martes, 4 de julio de 2017

Somos libres en la medida en que buscamos conformarnos (identificarnos, participar en su vida y en su destino, etc.) con Cristo y en la medida en que ayudamos al prójimo. La libertad no es, simplemente, hacer lo que se quiere.



1 Somos libres en la medida en que buscamos conformarnos (identificarnos, participar en su vida y en su destino, etc.) con Cristo y en la medida en que ayudamos al prójimo. La libertad no es, simplemente, hacer lo que se quiere. 1. Benedicto XVI, Audiencia general, 1 de octubre de 2008, sobre san Pablo (…) o La libertad cristiana no se identifica nunca con el libertinaje o con el arbitrio de hacer lo que se quiere; esta se realiza en la conformidad con Cristo y por eso, en el auténtico servicio a los hermanos, sobre todo a los más necesitados. Como aparece con gran claridad en las cartas de san Pablo, la libertad cristiana no se identifica nunca con el libertinaje o con el arbitrio de hacer lo que se quiere; ésta se realiza en conformidad con Cristo y por eso, en el auténtico servicio a los hermanos, sobre todo a los más necesitados. Por esta razón, el relato de san Pablo sobre la asamblea se cierra con el recuerdo de la recomendación que le dirigieron los Apóstoles: "Sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero" (Ga 2, 10). (…) o La grande importancia que daban los primeros cristianos a las colectas para los pobres Toda colecta era "servicio", "bendición", "amor", "gracia", es más, "liturgia". Quizás ya no seamos capaces de comprender plenamente el significado que san Pablo y sus comunidades atribuyeron a la colecta para los pobres de Jerusalén. Se trató de una iniciativa totalmente nueva en el ámbito de las actividades religiosas: no fue obligatoria, sino libre y espontánea; tomaron parte todas las Iglesias fundadas por san Pablo en Occidente. La colecta expresaba la deuda de sus comunidades a la Iglesia madre de Palestina, de la que habían recibido el don inefable del Evangelio. Tan grande es el valor que Pablo atribuye a este gesto de participación que raramente la llama simplemente "colecta": para él es más bien "servicio", "bendición", "amor", "gracia", más aún, "liturgia" (2 Co 9). Sorprende, particularmente, este último término, que confiere a la colecta en dinero un valor incluso de culto: por una parte es un gesto litúrgico o "servicio", ofrecido por cada comunidad a Dios, y por otra es acción de amor cumplida a favor del pueblo. El amor por los pobres es liturgia divina; no hay separación entre culto y vida, entre fe y obras, entre oración y caridad por los hermanos Amor a los pobres y liturgia divina van juntas, el amor a los pobres es liturgia. Los dos horizontes están presentes en toda liturgia celebrada y vivida en la Iglesia, que por su naturaleza se opone a la separación entre el culto y la vida, entre la fe y las obras, entre la oración y la caridad para con los hermanos. Así el concilio de Jerusalén nace para dirimir la cuestión sobre cómo comportarse con los paganos que llegaban a la fe, optando por la libertad de la circuncisión y de las observancias impuestas por la Ley, y se resuelve en la solicitud eclesial y pastoral que pone en el centro la fe en Cristo Jesús y el amor a los pobres de Jerusalén y de toda la Iglesia. (…) o Es esencial ser cada vez más conformes a Cristo. Es así que se es realmente libre, así se expresa en nosotros el núcleo más profundo de la Ley: el amor a Dios y al prójimo. (…) Es esencial conformarnos cada vez más a Cristo. De esta forma se es realmente libre. Así se expresa en nosotros el núcleo más profundo de la Ley: el amor a Dios y al prójimo. Pidamos al Señor que nos enseñe a compartir sus sentimientos, para aprender de él la verdadera libertad y el amor evangélico que abraza a todo ser humano. 