. Un año nuevo es un don de Dios: deseamos vivirlo “queriendo realizar su querer”. Entendemos lo que es el tiempo meditando sobre las palabras del Salmo 90,12: “Enséñanos a contar nuestros días, para que logremos un corazón sabio”. “No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión!” (Amigos de Dios, n. 52). o Una expresión bíblica: brillar el rostro, en el salterio se refiere a la benevolencia de Dios o de los reyes (Cf. Biblia de Jerusalén, nota a Salmo 4,7) • Pedir que brille su rostro equivale a invocar su piedad, su misericordia: cfr. Salmo 67, Salmo responsorial leído hoy: 2 ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros! 3 Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones. • El rostro es el aspecto exterior de algo, o de un hombre “cuyos pensamientos o sentimientos hace visibles” (Cf. Gn 4,5 y 31,2). • cfr. Salmo 31,17: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo; por tu misericordia, sálvame” • Cfr.Salmo 4,7-9: 7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro! 8 Tú das a mi corazón un gozo mayor que a ellos cuando abundan en trigo y en vino. 9 En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque Tú solo, Señor, me haces vivir seguro. (4, 7-9) • Cfr. Salmo 80. Súplica a Dios: - ¡Oh Dios, conviértenos, haz que brille tu rostro, y seremos salvos! (80,4,8,20) • “Cuando el Señor aleja su rostro, comienza para nosotros la prueba, la oscuridad, la infelicidad. Este “volver el rostro hacia otro sitio” por parte de Dios, puede darse por su disgusto a causa de nuestro pecado o bien puede explicarse por su misterioso modo de obrar, que no sigue los caminos humanos. Pero sin su presencia es como si el cielo perdiese el sol: todo caería en el hielo y en la muerte. Por esta razón la oración del justo implora que «el Señor dirija su rostro» hacia él, mientras que el malvado está convencido de que «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ve nada» (Salmo 10, 11)” (Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno C, Piemme 1999, p. 51). 5. El deseo de paz • “La bendición es el signo litúrgico visible de la vuelta del diálogo entre nuestras miradas y las de Dios en una alegre armonía, en una alianza de paz. Es así como nace la paz, otro argumento de la liturgia de hoy. Es sabido que el término hebreo shalôm de por sí no es tanto un concepto negativo (ausencia de guerra) como algo positivo, porque, de por sí, indica «perfección, integridad, plenitud». Por ello ese vocablo – que en el Antiguo Testamento se encuentra 237 veces -, es la representación ideal de la era mesiánica donde, como dice Jeremías (8,15), paz, bien y salvación, caminarán juntos por los caminos del mundo. Por ello «príncipe de la paz» es el título más alto del rey-Mesías (Isaías 9,5) y Pablo más de una vez llamará al Padre «el Dios de la paz». Por esto, el augurio dirigido por los ángeles a la tierra en el momento del nacimiento de Jesús es: «paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace» (Lucas 2,14). Por esto la definición perfecta de Cristo es una sola: «En efecto, Él es nuestra paz: el que hizo de los dos pueblos uno solo y derribó el muro de separación, la enemistad, anulando en su carne la ley decretada en los mandamientos. .... En su venida os anunció la paz a vosotros, que estábais lejos, y también la paz a los de cerca” (Efesios 2, 14.15..17). (cfr. Gianfranco Ravasi, o.c. pp. 51-52). www.parroquiasantamonica.com
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