miércoles, 5 de julio de 2017

Domingo 6 del Tiempo Ordinario, Ciclo A. 16 de febrero de 2014. Jesús no anula la antigua ley de Moisés, sino que la lleva a la plenitud, y descubre la radicalidad del Decálogo. “Sabéis que se mandó a los antiguos … pero yo os digo … El cumplimiento de los mandamientos lleva no sólo a no cometer actos malos, sino también a no desearlos. Y esto porque la Ley está enraizada en nuestros corazones. Jesús descubre el Decálogo en su radicalidad. No basta una lectura legalista de la palabra de Dios. Los mandamientos son signos esenciales de una actitud interior total que debe implicar todas las elecciones cotidianas. Aplicación de esa plenitud a uno de los ejemplos: el matrimonio. El matrimonio es expresión de una donación total. Una aparente excepción al principio general de la donación total para siempre en el texto de Mateo: «excepto en el caso de concubinato». La «porneia» y sus interpretaciones.



1 Domingo 6 del Tiempo Ordinario, Ciclo A. 16 de febrero de 2014. Jesús no anula la antigua ley de Moisés, sino que la lleva a la plenitud, y descubre la radicalidad del Decálogo. “Sabéis que se mandó a los antiguos … pero yo os digo … El cumplimiento de los mandamientos lleva no sólo a no cometer actos malos, sino también a no desearlos. Y esto porque la Ley está enraizada en nuestros corazones. Jesús descubre el Decálogo en su radicalidad. No basta una lectura legalista de la palabra de Dios. Los mandamientos son signos esenciales de una actitud interior total que debe implicar todas las elecciones cotidianas. Aplicación de esa plenitud a uno de los ejemplos: el matrimonio. El matrimonio es expresión de una donación total. Una aparente excepción al principio general de la donación total para siempre en el texto de Mateo: «excepto en el caso de concubinato». La «porneia» y sus interpretaciones. Cfr. Domingo 6º del Tiempo Ordinario, Ciclo A. Eclesiástico 15, 16-21; 1 Corintios 2, 6-10; Mateo 5, 17-37, Forma breve: Mateo 5,20- 22a.27-28.33-34a.37 Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995 pp. 160-165 Cfr. Raniero Cantalamessa, Echad las redes, Ciclo A, Edicep 2001 pp. 204-209 Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, 7 (2013), 6ª Domenica del Tempo Ordinario, Prima Lettura o Primera lectura: Eclesiástico 15, 16-21 Eclesiástico 15, 16-21: Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras; delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja. Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y todo lo ve; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre; no mandó pecar al hombre, ni deja impunes a los mentirosos. o Evangelio según San Mateo 5,17-37. El texto entre [ ] puede omitirse por razón de brevedad. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: [No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos.] Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos. Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.] Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior. [Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el Abismo. Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al Abismo. Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.» Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer - excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.] Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor». Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo]. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno. 2 1. Jesús, a través de seis contraposiciones/ antítesis en su Discurso de la Montaña, define la relación entre el Evangelio y el modo como era interpretada y vivida la ley del Antiguo Testamento. Cfr. Gianfranco Ravasi, o.c. pp. 160-165 “Sabéis que se mandó a los antiguos … pero yo os digo … o En el Evangelio de hoy aparecen las cuatro primeras de seis antítesis que propone el Señor: sobre el homicidio, el adulterio, el divorcio, el juramento, la ley del talión, el amor al prójimo. Y, además, al inicio de su discurso, Jesús ofrece una declaración paradójica: “No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. El Señor no anula la antigua ley, sino que lleva a plenitud la ley de Moisés. a) El cumplimiento de los mandamientos lleva no sólo a no cometer actos malos, sino también a no desearlos. Y esto porque la Ley está enraizada en nuestros corazones. • Cfr. San Ireneo de Lyon, obispo de Lyon (Francia), que murió mártir en el 200 (en Magnificat, febrero 2014, n. 123, pp. 271-272): (…) “El Señor no abolió los preceptos naturales, sino que los extendió y les dio plenitud: “Se dijo a los antiguos: no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola ya ha sido adúltero con ella en su interior. Y también: Se dijo: no matarás. