jueves, 23 de febrero de 2017
San Pablo concede a la colecta en dinero para ayudar a los necesitados un valor incluso de culto: por una parte es un gesto litúrgico o "servicio", ofrecido por cada comunidad a Dios, y por otra es acción de amor cumplida a favor del pueblo. No hay separación entre oración y caridad por los hermanos.
San Pablo concede a la colecta en dinero para ayudar a los necesitados
un valor incluso de culto: por una parte es un gesto litúrgico o "servicio",
ofrecido por cada comunidad a Dios, y por otra es acción de amor
cumplida a favor del pueblo. No hay separación entre oración y caridad
por los hermanos.
Benedicto XVI, Audiencia general, 1 de octubre de 2008, sobre san
Pablo
o La libertad cristiana no se identifica nunca con el libertinaje o con
el arbitrio de hacer lo que se quiere; ésta se realiza en
conformidad con Cristo y por eso, en el auténtico servicio a los
hermanos, sobre todo a los más necesitados.
Con todo, como aparece con gran claridad en las cartas de san Pablo, la libertad cristiana no se
identifica nunca con el libertinaje o con el arbitrio de hacer lo que se quiere; ésta se realiza en
conformidad con Cristo y por eso, en el auténtico servicio a los hermanos, sobre todo a los más
necesitados. Por esta razón, el relato de san Pablo sobre la asamblea1
se cierra con el recuerdo de la
recomendación que le dirigieron los Apóstoles: "Sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres,
cosa que he procurado cumplir con todo esmero" (Gálatas 2, 10). Cada concilio nace de la Iglesia y
vuelve a la Iglesia: en aquella ocasión vuelve con la atención a los pobres que, de las diversas anotaciones
de san Pablo en sus cartas, se trata sobre todo de los de la Iglesia de Jerusalén. En la preocupación por los
pobres, atestiguada particularmente en la segunda carta a los Corintios (cf. 2 Corintios 8-9) y en la
conclusión de la carta a los Romanos (cf. Romanos 15), san Pablo demuestra su fidelidad a las decisiones
maduradas durante la Asamblea.
o La grande importancia que daban los primeros cristianos a las
colectas para los pobres
Toda colecta era "servicio", "bendición", "amor", "gracia", es
más, "liturgia".
Quizás ya no seamos capaces de comprender plenamente el significado que san Pablo y sus
comunidades atribuyeron a la colecta para los pobres de Jerusalén. Se trató de una iniciativa totalmente
nueva en el ámbito de las actividades religiosas: no fue obligatoria, sino libre y espontánea; tomaron parte
todas las Iglesias fundadas por san Pablo en Occidente. La colecta expresaba la deuda de sus
comunidades a la Iglesia madre de Palestina, de la que habían recibido el don inefable del Evangelio. Tan
grande es el valor que Pablo atribuye a este gesto de participación que raramente la llama simplemente
"colecta": para él es más bien "servicio", "bendición", "amor", "gracia", más aún, "liturgia" (2 Corintios
9). Sorprende, particularmente, este último término, que confiere a la colecta en dinero un valor incluso
de culto: por una parte es un gesto litúrgico o "servicio", ofrecido por cada comunidad a Dios, y por otra
es acción de amor cumplida a favor del pueblo.
El amor por los pobres es liturgia divina; no hay separación
entre culto y vida, entre fe y obras, entre oración y caridad
por los hermanos
Amor a los pobres y liturgia divina van juntas, el amor a los pobres es liturgia. Los dos
horizontes están presentes en toda liturgia celebrada y vivida en la Iglesia, que por su naturaleza se opone
a la separación entre el culto y la vida, entre la fe y las obras, entre la oración y la caridad para con los
hermanos. Así el concilio de Jerusalén nace para dirimir la cuestión sobre cómo comportarse con los
paganos que llegaban a la fe, optando por la libertad de la circuncisión y de las observancias impuestas
por la Ley, y se resuelve en la solicitud eclesial y pastoral que pone en el centro la fe en Cristo Jesús y el
amor a los pobres de Jerusalén y de toda la Iglesia.
www.parroquiasantamonica.com
1
Se refiere al Concilio de Jerusalén
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