sábado, 8 de julio de 2017

Epifanía del Señor (2012). Una peregrinación y un encuentro de los Reyes Magos con Cristo, la luz. La epifanía es la fiesta de Cristo, luz de los pueblos. Es la historia de un camino interior, es decir, de una conversión, de un encuentro con Cristo de los Reyes Magos. Algunos textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre la peregrinación exterior e interior de los Magos.



1 Epifanía del Señor (2012). Una peregrinación y un encuentro de los Reyes Magos con Cristo, la luz. La epifanía es la fiesta de Cristo, luz de los pueblos. Es la historia de un camino interior, es decir, de una conversión, de un encuentro con Cristo de los Reyes Magos. Algunos textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre la peregrinación exterior e interior de los Magos. Cfr. Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2012. Isaías 60, 1-6; Efesios 3, 2-3.5-6; Mateo 2, 1-12. “Hace pocos días hemos celebrado el nacimiento del Señor; hoy, en cambio, celebramos, con solemnidad no menos merecida, su primera manifestación a los gentiles. En aquel día lo vieron recién nacido los pastores judíos; hoy lo adoraron los Magos llegados de Oriente” (San Agustín, predicación en la fiesta de la Epifanía). • Isaías 60, 1-6- La gloria del Señor amanece sobre ti! - ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor. • Salmo responsorial - Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11) - R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra. Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R. Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. R. Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R. • Efesios 3, 2-3a. 5-6 - Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio. • Aleluya Mt 2, 2 - Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor. • Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente a adorar al Rey. Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -« ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."» Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: -«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. 1. Quiénes eran los Magos • Epifanía es una palabra griega que significa «manifestación», en este caso de la divinidad de Jesús, con el sucesivo reconocimiento y adoración por parte de los «gentiles», es decir de los «paganos»; se trata de un reconocimiento por parte de personas que no pertenecían al pueblo elegido. «Gentil» era el centurión del cual dijo el Señor: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» 2 (cfr. Mateo 8, 5-10); «Gentil» era también la mujer cananea a la que el Señor dijo: «Mujer, grande es tu fe» (Cfr. Mateo 15, 21-28). • Los Magos venían de oriente, es decir, de Persia o Mesopotamia. Podrían pertenecer a la casta sacerdotal del reino de los Medos, o bien se podría tratar de altos funcionarios de Babilonia que se dedican a la astrología y astronomía y que trabajaban como consejeros del rey. Los Magos de los que habla el Evangelio (no dice que eran tres), son expertos en astronomía y, en el ámbito de su ciencia, reciben una indicación sobre el nacimiento del Mesías, y un impulso para emprender un camino, sin conocer el itinerario preciso. • Por una parte ellos estaban al corriente de la espera de un salvador por parte del pueblo de Israel. Por otra, la aparición de un astro misterioso o estrella en el cielos les convence de que ha sucedido algo extraordinario en la historia del universo o de la humanidad y se pusieron en camino. Son la figura de cuantos buscan sinceramente la salvación. Son símbolo de los que acogen al Señor con fe, esperanza y caridad. Herodes es el símbolo del rechazo incrédulo. 2. Junto a la peregrinación exterior, los Magos hicieron un camino espiritual que tiene dos aspectos. Cfr. Juan Pablo II, Homilía en la Epifanía del 2001, clausura del grande Jubileo del año 2000. Primer aspecto: cuando se encuentra a Cristo hay que saber detenerse y gozar la alegría de su intimidad. • “El relato de los Magos puede, en cierto sentido, indicarnos un camino espiritual. Ante todo ellos nos dicen que, cuando se encuentra a Cristo, es necesario saber detenerse y vivir profundamente la alegría de la intimidad con Él. "Entraron en la casa, vieron al niño con María su Madre y, postrándose, lo adoraron": sus vidas habían sido entregadas ya para siempre a aquella Criatura por la cual habían afrontado las asperezas del viaje y las insidias de los hombres. El cristianismo nace, y se regenera continuamente, a partir de esta contemplación de la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. • Un rostro para contemplar, casi vislumbrando en sus ojos los "rasgos" del Padre y dejándose envolver por el amor del Espíritu. La gran peregrinación jubilar nos ha recordado esta dimensión trinitaria fundamental de la vida cristiana: en Cristo encontramos también al Padre y al Espíritu. La