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano sin motivo tendrá que comparecer ante el tribunal. Estos preceptos no implican ni la contradicción ni la abolición de los precedentes, sino su cumplimiento y extensión. (…) ¿En qué consiste ir más allá? Primeramente en creer no sólo en el Padre, sino también en el Hijo manifestado en lo sucesivo, porque él es quien conduce al hombre a la comunión y unión con Dios. Después, en no decir tan sólo, sino en hacer - porque dicen pero no hacen - y guardarse no sólo de cometer actos malos, sino también de desearlos. Con estas enseñanzas, el Señor no contradecía la Ley, sino que la lleva a su cumplimiento, a su plenitud, y ponía en nosotros la raíz de las prescripciones de la Ley”. b) ¿Cómo se justifican las palabras del Señor, su aparente polémica; “habéis oído … pero yo os digo?. Jesús descubre el Decálogo en su radicalidad. No basta una lectura legalista de la palabra de Dios. Cfr. Gianfranco Ravasi o.c. pp. 161-162 • “Hemos de buscar la respuesta no en el Antiguo Testamento en sí mismo, sino en la interpretación reductiva ofrecida «por los escribas y fariseos». (…) Se trata de la condena por parte de Jesús de una actitud peligrosa presente en el judaísmo pero que afectará - como nos recordará san Pablo – también al fiel cristiano. Esta actitud nace de una lectura legalista de la palabra de Dios: si el Decálogo dice «No matar», bastaría pararse en la letra evitando el asesinato; si el precepto impone no cometer adulterio, sería suficiente con no tener relaciones sexuales con otra mujer casada; si la norma se refiere al divorcio, bastaría seguir las prescripciones jurídicas y si el mandamiento condena el falso juramento en sede procesal, bastaría atenerse a ello según la indicación dada. Los mandamientos son signos esenciales de una actitud interior total que debe implicar todas las elecciones cotidianas. Jesús, en el espíritu auténtico de la profecía bíblica, rompe este esquema querido también por aquellos cristianos que se acontentan con confesar el acostumbrado: «No he matado a nadie, no he robado, no he cometido adulterio, no he engañado a nadie». Jesús descubre el Decálogo en su radicalidad: los mandamientos son sólo signos esenciales de una actitud interior total que debe implicar todas las elecciones cotidianas. No somos justos solamente en algunos actos extremos y en algunas horas del día sino que estamos siempre y totalmente consagrados al amor al prójimo respetándolo y ayudándolo, se está siempre y totalmente consagrados al amor matrimonial en una plena donación, se está siempre y totalmente consagrados a la verdad también en pequeñas cosas. (…) Cristo - citando precisamente el Antiguo Testamento – nos recuerda que el mandamiento es uno solamente, aunque abraza todo acto y todo instante de la vida: «Amarás el Señor Dios tuyo con todo el corazón, 3 con toda tu alma y con toda tu mente y amarás al prójimo como a ti mismo». De este mandamiento «depende toda la Ley y los Profetas». (Mateo 22, 37-40). 2. Aplicación de esa plenitud a uno de los ejemplos: el matrimonio El matrimonio es expresión de una donación total Cfr. Gianfranco Ravasi o.c. pp.163-165 • El matrimonio es expresión de una donación total, como había recordado Jesús en otro momento muy conocido: «El hombre dejará su padre y su madre y se unirá a su mujer y los dos serán una sola carne. Así no son ya dos sino una carne solamente. Lo que Dios ha unido el hombre no lo separe» (Mateo 19, 5-6). (…) Jesús hace que se encuentren las raíces del proyecto divino que ve en el amor humano el signo de un amor total que es un desafío a toda división y muerte: «Los dos serán una sola carne» (Génesis 2, 24). (…) o Una aparente excepción al principio general de la donación total para siempre en el texto de Mateo: excepto en el caso de concubinato. La porneia y sus interpretaciones • Sin embargo, el texto de Mateo parece introducir en este principio fundamental una excepción: «excepto en caso de concubinato». En realidad el original es más genérico de esta traducción que es ya una interpretación: «excepto en el caso de porneia». Acerca de este vocablo griego se han dado desde siempre muchas interpretaciones. Recordamos sólo las principales, además de la que se suele hacer como «concubinato». Hay quien la ha traducido con la palabra «adulterio», pero en este caso Mateo pondría a Jesús en la línea de la escuela de Shammai, concediendo el divorcio en un caso bastante común y desfavoreciendo así en modo neto el principio de la indisolubilidad. (…) Otros, por otra parte, han pensado en las uniones ilícitas e ilegítimas: Pablo en la primera Carta a los Corintios (5,1) define porneia a