2. Juan Pablo II, en la Encíclica “Veritatis splendor”, n. 19 o El contenido del “conformarse” con Cristo: es “seguir” a Cristo, es compartir su vida y su destino. No se trata solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre. «Ven, y sígueme» (Mt 19, 21) • 19. El camino y, a la vez, el contenido de esta perfección consiste en la sequela Christi, en el 2 seguimiento de Jesús, después de haber renunciado a los propios bienes y a sí mismos. Precisamente ésta es la conclusión del coloquio de Jesús con el joven: «luego ven, y sígueme» (Mt 19, 21). Es una invitación cuya profundidad maravillosa será entendida plenamente por los discípulos después de la resurrección de Cristo, cuando el Espíritu Santo los guiará hasta la verdad completa (cf. Jn 16, 13). Es Jesús mismo quien toma la iniciativa y llama a seguirle. La llamada está dirigida sobre todo a aquellos a quienes confía una misión particular, empezando por los Doce; pero también es cierto que la condición de todo creyente es ser discípulo de Cristo (cf.Hch 6, 1). Por esto, seguir a Cristo es el fundamento esencial y original de la moral cristiana: como el pueblo de Israel seguía a Dios, que lo guiaba por el desierto hacia la tierra prometida (cf. Ex 13, 21), así el discípulo No se trata aquí solamente de escuchar una enseñanza debe seguir a Jesús, hacia el cual lo atrae el mismo Padre (cf. Jn 6, 44). y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical: adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre. El discípulo de Jesús, siguiendo, mediante la adhesión por la fe, a aquél que es la Sabiduría encarnada, se hace verdaderamente discípulo de Dios (cf. Jn 6, 45). En efecto, Jesús es la luz del mundo, la luz de la vida (cf. Jn 8, 12); es el pastor que guía y alimenta a las ovejas (cf. Jn 10, 11-16), es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 6), es aquel que lleva hacia el Padre, de tal manera que verle a él, al Hijo, es ver al Padre (cf. Jn 14, 6-10). Por eso, imitar al Hijo, «imagen de Dios invisible» (Col 1, 15), significa imitar al Padre. 3. Comité para el Jubileo del año 2000, Jesucristo, Salvador del mundo. Cfr. BAC 6ª ed. junio de 1997, cap. IX pp. 155-181, «Para mí, vivir es Cristo» (Filipenses 1,21) pp. 158-160 o Otras palabras e imágenes que nos ayudan a descubrir el contenido de “conformarse” con Cristo, para descubrir así el sentido de nuestra libertad: comunión, participación, asimilación, incorporación, configuración … Como preparación para el jubileo del 2000, Juan Pablo II invita a «redescubrir el bautismo, como fundamento de la existencia cristiana, según la palabra del Apóstol: "Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Gálatas 3,27)»1 . Conviene meditar de nuevo cuanto San Pablo ha experimentado al respecto, transmitiendo a la Iglesia una de las experiencias más logradas de vida y de misión vividas enteramente en Cristo y por Cristo. Se trata de una experiencia espiritual fundamental, que puede ser expresada con varios términos, como comunión, divinización, participación, conformación, asimilación e incorporación. La vida de Pablo fue una asimilación continua de Cristo: «Para mí, vivir es Cristo» (Filipenses 1,21). En el hecho de su conversión en el camino de Damasco (Hechos 9,3-5; 22,1-12; 26,1-24) Jesús se le reveló como el presente y el viviente en la Iglesia y en los cristianos: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hechos 9,5). La asimilación vital de Cristo y la «convivencia» con El viene descrita con neologismos como «conmorir», «con-vivir» con Cristo (2 Timoteo 2,11; Romanos 6,8), «compadecer» (Romanos 8,17; 1 Cor 2,26), «estar con-crucificados» (Romanos 6,6), «estar con-sepultados» (Romanos 6,4; Col 2,12), «con-resucitar» (Efesios 2,6; Col 2,18; 3,1), «estar configurados» con Cristo en la muerte (Filipenses 3,10), «estar con~glorificados» (Romanos 8,17), «con-sentarse» con El (Efesios 2,6), «con-reinar» (2 Timoteo 2,12; 1 Corintios 4,8), «ser coherederos» (Romanos 8,17; Efesios 3,6). Los cristianos han sido predestinados por el Padre a «ser con-formados con la imagen de su Hijo» (Romanos 8,29). La incorporación a Cristo es la realidad del bautizado: «Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó: estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo («con-vivificó») - por pura gracia estáis salvados -, nos ha resucitado («con~resucitó») con Cristo Jesús y nos ha sentado («consentar») en el cielo con El. Así muestra en todos los tiempos la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2,4-7). www.parroquiasantamonica.com 1 TMA 41.

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