Trinidad es el origen y el culmen. Todo parte de la Trinidad, todo vuelve a la Trinidad. Segundo aspecto: después hay que reemprender el camino, para anunciar al Señor siendo sus testigos. • “Y, no obstante, como sucedió a los Magos, esta inmersión en la contemplación del misterio no impide caminar, antes bien obliga a reemprender un nuevo tramo de camino, en el cual nos convertimos en anunciadores y testigos. "Volvieron a su país por otro camino". Los Magos fueron en cierta manera los primeros misioneros. El encuentro con Cristo no los bloqueó en Belén, sino que les impulso nuevamente a recorrer los caminos del mundo. Es necesario volver a comenzar desde Cristo, y por tanto, desde la Trinidad. • ”Es necesario "recomenzar desde Cristo", con el impulso de Pentecostés, con entusiasmo renovado. Recomenzar desde Él ante todo en el compromiso cotidiano por la santidad, poniéndonos en actitud de oración y de escucha de su palabra. Recomenzar también desde Él para testimoniar el Amor mediante la práctica de una vida cristiana marcada por la comunión, por la caridad, por el testimonio en el mundo”. 3. Es la fe, la fuerza interior de la Epifanía, lo que llevó a esos personajes a reconocer al Mesías Juan Pablo II, Homilía, 6/01/1984 o La fuerza interior de le Epifanía guía a los Reyes Magos. Les permite reconocer al Mesías en el niño que yace en el pesebre. Dice el profeta a Jerusalén: “Caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos” (Is 60,3- 4). Los guía la fe. Los guía la fuerza interior de la Epifanía. De esta fuerza habla así el Concilio: “Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1,9); por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Col 1,15; 3 1 Tim 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15,14-15), trata con ellos (cf. Bar 3,38) para invitarlos y recibirlos en su compañía” (Dei Verbum, 2). Los Magos de Oriente llevan en sí esa fuerza interior de la Epifanía. Les permite reconocer al Mesías en el Niño que yace en el pesebre. Esta fuerza les manda postrarse ante Él y ofrecerle los dones: oro, incienso y mirra (cf. Mt 2,11). Los Magos son, al mismo tiempo, un anuncio de que la fuerza interior de la Epifanía se difundirá ampliamente entre los pueblos de la tierra. Dice el Profeta: “Entonces lo verás, radiante de alegría;/ tu corazón se asombrará, se ensanchará,/ cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar,/ y te traigan las riquezas de los pueblos” (Is 60,5). 4. La peregrinación de los Magos Homilía de Benedicto XVI, el sabado 20 de agosto de 2005, en Colonia, en la Vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud. o El camino exterior y la peregrinación interior [En alemán] Queridos jóvenes: En nuestra peregrinación con los misteriosos Magos de Oriente hemos llegado al momento que san Mateo describe así en su Evangelio: «Entraron en la casa (sobre la que se había parado la estrella), vieron al niño con María, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). El camino exterior de aquellos hombres terminó. Llegaron a la meta. Pero en este punto comienza un nuevo camino para ellos, una peregrinación interior que cambia toda su vida. Porque seguramente se habían imaginado a este Rey recién nacido de modo diferente. Se habían detenido precisamente en Jerusalén para obtener del Rey local información sobre el Rey prometido que había nacido. Sabían que el mundo estaba desordenado y por eso estaban inquietos. Estaban convencidos de que Dios existía, y que era un Dios justo y bondadoso. Tal vez habían oído hablar también de las grandes profecías en las que los profetas de Israel habían anunciado un Rey que estaría en íntima armonía con Dios y que, en su nombre y de parte suya, restablecería el orden en el mundo. Se habían puesto en camino para encontrar a este Rey; en lo más hondo de su ser buscaban el derecho, la justicia que debía venir de Dios, y querían servir a ese Rey, postrarse a sus pies, y así servir también ellos a la renovación del mundo. Eran de esas personas que «tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5, 6). Un hambre y sed que les llevó a emprender el camino; se hicieron peregrinos para alcanzar la justicia que esperaban de Dios y para ponerse a su servicio. o El camino interior comienza al aprender que Dios es diverso de como acostumbramos a imaginarlo Aunque otros se quedaran en casa y les consideraban utópicos y soñadores, en realidad eran seres con los pies en tierra, y sabían que para cambiar el mundo hace falta disponer de poder. Por eso, no podían buscar al niño de la promesa si no en el palacio del Rey. No obstante, ahora se postran ante una criatura de gente pobre, y pronto se enterarán de que Herodes – el Rey al que habían acudido – le acechaba con su poder, de modo que a la familia no le quedaba otra opción que la fuga y el exilio. El nuevo Rey era muy diferente de lo que se esperaban. Debían, pues, aprender