la unión incestuosa de un cristiano de esa ciudad. Se puede pensar también en ciertas formas de matrimonio entre consanguíneos admitidas por los paganos pero recusadas en el ambiente judeo-cristiano de Mateo. Otros hacen referencia a cuestiones particulares relacionadas con ese horizonte judío en el que Mateo anunciaba el Evangelio, con la sensibilidad propia de la mentalidad según la cual la infidelidad grave constituía una mancha devastadora para la santidad del matrimonio. Ciertamente el amor matrimonial a los ojos de Jesús es un signo altísimo que no puede ser infringido y pisoteado con ligereza. El cristiano debe vivirlo con plenitud y radicalidad, se debe acercar a él con grande respeto y temor, y no como quien vive una aventura o una experiencia transitoria y superficial. Por otra parte, sin embargo, la «excepción» introducida por Mateo puede convertirse concretamente en una invitación dirigida a la comunidad cristiana a estar cerca de quien tiene entre manos los restos de un amor partido, de quien se siente como la adúltera del Evangelio de Juan, circundada sólo por los índices acusadores de los jueces, de los «bienpensantes», de los sociólogos, de las personas indiferentes y a veces también un poco hipócritas. En la Iglesia las palabras como misericordia, generosidad, perdón, ayuda, deben acompañar siempre las ciertamente necesarias palabras verdad y juicio. El divorcio legal y el divorcio del corazón Cfr. Raniero Cantalamessa, o.c., pp. 204- 209. o El divorcio legal • Nosotros tendemos a reducir el problema del divorcio a su aspecto jurídico y legal sobre todo desde cuando se ha apropiado de él la política. Divorciarse quiere decir en este caso obtener la separación legal del cónyuge, vivir un cierto número de años separados, para después si se quiere ser libres de volverse a casar civilmente 1 . 1 Hoy día se encuentran divorcios legales muy diversos en los diferentes países. En España, por ejemplo, con la ‘ley del divorcio exprés’ basta que hayan transcurrido tres meses desde el matrimonio, sea civil o religioso, con algunas condiciones. 4 o El divorcio del corazón Jesús intenta llevar éste y los otros mandamientos a su raíz que es el corazón. Pero, en el presente fragmento evangélico Jesús intenta llevar éste y otros mandamientos a su raíz que es el corazón. Hablando de adulterio dice: «Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: “El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior”. Ahora bien, al igual que existe un adulterio del corazón, así también existe para el Evangelio un divorcio del corazón. Éste se puede consumar sin hacer ninguno de los actos jurídico antes recordados; simplemente desenamorándose de la propia mujer o del propio marido, separándose del cónyuge en lo íntimo para vivir sin amar a nadie o vinculando el propio corazón a otra persona. Se crea así un muro de separación, no realizado posiblemente con papel timbrado y con la intervención de abogados, pero, igualmente, terrible. Esto para el Evangelio es ya una forma de divorcio, que se distingue de la otra forma, la jurídica y legal, sólo porque no es aún definitiva e irrevocable. Seamos sinceros: incluso entre los creyentes, ¿cuántos viven desde hace años en esta forma de divorcio práctico? Cuando entre marido y mujer no hay ni siquiera el deseo de perdonarse y de reconciliarse, cuando está establecida la indiferencia o hasta la hostilidad, hay un divorcio de hecho del corazón. Es un repudio, aunque sin el famoso «libelo», ¡esto es, sin un papel timbrado! El mandamiento de Dios ya está violado, ya no se es más una sola carne. Se forma parte de los «divorciados» tanto vale para decirlo claramente. Los males del divorcio legal y del divorcio del corazón Se habla mucho de los males terribles del divorcio jurídico: mujeres condenadas a la soledad, hijos comprometidos psicológicamente para siempre por la cruel necesidad de tener que escoger entre la propia madre y el propio padre, disputas entre ellos y agitaciones de uno y de otro de los padres. Pero ¿los daños de este otro divorcio son quizás mucho menores para quien los vive desde dentro, esto es, para la sociedad y para los hijos? ¡Hay tantos adolescentes descarriados, drogados, violentos, no adaptados, que no son hijos de divorciados vueltos a casar!; son más bien hijos de padres que viven bajo el mismo techo pero con el divorcio del corazón, que litigan permanentemente, se ofenden o se callan obstinadamente, reduciendo a veces así la familia, dejádmelo decir, a un infierno. (…) La conclusión no es decir: entonces, tanto vale divorciarse incluso legalmente. Sería como matar a un enfermo para curarlo de una enfermedad suya grave. El remedio es interrumpir el