martes, 21 de febrero de 2017
Domingo 25 del tiempo ordinario. Ciclo B. (2012.) El espíritu de servicio de los discípulos del Señor. Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó. Los evangelios refieren muchas veces que los Apóstoles ambicionaban los primeros puestos en el Reino. Jesús exhortó a sus discípulos a no desear el primado del poder, sino el del servicio. Una enseñanza difícil. Hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano. La fuerza transformadora de la gracia. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre. Estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34).
1 Domingo 25 del tiempo ordinario. Ciclo B. (2012.) El espíritu de servicio de los discípulos del Señor. Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó. Los evangelios refieren muchas veces que los Apóstoles ambicionaban los primeros puestos en el Reino. Jesús exhortó a sus discípulos a no desear el primado del poder, sino el del servicio. Una enseñanza difícil. Hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano. La fuerza transformadora de la gracia. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre. Estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34). cfr. Domingo 25 tiempo ordinario Ciclo B, 2012 23 septiembre Evangelio Marcos 9, 30-37; 1Santiago 3.16-4.3; Sabiduría 2, 17-20; Salmo Resp. 53, 3-4; 5; 6.8 . Evangelio según san Marcos 9, 30-37: En aquel tiempo Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero Él no quería que nadie lo supiera porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte; y tres días después de muerto resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaún; y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos, y el servidor de todos”. Después, tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado”. 1. Evangelio: el espíritu de servicio Según San Marcos el Señor anuncia tres veces su pasión, muerte y resurrección. o La primera vez ha sido leída el domingo pasado (Marcos 8, 31-35) • Recordamos la oposición de S. Pedro y el claro reproche del Señor al mismo Pedro “por no pensar según Dios sino según los hombres”. o La segunda vez es la que aparece en el Evangelio que acabamos de leer (Marcos 9, 30-37) • El Señor instruye a sus discípulos mientras caminaban a través de Galilea: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte; y tres días después de muerto resucitará». • Hoy Marcos también nos explica la reacción de los discípulos ante esas palabras del Señor caminando por Galilea: «Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones». Una discusión entre sí de los discípulos • E incluso Marcos nos dice que «en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante». Probablemente, sus preocupaciones versaban sobre el cargo que podrían tener en el gobierno futuro de la Palestina, cuando hubiese triunfado la revolución anti-romana. • Recordemos, a este propósito, que la tercera vez en la que predice su pasión, hay dos discípulos que le hacen una petición también interesada : “35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» 36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. 2 ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan». • Y por esto el Señor también les instruye afirmando con claridad: “42 Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»” o Encontramos la tercera vez en Marcos 10, 33-34. “33 Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 34 y se burlarán de él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará.»” Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó. o “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mt 9,35). Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B, Homilía en una Beatificación, en Génova el 22/09/1985 Cristo anuncia siempre su misericordia precisamente a través de personas a las que transforma en testigos excelsos de caridad, porque en las pruebas supieron “refugiarse en Él”, y pudieron “dar con alegría”. “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mateo 9,35). Ser servidor de todos es la misión que el Hijo de Dios abrazó, convirtiéndose en “siervo” sufriente del Padre por la redención del mundo. Jesús ilustra con un gesto admirable el significado que quiere dar a la palabra “siervo”: y a los discípulos preocupados por saber “quién era el más importante”, les enseña que es necesario ponerse en el último lugar, al servicio de los más pequeños: “Acercando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí” (Marcos 9,37). Acoger a un niño podía significar, especialmente en aquel tiempo, dedicarse a las personas de menor consideración; preocuparse con profunda estima, con corazón fraterno y con amor, de aquellos a quienes el mundo no tiene en cuenta y la sociedad margina. Así Jesús revela el modelo de los que sirven a los más pequeños y a los más pobres. Se identifica con el que está en el último nivel de la sociedad, se oculta en el corazón del humilde, del que sufre, del abandonado, y por eso afirma: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”. El Señor sabe acercar con indecible amor a su cruz algunas almas elegidas valiéndose de las contradicciones de la vida, de las contestaciones de los hombres, de las humillaciones que brotan de la miseria moral del mundo. De este modo purifica el espíritu de sus santos, los hace capaces de recoger el mensaje de la cruz, hacerlo propio, vivirlo con intensa generosidad. Este acercamiento a la cruz de Cristo es un don que nace de la misteriosa actuación de la gracia divina y, a veces, desconcierta las perspectivas de quien piensa en términos terrenos. Y sin embargo, en verdad, Cristo anuncia siempre su misericordia precisamente a través de estas almas, a