que Dios es diverso de cómo acostumbramos a imaginarlo. Aquí comenzó su camino interior. Comenzó en el mismo momento en que se postraron ante este Niño y lo reconocieron como el Rey prometido. Pero debían aún interiorizar estos gozosos gestos. o El estilo de Dios: el poder inerme del amor. Los Magos ahora son diferentes: han aprendido el estilo de Dios, y que también deben entregarse a sí mismos, perderse a sí mismos. [En inglés] Debían cambiar su idea sobre el poder, sobre Dios y sobre el hombre y, con ello cambiar también ellos mismos. Ahora habían visto: el poder de Dios es diferente al poder de los grandes del mundo. Su modo de actuar es distinto de como lo imaginamos, y de como quisiéramos imponerle también a Él. En este mundo, Dios no le hace competencia a las formas terrenales del poder. No contrapone sus ejércitos a otros ejércitos. Cuando Jesús estaba en el Huerto de los olivos, Dios no le envía doce legiones de ángeles para ayudarlo (cf. Mt 26,53). Al poder estridente y pomposo de este mundo, Él contrapone el poder inerme del amor, que en la Cruz – y después siempre en la historia – sucumbe y, sin embargo, constituye la nueva realidad divina, que se opone a la injusticia e instaura el Reino de Dios. 4 Dios es diverso; ahora se dan cuenta de ello. Y eso significa que ahora ellos mismos tienen que ser diferentes, han de aprender el estilo de Dios. Habían venido para ponerse al servicio de este Rey, para modelar su majestad sobre la suya. Éste era el sentido de su gesto de acatamiento, de su adoración. Una adoración que comprendía también sus presentes – oro, incienso y mirra –, dones que se hacían a un Rey considerado divino. La adoración tiene un contenido y comporta también una donación. Los personajes que venían de Oriente, con el gesto de adoración, querían reconocer a este niño como su Rey y poner a su servicio el propio poder y las propias posibilidades, siguiendo un camino justo. Sirviéndole y siguiéndole, querían servir junto a Él la causa de la justicia y del bien en el mundo. En esto, tenían razón. Pero ahora aprenden que esto no se puede hacer simplemente a través de órdenes impartidas desde lo alto de un trono. Aprenden que deben entregarse a sí mismos: un don menor que éste es poco para este Rey. Aprenden que su vida debe acomodarse a este modo divino de ejercer el poder, a este modo de ser de Dios mismo. Han de convertirse en hombres de la verdad, del derecho, de la bondad, del perdón, de la misericordia. Ya no se preguntarán: ¿Para qué me sirve esto? Se preguntarán más bien: ¿Cómo puedo servir a que Dios esté presente en el mundo? Tienen que aprender a perderse a sí mismos y, precisamente así, a encontrarse a sí mismos. Saliendo de Jerusalén, han de permanecer tras las huellas del verdadero Rey, en el seguimiento de Jesús. o Se consigue ser cristianos, vivir del modo justo cuando vivimos a la manera de Dios. [En francés] Queridos amigos, podemos preguntarnos lo que todo esto significa para nosotros. Pues lo que acabamos de decir sobre la naturaleza diversa de Dios, que ha de orientar nuestras vidas, suena bien, pero queda algo vago y difuminado. Por eso Dios nos ha dado ejemplos. Los Magos que vienen de oriente son sólo los primeros de una larga lista de hombres y mujeres que en su vida han buscado constantemente con los ojos la estrella de Dios, que han buscado al Dios que está cerca de nosotros, seres humanos, y que nos indica el camino. Es la muchedumbre de los santos – conocidos o desconocidos – mediante los cuales el Señor nos ha abierto a lo largo de la historia el Evangelio, hojeando sus páginas; y lo está haciendo todavía. En sus vidas se revela la riqueza del Evangelio como en un gran libro ilustrado. Son la estela luminosa que Dios ha dejando en el transcurso de la historia, y sigue dejando aún. Mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II, ha beatificado y canonizado a un gran número de personas, tanto de tiempos recientes como lejanos. En estas figuras ha querido demostrarnos cómo se consigue ser cristianos; cómo se logra llevar una vida del modo justo: a vivir a la manera de Dios. Los beatos y los santos han sido personas que no han buscado obstinadamente la propia felicidad, sino que han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la luz de Cristo. De este modo, ellos nos indican la vía para ser felices y nos muestran cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas. En las vicisitudes de la historia, han sido los verdaderos reformadores que tantas veces han remontado a la humanidad de los valles oscuros en los cuales está siempre en peligro de precipitar; la han iluminado siempre de nuevo lo suficiente para dar la posibilidad de aceptar – tal vez en el dolor – la palabra de Dios al terminar del obra del creación: «Y era muy bueno». Basta pensar en figuras como san Benito, san Francisco de Asís, santa Teresa de