divorcio del corazón, no institucionalizarlo. Jesús decía: «Lo que Dios unió no lo separe el hombre». (Mateo 19,6). (…) Es más fácil impedir que el divorcio del corazón se realice que cambiarlo cuando ya se ha verificado. ¿Cómo? Es necesario liquidar los contrastes, las incomprensiones y las frialdades cuando nacen. La causa número uno del divorcio del corazón es el orgullo, la honrilla, el no querer ceder, el no pedir disculpas, cuando uno se ha equivocado. Es más, no admitir nunca el haberse equivocado. El matrimonio nace de la humildad y no puede vivir si no es en la humildad El matrimonio nace de la humildad, y no puede vivir si no es en la humildad, como los peces no pueden vivir si no permanecen en el agua en la que han nacido. (…) Es necesario, sin embargo, convencerse de que no bastan los medios humanos, también los mejores; es necesaria la ayuda de lo alto. Y esto se consigue cultivando la oración, acercándose juntos a los sacramentos, manteniendo vivo el contacto con la fuente de todo amor, que es el Espíritu Santo. (…) 3. En la primera lectura se habla de la libertad del hombre En el salmo responsorial (118) se alaba quien camina en la voluntad del Señor. o También se pide que el Señor nos muestre el camino de sus leyes, para seguirlo puntualmente y guardar su voluntad de todo corazón. • En la primera lectura se habla de la libertad del hombre. Dios no nos mueve a la fuerza, sino que apela a nuestra elección. Así nos descubre cuál es la finalidad de todo lo que nos manda: la amistad con él. Pidámosle sentir sobre nosotros su mirada amorosa para conocer mejor sus mandamientos y cumplirlos. (David Amado Fernández, en Magnificat, n. 123, febrero 2014, p. 261). • Salmo 118. Dichoso el que, con vida intachable, Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, Camina en la voluntad del Señor; y lo seguiré puntualmente; 5 Dichoso el que, guardando sus preceptos, enséñame a cumplir tu voluntad Lo busca de todo corazón. (…) Y a guardarle de todo corazón. Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa por el mundo del trabajo Domingo, 19 de marzo 2006, III de Cuaresma o El Decálogo es una confirmación de una libertad conquistada. Los mandamientos son el medio que el Señor nos da para defender nuestra libertad tanto de los condicionamientos internos de las pasiones como de los abusos externos de los malintencionados. La Ley de Moisés más que una imposición es un don. Es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre. • Hemos oído juntos una página famosa del Libro del Éxodo, aquella en la que el autor sagrado relata la entrega a Israel del Decálogo de parte de Dios. Un detalle impacta inmediatamente: la enunciación de los mandamientos está introducida por una significativa referencia a la liberación del pueblo de Israel. Dice el texto: «Yo soy el Señor tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de la servidumbre» (Ex 20,2). El Decálogo, por lo tanto, quiere ser una confirmación de la libertad conquistada. En efecto, los mandamientos, si se miran en profundidad, son el medio que el Señor nos da para defender nuestra libertad tanto de los condicionamientos internos de las pasiones como de los abusos externos de los malintencionados. Los «no» de los mandamientos son otros tantos «sí» al crecimiento de una auténtica libertad. Hay una segunda dimensión en el Decálogo que también hay que subrayar: mediante la Ley dada por mano de Moisés, el Señor revela que quiere cerrar con Israel un pacto de alianza. La Ley, por lo tanto, más que una imposición es un don. Más que mandar lo que el hombre debe hacer, ella quiere hacer manifiesta a todos la elección de Dios: Él está de parte del pueblo elegido; lo ha liberado de la esclavitud y lo rodea con su bondad misericordiosa. El Decálogo es testimonio de un amor de predilección. Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 17 • La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad, habiendo experimentado que Dios está más dentro de mí que lo más íntimo mío2 . Crece entonces el abandono en Dios y Dios es nuestra alegría (cf. Sal 73 [72], 23-28). Catecismo de la Iglesia Católica, 1962 • (…) El Decálogo es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los caminos de Dios, y para protegerle contra el mal. (…) Si quieres … Eclesiástico 15, 16 • No quiere decir que sea facultativo observar los mandamientos, sino que la decisión libre humana es determinante para dar un sentido positivo o negativo a la propia vida. (Cfr. Temi di predicazione-Omelie, Prima lettura, Contenuto). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 2 Cf. San Agustín, Confesiones, III, 6, 11: CCL 27, 32.

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