las que transforma en testigos excelsos de caridad, porque en las pruebas supieron “refugiarse en Él”, y pudieron “dar con alegría”, como hemos cantado en el Salmo. o Los evangelios refieren muchas veces que los Apóstoles ambicionaban los primeros puestos en el Reino. Cfr. Juan Pablo II, Catequesis, 22 de noviembre de 1995. • Los evangelios refieren muchas veces que los Apóstoles ambicionaban los primeros puestos 3 en el Reino, que discutían entre ellos sobre quién era el mayor y que, a este respecto, Jesús debió darles lecciones sobre la necesidad de la humildad y del servicio (cf. Mt 18,1-5 Mt 20,20-28 Mc 9,33-37 Mc 10,35-45 LC 9,46-48 Lc 22,24-27). Jesús exhortó a sus discípulos a no desear el primado del poder, sino el del servicio. Una enseñanza difícil. Juan Pablo II, Homilía, 24 septiembre del 2000 En el abrazo al niño Cristo revela ante todo la delicadeza de su corazón. • "Acercando a un niño, lo puso en medio de ellos" (Marcos 9, 36). Este singular gesto de Jesús, que nos recuerda el evangelio que acabamos de proclamar, viene inmediatamente después de la recomendación con la que el Maestro había exhortado a sus discípulos a no desear el primado del poder, sino el del servicio. Una enseñanza que debió impactar profundamente a los Doce, que acababan de "discutir sobre quién era el más importante" (Marcos 9, 34). Se podría decir que el Maestro sentía la necesidad de ilustrar una enseñanza tan difícil con la elocuencia de un gesto lleno de ternura. Abrazó a un niño, que según los parámetros de aquella época no contaba para nada, y casi se identificó con él: "El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí" (Marcos 9, 37). (…) • En el abrazo al niño Cristo revela ante todo la delicadeza de su corazón, capaz de todas las vibraciones de la sensibilidad y del afecto. Se nota, en primer lugar, la ternura del Padre, que desde la eternidad, en el Espíritu Santo, lo ama y en su rostro humano ve al "Hijo predilecto" en el que se complace (cf. Mc 1, 11; 9, 7). Se aprecia también la ternura plenamente femenina y materna con la que lo rodeó María en los largos años transcurridos en la casa de Nazaret. La tradición cristiana, sobre todo en la Edad Media, solía contemplar frecuentemente a la Virgen abrazando al niño Jesús. Por ejemplo, Aelredo de Rievaulx se dirige afectuosamente a María invitándola a abrazar al Hijo que, después de tres días, había encontrado en el templo (cf. Lc 2, 40-50): "Abraza, dulcísima Señora, abraza a Aquel a quien amas; arrójate a su cuello, abrázalo y bésalo, y compensa los tres días de su ausencia con múltiples delicias" (De Iesu puero duodenni 8: SCh 60, p. 64). "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos" (Mc 9, 35). En el icono del abrazo al niño se manifiesta toda la fuerza de este principio, que en la persona de Jesús, y luego también en la de María, encuentra su realización ejemplar. o El Señor enseña a sus discípulos hacerse los últimos y a servir a todos. Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, n. 379 • A los discípulos que discuten sobre quién es el más grande, el Señor les enseña a hacerse los últimos y a servir a todos (cf. Mc 9,33-35), señalando a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, que ambicionan sentarse a su derecha, el camino de la cruz (cf. Mc 10,35-40 Mt 20,20-23). Un dilema que se plantea en nuestras vidas: la llamada de Cristo y la fascinación del mundo. Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B Homilía en una Beatificación, en Génova el 22/09/1985 o “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres” (Mc 9,31). Hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano. “El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres” (Marcos 9,31). En el Evangelio de hoy Jesús anuncia sus discípulos su pasión, los prepara a la comprensión de este misterio siempre presente en la historia de la salvación. Sin embargo ellos no comprenden sus palabras. Pero nosotros ¿las podemos entender? Lo que sucede en Galilea, en el coloquio que nos refiere el Evangelista Marcos, es un hecho perenne que se realiza siempre. Es el mensaje del Calvario que aparece siempre que se presenta al hombre el dolor, la pobreza, el sufrimiento. 4 Jesús, pues, mientras anuncia que Él “va a ser entregado”, nos enseña una realidad perenne y dolorosa: Él será siempre entregado al hombre, a la historia de los hombres, a la sociedad, a la cultura, a la humanidad, a las generaciones siempre nuevas, que se interrogan como en un difícil desafío, sobre el significado de la vida y de la cruz de Cristo. En la historia que sigue a la muerte y resurrección de Cristo, se propone siempre de nuevo un apremiante dilema entre la llamada de Cristo y la fascinación del mundo, entre las opciones consiguientes a la fe y las que están vinculadas a una concepción inmanentista de la vida. Nosotros nos damos cuenta de que hay una difícil confrontación entre el bien continuamente anunciado por la Palabra de Dios, por Cristo y por sus siervos y testigos, y otro bien aparente, que lucha contra el primero y está alentado por justificaciones o éxitos de carácter puramente terreno y humano, encarnado como está en las instancias de la estructura técnica de la vida. Parece que de aquí nacen como dos vías morales, dos éticas que son divergentes, y el alma cristiana, como la de cada uno de los hombres honestos, se desgarra en sus difíciles opciones. La fuerza transformadora de la gracia. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre. Cfr. Juan Pablo II, Domingo XXV del Tiempo Ordinario. Ciclo B, Homilía de la Beatificación, en Génova el 22/09/1985 o El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre, convencido de que tanto en el nivel natural como en el divino el crecimiento del propio bien existencial se realiza y se articula con el esfuerzo por el crecimiento del bien de los otros. Estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34). Pero la Palabra de Cristo ¿acaso está entregada a la debilidad del corazón de los hombres, a sus pecados, a la impresionante oleada de amenazas morales que crecen en el mundo, o es capaz de transformar también el corazón humano, sosteniendo su fragilidad impulsándolo a buscar valores auténticos fundados sobre el ser, la libertad, la verdad? Estoy seguro de que también en nuestros días, como en el pasado, la levadura evangélica puede suscitar discípulos de Cristo capaces de realizar esfuerzos generosos, de intentar caminos nuevos y comprometidos en todos los sectores de la vida organizada, para poder dar al hombre una esperanza nueva y cierta, fundada sobre la fe viva en Jesús Crucificado. El cristiano debe saber cumplir con alegría su deber de servicio al hombre, convencido de que tanto en el nivel natural como en el divino el crecimiento del propio bien existencial se realiza y se articula con el esfuerzo por el crecimiento del bien de los otros. Pero estemos vigilantes y seamos sinceros, porque también los que están cercanos a Cristo pueden ser engañados acerca del sentido de su función en el mundo. “Pues, por el camino habían discutido quién era el más importante” (Mc 9,34). También los que están cercanos a Cristo pueden ser envueltos por la tentación de un tipo de existencia que, queriendo pasar por moderna, se deja llevar del furor técnico y de la embriaguez de sus transformaciones, acabando por definirse materialista, laica, extraña a los problemas del espíritu; aparentemente más libre, pero en realidad, sujeta a la esclavitud que nace de una mayor pobreza del alma. No se ayuda al hombre a evolucionar en su condición de criatura social, si luego se le deja en condiciones de mayor pobreza por lo que se refiere a su espíritu. Jesús nos invita con el ejemplo a una elección concreta del último puesto para servir a los que han perdido en el tormentoso camino de la vida el sentido de la riqueza que viene de Dios. 2. LA INFANCIA ESPIRITUAL En el Evangelio de hoy, Jesús propone al niño – abrazándolo como señal de amor - como modelo a imitar, respetar y venerar. o Un gesto simbólico • Hoy vemos en el Evangelio que el Señor, además de sus palabras, usa un gesto simbólico [como 5 solían hacer los profetas, especialmente Ezequiel] para educar a los discípulos: “Después, tomando un niño lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino a Aquél que me ha enviado”. Los discípulos del Señor deben descubrir la verdadera grandeza de la humildad, de la sencillez y de la infancia espiritual. • Jesús propone al niño – abrazándolo como señal de amor - como modelo a imitar, respetar y venerar. Jesús querría que los discípulos, identificándose con los pequeños, descubriesen la verdadera grandeza de la humildad, de la sencillez y de la infancia espiritual. No podemos olvidar en este momento otras palabras del mismo Señor: “En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»” (Mateo 11,25). Los «pobres del Señor» no buscan el triunfo clamoroso, no aplastan a los demás para triunfar, no saquean ni oprimen, sino que se consagran a Dios y a los hermanos. • Cfr. G. Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, ed. Piemme 1996, pp. 288-289). “Y la actitud del niño que se abandona a sí mismo y extiende sus brazos hacia Dios, es la misma de los «pobres del Señor» frecuentemente exaltados en el Antiguo Testamento”. (...) No buscan el triunfo clamoroso, no aplastan a los demás para triunfar, no saquean ni oprimen, sino que se consagran a Dios y a los hermanos como canta el Salmo 131: «No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. No, mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! ¡Espera, Israel, en Yahveh desde ahora y por siempre!»”. Para entender bien la fuerza de ese gesto simbólico pensemos que el Señor echa por tierra una tradición bien consolidada en el antiguo Oriente, donde el niño era considerado como como una criatura marginal e imperfecta que no tiene nada que enseñar. • Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 1996, pp.288-89: Para entender bien la fuerza de ese gesto simbólico del Señor, hay que tener en cuenta que el Señor, utilizando un niño como gesto simbólico para enseñar la sencillez, la humildad verdadera, etc., “echa por tierra una tradición bien consolidada en el antiguo Oriente, donde el niño era considerado como una criatura marginal e imperfecta que no tiene nada que enseñar. Es significativa a este respecto la maldición de Isaías 3,4: «Les daré mozos por jefes, y mozalbetes les dominarán». También es neta la declaración de un antiguo maestro judío, el rabino Jochanam: «Desde los tiempos en que ha sido destruido el Templo, la profecía ha sido arrebatada a los profetas y dada a los locos y a los niños»”. • Santo Tomás dice a propósito de quien tiene poca edad: “La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4, 8): "la vejez honorable no es la que dan los muchos días, no se mide por el número de los años". Así numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta la sangre por Cristo (S. Tomás de A., s. th. 3, 72, 8, ad 2)”. Unos versos de Unamuno sobre la infancia espiritual «Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar; la hiciste para los niños. Yo he crecido, a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad, vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar». www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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