jueves, 6 de julio de 2017
El amor de Cristo a su Iglesia, modelo del amor recíproco en el matrimonio, entre marido y mujer. El factor principal del desmoronamiento de muchos matrimonios reside en la infidelidad.
1 El amor de Cristo a su Iglesia, modelo del amor recíproco en el matrimonio, entre marido y mujer. El factor principal del desmoronamiento de muchos matrimonios reside en la infidelidad. Cfr. II domingo tiempo ordinario, Año C, 14 enero 2001. Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 48-53 : 1. ¿Qué ha querido Jesús decirnos con su participación a las bodas de Caná? pp. 48-49 Antes que nada, de este modo ha honrado, de hecho, las bodas entre el hombre y la mujer, reafirmando, implícitamente, que son una cosa bella, querida por el Creador y bendecida por Él. Pero también ha querido enseñarnos otra cosa. Con su venida se realizaba en el mundo el matrimonio místico entre Dios y la humanidad que había sido prometido por los profetas, bajo el nombre de “nueva y eterna alianza”1 . Con la imagen del amor nupcial, Dios había hablado de su amor por la humanidad muchas veces. En Caná se encuentran el símbolo y la realidad: la boda humana de dos jóvenes son la ocasión para hablarnos de otra esposo y de otra esposa. Entonces, ¿las bodas de Caná son un simple pretexto para hablar de otra cosa, es decir de la boda espiritual? No, porque hay una relación recíproca. Si la boda humana sirve como símbolo de la boda espiritual entre la humanidad y Cristo, ésta, a su vez, sirve de modelo al matrimonio humano. Con otras palabras, si deseamos descubrir como deberían ser, según la Biblia, las relaciones entre el hombre y la mujer en el matrimonio, debemos mirar cómo son las relaciones entre Cristo y la Iglesia. 2. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ha amado a su Iglesia pp. 49-50 Intentemos hacerlo siguiendo el pensamiento de san Pablo sobre este argumento, como está expresado en la Carta a los Efesios 5, 25-33. En el origen y en el centro de todo matrimonio, según esta visión, debe estar el amor: «Maridos: amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella» Hoy nosotros damos por descontada esta afirmación. Sin embargo, hemos llegado a reconocer esto solamente hace poco más de un siglo, y todavía no en todas las partes. Por siglos y milenios, el matrimonio era un acuerdo entre familias, un modo de 1 Uno de los temas preferidos en toda la literatura mística es el de los desposorios del alma con Dios. Según la Biblia la esposa del Señor es Israel, el pueblo elegido, a quien dirige su palabra y envía sus mensajeros. Israel es el "amor" de Dios; con este pueblo contrae su "alianza". Hay infidelidades por parte de Israel, pero el amor de Dios es más fuerte que las infidelidades de Israel. Hay, pues, reconciliaciones y renovaciones de la alianza rota. A veces la esposa recibe el nombre de "Abandonada", otras "Mi favorita". A partir de Jesucristo la esposa es el nuevo Israel, quienes se incorporan a Cristo y son un solo cuerpo animado por el mismo espíritu, que es el Espíritu Santo. La esposa es la Iglesia. [Nota del traductor] 2 proveer a la conservación del patrimonio o a la mano de obra en el trabajo del campo, o una obligación social. Los protagonistas eran los padres y las familias, y no los esposos que, con frecuencia, se conocían sólo el día de la boda. Cristo no sólo ama a la Iglesia, sino que también su amor es «celoso» (Cf. 2 Co 11,2). Y así debería ser el amor del marido. En efecto no hay solamente una celosía mala, morbosa, signo de debilidad y de falta de confianza. Hay también una celosía buena que es lo contrario de la indiferencia y proviene del celo 2 , del interés, de la preocupación por otra persona. Jesús, dice además Pablo en el texto de la Carta a los Efesios, se ha dado a sí mismo «para mostrar ante sí mismo a la Iglesia resplandeciente, sin mancha, arruga o cosa parecida». ¿Es posible para un marido humano emular a Cristo esposo también en esto? ¿Puede quitar las arrugas a su propia mujer? ¡Sí que puede! Hay arrugas producidas por la falta de amor, por dejarse solos. Quien se siente importante para el cónyuge no tiene arrugas o, si las tiene, son arrugas diversas que hacen crecer y no disminuir la belleza. 3, Las mujeres: estimad al marido p. 50 Y las mujeres, ¿qué pueden aprender de su modelo que es la Iglesia? La Iglesia se pone bella únicamente para su esposo, no para agradar a otros. Esta orgullosa y es entusiasta de su esposo Cristo y no se cansa de alabarle. Llevado al terreno humano, esto recuerda a las novias y a las esposas que su estima y admiración es una cosa importantísima para el novio o el marido. A veces, para ellos es lo que más importa en el mundo. Sería grave el que faltase, no tener jamás una palabra de aprecio por su trabajo, por su capacidad organizadora, por su coraje o por la dedicación a la familia; por lo que dice si es un político, por lo que escribe si es escritor, por lo que crea si es un artista. El amor se alimenta con la estima y muere cuando ésta no existe. 