Ø La Palabra de Dios (2017). Domingo 15 del tiempo ordinario, Ciclo A (16 de julio de 2017).
La Palabra de Dios es, por sí misma, eficaz. Es más, puede modificar cualquier situación, incluso la más dramática y compleja (cfr. Primera Lectura). Pero el hombre tiene la posibilidad tremenda de volver vana la iniciativa divina y rechazar su amor. Depende de nosotros ser la tierra buena en la que “da fruto y produce uno ciento, otro sesenta, otro treinta” (cfr. Evangelio).
v Cfr. Domingo 15 del tiempo ordinario, 16 de julio de 2017
Isaías 55, 10-11 - Mateo 13,
1-23
Isaías 55, 10-11: 10 Como
descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que riegan la tierra, la fecundan ,
la hacen germinar, y dan simiente al sembrador y pan a quien ha de comer, así
será la palabra que sale de mi boca: no
volverá a mí de vacío, sino que hará lo que Yo quiero y realizará la misión que le haya confiado.
Mateo 13, 18-23: Explicación de la palabra del sembrador. 18
“Escuchad pues la parábola del sembrador. 19 A todo el que oye la palabra del
Reino y no entiende, viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: es
esto lo sembrado junto al camino. 20 Lo
sembrado sobre terreno pedregoso es el que oye la palabra, y al momento la
recibe con alegría; 21 pero no tiene en sí raíz, sino que es inconstante y, al
venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropieza
y cae. 22 Lo sembrado entre espinos
es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción
de las riquezas ahogan la palabra y queda estéril. 23 Y lo sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende, y
fructifica y produce el ciento, o el sesenta o el treinta”
1. Como la lluvia fecunda la tierra, la Palabra transforma el corazón del hombre.
v Pero así como la simiente cae a veces en un terreno árido, o pedregoso, o lleno de maleza, la Palabra de Dios puede caer en un corazón distraído, lleno de otros intereses, superficial.
·
En la primera
Lectura el profeta compara la Palabra que sale de la boca de Dios con la lluvia
y la nieve,
que caen para regar y fecundar la tierra. Dios difunde
su Palabra en el corazón de cada hombre para transformarlo interiormente, y Jesús - en el
Evangelio de hoy -, nos invita a limpiarlo de zarzas y piedras, con el fin de
que, acogiendo la Palabra libremente, demos los frutos que Dios quiere. El ser
tierra buena que acoge la semilla es una elección de libertad que corresponde a
cada uno de nosotros. Porque Dios no coacciona, Él dona y espera nuestro sí. Así
como la simiente cae a veces en un terreno árido, o pedregoso, o lleno de
maleza, la Palabra de Dios puede caer en un corazón distraído, lleno de otros
intereses, superficial.
2. El misterio de nuestra libertad: la cooperación con la Palabra de Dios.
v Varias actitudes ante la palabra de Dios
o Se trata de examinar el compromiso moral de cada cristiano, de cómo ejercitamos nuestra libertad.
a)
Desde el
principio, los cristianos han estado preocupados por la suerte que corría la
Palabra de
Dios, que es la semilla que el Señor siembra,
dependiendo de la actitud con que era acogida. Y se ha explicado esta parábola,
por tanto, como una exhortación para que la Palabra de Dios no sea ahogada por
los diversos tipos de dificultades. Se trata de examinar el compromiso moral de
cada cristiano, de cómo ejercitamos
nuestra libertad, de conocer y poner en práctica las enseñanzas de Jesús.
Como se ha escrito abundantemente, se trata de entender
que la propuesta de la Palabra exige una roturación, una limpieza y un abono de
la tierra que somos cada uno de nosotros
para que la semilla dé fruto, o, también, dicho con otras palabras, exige
ablandar el propio corazón y que se abran los ojos y los oídos (cfr. Mateo 13,
15: «Se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y han
cerrado sus ojos…»).
b)
Y así se han dado
diversas explicaciones
-
“Los pájaros que
devoran la semilla tienen la función de desvelar un corazón poseído por el
maligno que
arranca el bien que se ha sembrado. Los terrenos
pedregosos que dejan que crezca solamente un fruto tísico, revelan a los
inconstantes, a los frágiles, a los débiles que se postran enseguida ante las
pruebas. Las espinas son el emblema de los superficiales y de los inestables
que están atados a los mitos del fácil bienestar y del orgullo”. (cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A,
Piemme novembre 1995 III edición XV
Domenica, p. 208).
o Una actitud específica según el apóstol Santiago (1, 21-25): los desmemoriados, los distraídos, que no la ponen en práctica. Es una de las actitudes más difundidas.
c) “Recibid con mansedumbre la palabra sembrada en
vosotros, capaz de salvar vuestras almas. Pero tenéis que ponerla en práctica y
no sólo escucharla engañándoos a vosotros mismos. Porque quien se contenta con
oír la palabra, sin ponerla en práctica, es como un hombre que contempla la
figura de su rostro en un espejo: se mira, se va e inmediatamente se olvida de
cómo era. En cambio, quien considera atentamente la ley perfecta de loa
libertad y persevera en ella - no como quien la oye y luego se olvida, sino
como quien la pone por obra – ese será bienaventurado al llevarla a la
práctica”.
