sábado, 8 de julio de 2017
Navidad. Misa de Medianoche (2014). «El pueblo que caminaba vio una luz grande». Somos un pueblo en camino, peregrinos, y la luz de la Navidad nos invita a reflexionar. Dios es fiel a la Alianza y en nosotros se alternan la fidelidad y la infidelidad. Jesús es un haz de luz clarísima. El que cree en él, no permanece en las tinieblas. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. Los pastores fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados y porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Luz significa conocimiento, hace vivir, indica el camino, en contraste con la oscuridad de la mentira y de la ignorancia. Y significa amor: donde hay amor, surge una luz en el mundo; donde hay odio, el mundo queda en la oscuridad.
1 Navidad. Misa de Medianoche (2014). «El pueblo que caminaba vio una luz grande». Somos un pueblo en camino, peregrinos, y la luz de la Navidad nos invita a reflexionar. Dios es fiel a la Alianza y en nosotros se alternan la fidelidad y la infidelidad. Jesús es un haz de luz clarísima. El que cree en él, no permanece en las tinieblas. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. Los pastores fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados y porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Luz significa conocimiento, hace vivir, indica el camino, en contraste con la oscuridad de la mentira y de la ignorancia. Y significa amor: donde hay amor, surge una luz en el mundo; donde hay odio, el mundo queda en la oscuridad. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló». (Isaías 9,1-2, Primera Lectura) La fuente de la luz es el mismo Niño desde el pesebre. A. Somos caminantes y en nosotros y a nuestro alrededor hay tinieblas y luces. Papa Francisco. Homilía en la Misa de Medianoche, 24 de diciembre de 2013 o Nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. La luz del misterio de la Navidad, que nos invita a reflexionar: el misterio de «caminar» y de «ver» Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver. 1. Caminar o En la historia de la salvación, en el curso de la historia, Dios es fiel a su alianza y a sus promesas. Por parte del pueblo de Israel y por la nuestra se alternan la fidelidad y la infidelidad. Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Juan 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no 2 sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Juan 2,11). Pueblo en camino, sobre todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante. 2. Ver o Jesús es un haz de luz clarísima No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tito 2,11). La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros. 3. Los pastores fueron los primeros que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. o Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil. Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: “No teman” (Lucas 2,10). Como dijeron los ángeles a los pastores: “No teman”. Y también yo les repito a todos: “No teman”. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz. Amén. B. El significado de la luz Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Nochebuena 2005. 1. Luz significa sobre todo conocimiento, verdad, en contraste con la oscuridad de la mentira y de la ignorancia. (…) Escuchemos una segunda palabra de la liturgia de esta Noche santa, tomada en este caso del libro del profeta Isaías: “Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos” (Isaías 9,1). La palabra “luz” impregna toda la liturgia de esta santa misa. Se alude a ella nuevamente en el párrafo tomado de la carta de san Pablo a Tito: “Se ha manifestado la gracia” (Tito 2,11). La expresión “se ha manifestado” proviene del griego y, en este contexto, significa lo mismo que el hebreo expresa con las palabras “una luz brilló”; la “manifestación” –la “epifanía”– es la irrupción de la luz divina en el mundo lleno de oscuridad y problemas sin resolver. Por último, el evangelio relata cómo la gloria de Dios se apareció a los pastores y “los envolvió en su luz” (Lucas 2, 9). Donde se manifiesta la gloria de Dios, se difunde en el mundo la luz. “Dios es luz, en él no hay tiniebla alguna”, nos dice san Juan (1 Juan 1,5). La luz es fuente de vida. Pero luz significa sobre todo conocimiento, verdad, en contraste con la oscuridad de la mentira y de la ignorancia. Así, la luz nos hace vivir, nos indica el camino. 2. Luz significa también amor. Donde hay amor, surge una luz en el mundo; donde hay odio, el mundo queda en la oscuridad. Pero además, en cuanto da calor, la luz significa también amor. Donde hay amor, surge una luz en el mundo; donde hay odio, el mundo queda en la oscuridad. Ciertamente, en el establo de Belén aparece la gran 3 luz que el mundo espera. En aquel Niño acostado en el pesebre Dios muestra su gloria: la gloria del amor, que se da a sí mismo como don y se priva de toda grandeza para conducirnos por el camino del amor. La luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado hombre y mujeres a lo largo de los siglos, “los ha envuelto en su luz”: fijémonos en los santos. Pablo, Agustín, Francisco, Domingo, Teresa de Ávila, Teresa de Calcuta. La luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado hombres y mujeres a lo largo de los siglos, “los ha envuelto en su luz”. Donde ha brotado la fe en aquel Niño, ha florecido también la caridad: la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón. Desde de Belén una estela de luz, de amor y de verdad impregna los siglos. Si nos fijamos en los santos –desde san Pablo y san Agustín a san Francisco y santo Domingo, desde san Francisco Javier a santa Teresa de Ávila y a la madre Teresa de Calcuta–, vemos esta corriente de bondad, este camino de luz que se inflama siempre de nuevo en el misterio de Belén, en el Dios que se ha hecho Niño. Contra la violencia de este mundo Dios opone, en ese Niño, su bondad y nos llama a seguir al Niño. o El verdadero misterio de la Navidad es el resplandor interior que viene de este Niño. No permitamos que esta llama luminosa, encendida en la fe, se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo. Junto con el árbol de Navidad, nuestros amigos austriacos nos han traído también una pequeña llama que encendieron en Belén, para decirnos así que el verdadero misterio de la Navidad es el resplandor interior que viene de este Niño. Dejemos que este resplandor interior llegue a nosotros, que se encienda en nuestro corazón la llamita de la bondad de Dios; llevemos todos, con nuestro amor, la luz al mundo. No permitamos que esta llama luminosa, encendida en la fe, se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo. Custodiémosla fielmente y ofrezcámosla a los demás. En esta noche, en que miramos hacia Belén, queremos rezar de modo especial también por el lugar del nacimiento de nuestro Redentor y por los hombres que allí viven y sufren. Queremos rezar por la paz en Tierra Santa: Mira, Señor, a este rincón de la tierra, al que tanto amas por ser tu patria. Haz que en ella resplandezca la luz. Haz que llegue la paz a ella. C. Cristo como luz En el Catecismo de la Iglesia Católica El deseo de iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo. • n. 748: "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia, anunciando el evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. (…) La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol. La contemplación de los misterios de la vida de Cristo. • n. 2715: La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. "Yo le miro y él me mira", decía, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a Él es renuncia a "mí". Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el "conocimiento interno del Señor" para más amarle y seguirle (cf San Ignacio de Loyola, ex. sp. 104). Él es la "luz del mundo". El que cree en él, no permanece en las tinieblas. • n. 2466: En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó toda entera. "Lleno de gracia y de verdad" (Juan 1 , 14), él es la "luz del mundo" (Juan 8, 12), la Verdad (cf Juan 14, 6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Juan 12, 46). El discípulo de Jesús, "permanece en su palabra", para conocer "la verdad que hace libre" (cf Juan 8, 31 - 32) y que santifica (cf Juan 17, 17). Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Juan 14, 17) que el Padre envía en su nombre (cf Juan 14, 26) y que conduce "a la verdad completa" (Juan 16, 13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la Verdad: "Sea vuestro lenguaje: `sí, sí'; `no, no'" (Mateo 5, 37). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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