viernes, 7 de julio de 2017
Domingo 28 del tiempo ordinario, Ciclo C (2016). Dos milagros de Jesús. Dos extranjeros en Israel que son curados por Jesús y se convierten, llegan a la fe. Naamán, un general sirio del siglo IX antes de Cristo (primera Lectura), y un samaritano perteneciente a un pueblo considerado por los judíos como Impío (Evangelio). Los milagros atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado, y fortalecen la fe en el Hijo de Dios. Los milagros no pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos; incluso se le acusa de obrar movido por los demonios.
1 Domingo 28 del tiempo ordinario, Ciclo C (2016). Dos milagros de Jesús. Dos extranjeros en Israel que son curados por Jesús y se convierten, llegan a la fe. Naamán, un general sirio del siglo IX antes de Cristo (primera Lectura), y un samaritano perteneciente a un pueblo considerado por los judíos como Impío (Evangelio). Los milagros atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado, y fortalecen la fe en el Hijo de Dios. Los milagros no pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos; incluso se le acusa de obrar movido por los demonios. Cfr. 28 Ordinario ciclo C, 9 de octubre de 2016. Evangelio: Lucas 17, 11-19; 1ª Lectura: 2 Reyes 5, 14-17; 2ª Lectura: 2 Timoteo 2, 8-13 Lucas 17, 11-19: 11 Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. 12 Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia 13 y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». 14 Al verlos, Jesús les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Y en el camino quedaron purificados. 15 Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta 16 y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. 17 Jesús le dijo entonces: «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?». 19 Y agregó: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado». 2 Reyes 5, 14-17: 14 En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó libre de la lepra, como la de un niño. 15 Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor”. 16 Pero Eliseo replicó: “Por la vida del Señor, a quien sirvo, no aceptaré nada”. Naamán le insistió para que aceptara, pero él se negó. 17 Naamán dijo entonces: “De acuerdo; pero permite al menos que le den a tu servidor un poco de esta tierra, la carga de dos mulas, porque tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses, fuera del Señor. Los milagros de Jesús no son prodigios de carácter mágico, sino que están ordenados y ligados a la llamada a la fe en Él como enviado del Padre: o bien porque la fe en Jesús es condición para que se realice un determinado milagro, o bien porque el milagro provoca esa fe en quienes lo han recibido o lo han visto. Uno de los leprosos, al comprobar que estaba curado, volvió alabando a Dios en voz alta, y se arrojó a los pies de Jesús, con el rostro en tierra, dándole gracias. 1. Los milagros fortalecen la fe en el Hijo de Dios. No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. - Catecismo de la Iglesia Católica, n. 548: “Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le Ha enviado (Cf Juan 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (Cf Juan 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (Cf Marcos 5, 25-34; 10, 52; e. a). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (Cf Juan 10, 31-38). Pero también pueden ser «ocasión de escándalo» (Mateo 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (Cf Juan 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (Cf Marcos 3, 22)”. - Diccionario de Teología, EUNSA, septiembre de 2006, Revelación III Credibilidad, p. 884): “Teológicamente, los milagros tienen la finalidad de hacer reconocer la acción de Dios, mostrando su amor y su misericordia; son, por tanto, signos que empujan a ver la acción ininterrumpida del Padre por el bien de sus hijos. (…) Atestiguan la presencia del Reino de Dios en medio de nosotros y sus frutos más evidentes. 