4. El modelo divino recuerda a los esposos, sobre todo, la fidelidad pp. 50-51 Pero hay una cosa que el modelo divino recuerda sobre todo a los esposos: la fidelidad. Dios es fiel, siempre, a pesar de todo. El profeta Oseas describe las relaciones entre Dios y el pueblo de Israel con la imagen de un matrimonio en crisis. El pueblo es infiel; abraza a los ídolos, vuelve la espalda a Dios. Dios al principio amenaza, desahoga su ira, grita a los hijos, con palabras muy «humanas»: “Pleitead con vuestra madre, pleitead, que ella no es mi mujer, ni yo soy su marido; que se quite de la cara sus prostituciones” 3 . Pero después, puesto que las amenazas no obtienen nada, decide de cambiar él, decide de olvidar el pasado y reconquistar a su esposa con la fuerza del amor. Sus palabras hacen pensar en una marido que ofrece a su mujer un viaje juntos lejos, solamente ellos dos, pare recomenzar desde el inicio, como en una nueva luna de miel: «Yo mismo la seduciré, la conduciré al desierto y le hablaré al corazón. ... allí me responderá como en los días de su juventud » (Oseas 2, 16-17). Hoy este discurso sobre la fidelidad se ha convertido en algo escabroso, que nadie osa hacer. Y sin embargo, el factor principal del desmoronamiento de muchos matrimonios reside ahí, en la infidelidad. Algunos lo niegan, diciendo que el adulterio 2 Celo igual a primor, cuidado, diligencia (Nota del Traductor) 3 Oseas 2,4 3 es el efecto y no la causa de las crisis matrimoniales. Con otras palabras: se traiciona porque no hay nada en común con el propio cónyuge. A veces puede que esto sea verdad; pero muy frecuentemente se trata de un círculo vicioso. Se traiciona por el matrimonio ha muerto, pero el matrimonio ha muerto precisamente porque se ha comenzado a traicionar, tal vez en un primer momento sólo con el corazón. La cuestión más odiosa es que, con frecuencia, precisamente quien traiciona echa al otro la culpa de todo y se presenta a sí mismo como la víctima de la situación. San Agustín observaba en una predicación al pueblo: «Si un marido dice que es casto y fiel a su mujer, se ríen de él y le dicen que no es un hombre. La perversidad humana ha llegado hasta el punto que quien es vencido por la lujuria es considerado un hombre, y quien la vence no sería considerado un hombre ... Es lo mismo que si, asistiendo a un espectáculo en el anfiteatro, se pensase que es más fuerte quien termina vencido bajo el vientre de la bestia y no quien la vence» 4 . Agustín se dirige a los maridos porque, en su tiempo (como hasta no hace mucho tiempo), el adulterio era considerado un asunto grave si era cometido por la mujer, y una simple aventura de la que se podía presumir ante los amigos, si quien la vivía era el marido. Sabemos que hoy la reprensión tiene el mismo valor en ambos casos. 5. Las bodas de Caná: una esperanza para los esposos p. 52 El episodio evangélico contiene una esperanza para todas las parejas humanas, también para las mejores. En todo matrimonio sucede lo que pasó en las bodas de Caná. Comienza con entusiasmo y alegría (de lo que es símbolo el vino); pero el entusiasmo inicial con el paso del tiempo se consume y termina acabándose, como el vino en Caná. Entonces las cosas ya no se hacen por amor y con alegría, sino por costumbre. Si no están atentos, desciende sobre la familia como una nube de monotonía y de aburrimiento. A los invitados a la propia boda - es decir, a los hijos que llegan – sólo se les ofrece el propio cansancio y las propias preocupaciones. También respecto a estos esposos se puede decir tristemente: ¡«Ya no tienen vino»! En este episodio evangélico se indica a los cónyuges un camino para no caer en esa situación, o para salir si ya se ya se está dentro: ¡invitar a Jesús a la propia boda! Si Él esta presente se le puede pedir que repita el milagro de Caná: transformar el agua en vino. El agua de la costumbre, de la rutina, de la frialdad, en el vino de un amor y de un a alegría mejor de los del comienzo, como sucedió en el vino de Caná. Qué significa invitar a Jesús a la boda, ya lo hemos visto otras veces. Significa honrar el evangelio en la casa de cada uno, rezar juntos, acercarse a los sacramentos, tomar parte en la vida de la Iglesia. No siempre los dos novios están desde el punto de vista religioso en la misma línea. Tal vez uno es creyente y el otro no, o, al menos, no del mismo modo. En este caso, aquel que conoce a Jesús lo invitará a la boda, y procure con su amabilidad, con el respeto por el otro, con el amor y la coherencia de vida, que Jesús llegue a ser pronto amigo de los dos. ¡Un «amigo de la familia»! 6. No hacer del matrimonio un «absoluto» de la vida Una vez que hemos visto tantas cosas estupendas sobre el matrimonio, es necesario dar un aviso a los novios y a sus padres. Hay que estar atentos a no hacer del matrimonio algo absoluto como si fuese todo en la vida. Sobre cargar el matrimonio con 4 Sermones 9,12 4 esperanzas desproporcionadas que no podrá mantener, significa condenar el mismo matrimonio a un seguro fracaso. Una de las más grandes historias de amor narradas en la literatura, la de Fausto y Margarita, se termina con estas palabras de Goethe: «Todo lo que pasa no es más que un símbolo»; sólo en el cielo «lo inalcanzable llega a ser realidad». El matrimonio es, en efecto, una de las cosas que pasan con el pasar de la escena de este mundo (Cf. 1 Co 7,31). Sería un error grave hacer de él un absoluto, algo de lo que se hace depender - o con lo que se mide - el éxito o el desastre de la vida misma. Hay personas que han fallado en su matrimonio, y, sin embargo, son muy dignas y mejores de tantas otras que se han casado felizmente. Solamente en Dios llegará a ser realidad para siempre la fusión plena y la unidad perfecta (también entre los esposos) que aquí es «inalcanzable». Se ha dicho que amarse no quiere decir mirarse uno a otro, sino mirar juntos en la misma dirección. La palabra de Dios nos ha revelado hoy cuál es esta dirección hacia la que deben mirar juntos los esposos para perseverar en la elección que han hecho: Dios que es la fuente del amor y de la fidelidad. www.parroquiasantamonica.com
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