Ávila, san Ignacio de Loyola, san Carlos Borromeo, a los fundadores de las órdenes religiosas del siglo XVIII, que han animado y orientado el movimiento social, o a los santos de nuestro tiempo: Maximiliano Kolbe, Edith Stein, Madre Teresa, Padre Pío. Contemplando estas figuras comprendemos lo que significa «adorar» y lo que quiere decir vivir a medida del niño de Belén, a medida de Jesucristo y de Dios mismo. o Es importante descubrir el verdaderos rostro de Dios, para ser verdaderos reformadores. La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo. [En castellano] Los santos, hemos dicho, son los verdaderos reformadores. Ahora quisiera expresarlo de manera más radical aún: sólo de los santos, sólo de Dios, proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo. En el siglo pasado hemos vivido revoluciones cuyo programa común fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo para transformar sus condiciones. Y hemos visto que, de este modo, un punto de vista humano y parcial se tomó como criterio absoluto de orientación. La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama 5 totalitarismo. No libera al hombre, sino que le priva de su dignidad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y, ¿qué puede salvarnos, si no es el amor? Queridos amigos, permitidme que añada sólo dos breves ideas. Muchos hablan de Dios; en el nombre de Dios se predica también el odio y se practica la violencia. Por tanto, es importante descubrir el verdadero rostro de Dios. Los Magos de Oriente lo encontraron cuando se postraron ante el niño de Belén.«Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre», dijo Jesús a Felipe (Jn 14,9). En Jesucristo, que por nosotros permitió que su corazón fuera traspasado, en Él se ha manifestado el verdadero rostro de Dios. Lo seguiremos junto con la muchedumbre de los que nos han precedido. Entonces iremos por el camino justo. o Esto significa que no nos construimos un Dios privado, un Jesús privado, sino que creemos y nos postramos ante el Jesús que nos muestran las Sagradas Escrituras, y que en la gran comunidad de fieles llamada Iglesia se manifiesta viviente. [En italiano] Esto significa que no nos construimos un Dios privado, un Jesús privado, sino que creemos y nos postramos ante el Jesús que nos muestran las Sagradas Escrituras, y que en la gran comunidad de fieles llamada Iglesia se manifiesta viviente, siempre con nosotros y al mismo tiempo siempre ante de nosotros. Se puede criticar mucho a la Iglesia. Lo sabemos, y el Señor mismo nos lo ha dicho: es una red con peces buenos y malos, un campo con trigo y cizaña. El Papa Juan Pablo II, que nos ha mostrado el verdadero rostro de la Iglesia en los numerosos santos que ha proclamado, también ha pedido perdón por el mal causado en el transcurso de la historia por las palabras o los actos de hombres de la Iglesia. De este modo, también a nosotros nos ha hecho ver nuestra verdadera imagen, y nos ha exhortado a entrar, con todos nuestros defectos y debilidades, en la muchedumbre de los santos que comenzó a formarse con los Magos de Oriente. En el fondo, consuela que exista la cizaña en la Iglesia. Así, no obstante todos nuestros defectos, podemos esperar estar aún entre los que siguen a Jesús, que ha llamado precisamente a los pecadores. La Iglesia es como una familia humana, pero es también al mismo tiempo la gran familia de Dios, mediante la cual Él establece un espacio de comunión y unidad en todos los continentes, culturas y naciones. Por eso nos alegramos de pertenecer a esta gran familia; de tener hermanos y amigos en todo el mundo. Justo aquí, en Colonia, experimentamos lo hermoso que es pertenecer a una familia tan grande como el mundo, que comprende el cielo y la tierra, el pasado, el presente y el futuro de todas las partes de la tierra. En esta gran comitiva de peregrinos, caminamos junto con Cristo, caminamos con la estrella que ilumina la historia. o En la Hostia consagrada Jesús está ante nosotros y entre nosotros En la Eucaristía, Jesús nos invita a esa peregrinación interior que se llama adoración. [En alemán] «Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11). Queridos amigos, ésta no es una historia lejana, de hace mucho tiempo. Es una presencia. Aquí, en la Hostia consagrada, Él está ante nosotros y entre nosotros. Como entonces, se oculta misteriosamente en un santo silencio y, como entonces, desvela precisamente así el verdadero rostro de Dios. Por nosotros se ha hecho grano de trigo que cae en tierra y muere y da fruto hasta el fin del mundo (cf. Jn 12,24). Él está presente, como entonces en Belén. Y nos invita a esa peregrinación interior que se llama adoración. Pongámonos ahora en camino para esta peregrinación del espíritu, y pidámosle a Él que nos guíe. Amén. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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