2 Los milagros de Jesús pueden ser sometidos a una exhaustiva crítica literaria, histórica y teológica, mediante la cual se puede alcanzar el estrato más antiguo del relato y su historicidad. Se muestra, en efecto, que son relatos fieles y n o unas narraciones mitológicas fruto de la comunidad primitiva. Por lo que se refiere a los milagros después de la resurrección de Jesús, (…) son signos para la fe y no prodigios para la curiosidad o frutos de la magia”. - Francisco Varo, Rabí Jesús de Nazaret, BAC, Madrid 2005, pp. 173-175: “Se podría afirmar que los milagros de Jesús no eran simplemente prodigios. Eran mucho más. Juan, de hecho, los denomina «signos, señales». Constituían, por tanto, un signo, una señal de una realidad más profunda: testimonio de que el Reino de Dios ha llegado con Él y de que Él es el Mesías que obra portentos, tal como lo atestiguaban las profecías. Los diversos milagros de los que hablan los evangelios – curaciones, exorcismos, milagros sobre la naturaleza – manifiestan distintas características de su mesianismo. Así, por ejemplo, milagros como la tempestad calmada son señales de que el poder divino que actúa en Jesús se extiende más allá del mundo humano y se manifiesta como poder de domino también sobre las fuerzas de la naturaleza. Los milagros de curación y los exorcismos son señales de que Jesús ha manifestado su poder de salvar al hombre del mal que amenaza al alma. Asimismo, esos milagros son signos de otras realidades espirituales: las curaciones del cuerpo – la liberación de la esclavitud de la enfermedad – significan la curación del alma de la esclavitud del pecado; el poder de expulsar a los demonios indica la victoria de Jesús sobre el mal; la multiplicación de los panes alude al don de la Eucaristía; la tempestad calmada invita a confiar en Jesús en los momentos borrascosos y difíciles; la resurrección de Lázaro anuncia la resurrección de Jesús y es figura de la resurrección final. Y así sucesivamente. En algunos aspectos el contraste con lo que manifiestan los escritos de la época respecto a otros maestros es notable. Por ejemplo, resulta significativo que en el evangelio se cuente la curación de un paralítico en Cafarnaún ante todo como testimonio del poder que Jesús tiene para perdonar los pecados: cfr. Marcos 2, 1-12). (…) Así pues, los milagros de Jesús (…) no son prodigios de carácter mágico, sino que están ordenados y ligados a la llamada a la fe en Él como enviado del Padre: o bien porque la fe en Jesús es condición para que se realice un determinado milagro, o bien porque el milagro provoca esa fe en quienes lo han recibido o lo han visto”. En breve - El milagro debe llevar a la conversión (Cfr. Mateo 11, 20-24) En el caso de Naamán, el general sirio, la cumbre de la narración se encuentra en la profesión final de fe: «Ahora conozco que no hay Dios en la tierra, a no ser en Israel». (Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, p. 304). - Dios obra milagros para romper la routine de su pueblo. El milagro sirve para confundir la «sabiduría de los sabios», es decir para poner en una crisis saludable la pretensión de la razón de explicar todo, y de rechazar todo lo que no se sabe explicar. Hay quien busca los milagros a toda costa, quien está a la caza de hecho extraordinarios; y quien lo mira con fastidio, como si se tratase de una manifestación deteriorada de la religiosidad. (Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1991, pp. 272- 276). - La fe es un acto profundamente personal: yo conozco a Cristo, me encuentro con Cristo y pongo mi confianza en él. (Cfr. Benedicto XVI, Encuentro con el Clero de Roma, 23 de febrero de 2012). 2. Un texto de San Agustín: Importancia de los milagros para la fe S. Agustín: Tratado 24 sobre el evangelio de S. Juan 1 o Los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras divinas, que invitan a la mente humana a elevarse a la inteligencia de Dios por el espectáculo de las cosas visibles. Los milagros con los que rige el mundo y gobierna toda criatura han perdido su valor por su asiduidad, hasta el punto que casi nadie mira con atención las maravillosas y estupendas obras de Dios en un grano de semilla cualquiera. Los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras divinas, que invitan a la mente humana a elevarse a la inteligencia de