2. Una llamada a la conversión
·
Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno A, Città Nuova XI edicione giugno 2001,
XV
Domenica, p. 205: El capítulo 55 de Isaías también contiene
una invitación a convertirse al Señor, que encontramos en los versículos
inmediatamente precedentes a los que se
leen hoy en la liturgia: “Buscad al Yahvé mientras se deja encontrar, llamadle
mientras está cercano. Deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus
pensamientos, y vuélvase a Yahvé, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios,
que será grande en perdonar” (vv. 6-7). “Seremos buen terreno en la medida de nuestra
capacidad para dejarnos penetrar por el
Evangelio, de adecuar a él nuestro modo de pensar, de juzgar los valores; en
una palabra, de convertirnos”.
3. Algunos de los textos del Catecismo de la Iglesia Católica sobre la Palabra de Dios.
o Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En Él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta.
·
n. 65. III CRISTO
JESUS - "MEDIADOR Y PLENITUD DE TODA LA REVELACION" (Dei Verbum, 2)
Dios ha dicho todo en su Verbo
"De una manera fragmentaria y de muchos modos
habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos
últimos tiempos nos ha hablado por su Hijo" (Hebreos 1, 1 - 2).
Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e
insuperable del Padre. En El lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta.
S. Juan de la Cruz, después de otros muchos, lo expresa de manera luminosa,
comentando Hebreos 1, 1 - 2:
Porque en
darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra,
todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que
hablar; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado
en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora
quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría
una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en
Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad (San Juan de
la Cruz, Subida al monte Carmelo 2, 22, 3 - 5: Biblioteca Mística Carmelitana,
v. 11 (Burgos 1929), p. 184.).
§ La palabra de Dios es alimento del alma, fuente de vida espiritual, sustento y vigor de la Iglesia.
·
n. 131:
La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia - «Es tan grande el poder y la
fuerza de la palabra
de Dios, que
constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y
perenne de vida espiritual» (DV 21). «Los fieles han de tener fácil acceso
a la Sagrada Escritura» (DV 22).
§ Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios: para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús.
·
n. 543:
El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el
Reino.
Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (Cf Mt 10,
5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las
naciones (Cf Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la
palabra de Jesús:
La Palabra de
Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y
se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla,
por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (LG 5).
4. Algunos textos de Papa Francisco sobre la Palabra, en su documento «Evangelii gaudium».
v
Se comienza a ser cristiano por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva».
7. No me cansaré
de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del
Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran
idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Benedicto
XVI, Enc. Deus caritas est, 1).
v La Palabra tiene una potencialidad que no podemos predecir. Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo.
o La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie.
22. La Palabra tiene en sí una potencialidad
que no podemos predecir. El Evangelio habla de una semilla que, una vez
sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme (cf. Marcos 4,26-29). La Iglesia debe aceptar esa
libertad inaferrable de la Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy
diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas.
23. La intimidad de la
Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se
configura como comunión misionera».[Juan Pablo II, Exhort.
ap. postsinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988), 32] Fiel al modelo del Maestro, es vital
que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares,
en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio
es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a
los pastores de Belén: «No temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran
alegría para todo el pueblo»
(Lc 2,10). El Apocalipsis
se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los
habitantes de la tierra, a
toda nación, familia, lengua y pueblo» (Apocalipsis 14,6).
v El testimonio de fe, del amor salvífico del Señor, que todo cristiano está llamado a ofrecer, en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo.
o Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida.
120. (…) Todo
cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios
en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que
somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los
primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de
Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Juan 1,41). La samaritana, apenas salió de
su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron
en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de
su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el
Hijo de Dios» (Hechos 9,20).
¿A qué esperamos nosotros?
121. Por supuesto que todos estamos llamados a
crecer como evangelizadores. Procuramos al mismo tiempo una mejor formación,
una profundización de nuestro amor y un testimonio más claro del Evangelio. En
ese sentido, todos tenemos que dejar que los demás nos evangelicen
constantemente; pero eso no significa que debamos postergar la misión
evangelizadora, sino que encontremos el modo de comunicar a Jesús que
corresponda a la situación en que nos hallemos. En cualquier caso, todos somos
llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del
Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su
Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no
es lo mismo la vida sin Él, entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda
a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los
otros. Nuestra imperfección no debe ser una excusa; al contrario, la misión es
un estímulo constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir
creciendo. El testimonio de fe que todo cristiano está llamado a ofrecer
implica decir como san Pablo: «No es que lo tenga ya conseguido o que ya sea
perfecto, sino que continúo mi carrera [...] y me lanzo a lo que está por
delante» (Filipenses 3,12-13).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.