Dios por el espectáculo de las cosas visibles. Dios no es una substancia tal que con los ojos se pueda ver; y los milagros con los que rige el mundo y gobierna toda 3 criatura han perdido su valor por su asiduidad, hasta el punto que casi nadie mira con atención las maravillosas y estupendas obras de Dios en un grano de semilla cualquiera; y por eso se reservó en su misericordia algunas para realizarlas en tiempo oportuno, fuera del curso habitual y de las leyes de la naturaleza, con el fin de que viendo, no obras mayores, sino nuevas, asombrasen a quienes no impresionan ya las obras de todos los días. Porque mayor milagro es el gobierno del mundo que la acción de saciar a cinco mil hombres con cinco panes. Sin embargo, en aquél nadie se fija ni nadie lo admira; en ésta, en cambio, se fijan todos con admiración, no porque sea mayor, sino porque es rara, porque es nueva. ¿Quién es el que alimenta ahora también al mundo entero sino el mismo que hace que de pocos granos broten mieses abundantes? Obró, pues, como Dios. Porque lo que hace que de pocos granos se produzcan mieses abundantes, es lo mismo que multiplica en manos de Cristo los cinco panes. El poder en las manos de Cristo existía; aquellos cinco panes eran como semillas, no sembradas en la tierra, sino multiplicadas por el mismo que hizo la tierra. Ese hecho impresiona a nuestros sentidos y nos obliga a elevar nuestra mente; ese prodigio, realizado delante de nuestros ojos, nos empuja a forzar el entendimiento, con el fin de admirar, a través de las obras visibles, a Dios invisible; y con el fin de desear, después de haber sido elevados hasta la fe y de haber sido purificados por la misma fe, conseguir ver a Dios, cuya naturaleza invisible hemos conocido a través de las obras visibles. 3. Romano Guardini, El Señor, Ed. Cristiandad 2ª edición 2005, p. 88 Sus milagros de curación están siempre en relación con la fe. o Los discípulos no pueden curar al joven epiléptico porque tienen poca fe y la fuerza que debe actuar en virtud del Espíritu Santo se ve coartada (Mateo 17,14-21). Las curaciones de Jesús hacen referencia a la fe, revelan la realidad de un Dios que ama. La auténtica finalidad de esas curaciones consiste en que los hombres descubran la realidad de la fe, se abran a ella y se identifiquen con ella. Las curaciones de Jesús son obra de Dios, revelación de Dios, camino hacia Dios. Sus milagros de curación están siempre en relación con la fe. En Nazaret no pudo hacer ningún milagro, porque sus compatriotas no creían. Imponer un milagro sería destruir su mismo sentido, pues siempre hace referencia a la fe (Lucas 4,23-30). Los discípulos no pueden curar al joven epiléptico porque tienen poca fe y la fuerza que debe actuar en virtud del Espíritu Santo se ve coartada (Mateo 17,14-21). Cuando traen al paralítico, en un primer momento da la impresión de que Jesús no se interesa en absoluto por la enfermedad del paciente. Lo que ve, sobre todo, es su fe. Por eso le promete, en primer lugar, el perdón de sus pecados, y sólo como culminación de todo el proceso le cura la parálisis (Marcos 2,1 -12). Al padre del niño epiléptico le pregunta: «¿Crees que puedo hacerlo?». Y el milagro sólo se produce cuando el corazón está dispuesto a dejarse guiar hasta la fe (Marcos 9,23-25). El centurión dice con simplicidad militar: «Yo no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que mi criado se cure, porque si yo le digo a uno de mis subordinados que se vaya, se va; y a otro que venga, y viene; y a mi criado, que haga algo, y lo hace». Por eso, oye un elogio maravilloso: «Os aseguro que en ningún israelita he encontrado tanta fe» (Mateo 8,5-13). Y el ciego puede escuchar estas palabras: «Tu fe te ha curado» (Marcos 10,46-52). Las curaciones de Jesús hacen referencia a la fe, igual que el anuncio del mensaje; y al mismo tiempo revelan la realidad de un Dios que ama. La auténtica finalidad de esas curaciones consiste en que los hombres descubran la realidad de la fe, se abran a ella y se identifiquen con ella. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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