jueves, 23 de febrero de 2017
Un hombre se olvidó de los favores que le hizo su señor, y, como consecuencia, se mostró cruel y despiadado con su prójimo
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Un hombre se olvidó de los favores que le hizo su señor, y, como
consecuencia, se mostró cruel y despiadado con su prójimo
Cfr. Domingo 24 tiempo ordinario Ciclo A - cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme 3
edizione novembre 1995, XXIV domenica, pp. 252-257
Eclesiástico/Sirácida 27, 30-28,9: 30 Rencor e ira son también abominables, esa es la propiedad del pecador. 28 1 El que se
venga, sufrirá venganza del Señor, que cuenta exacta llevará de sus pecados.2 Perdona a tu prójimo el agravio, y, en cuanto lo
pidas, te serán perdonados tus pecados.3 . Hombre que a hombre guarda ira, ¿cómo del Señor espera curación? 4 De un
hombre como él piedad no tiene, ¡y pide perdón por sus propios pecados!5 El, que sólo es carne, guarda rencor, ¿quién
obtendrá el perdón de sus pecados? 6 Acuérdate de las postrimerías, y deja ya de odiar, recuerda la corrupción y la muerte, y
sé fiel a los mandamientos. 7 Recuerda los mandamientos, y no tengas rencor a tu prójimo, recuerda la alianza del Altísimo, y
pasa por alto la ofensa.8 Abstente de disputas y evitarás el pecado, porque el apasionado atiza las disputas.9 El pecador
enzarza a los amigos, entre los que están en paz siembra discordia.
Mateo 18, 21-35: 21 Pedro se acercó entonces y le dijo: « Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga
mi hermano? ¿Hasta siete veces? » 22 Dícele Jesús: « No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. » 23 « Por
eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al empezar a ajustarlas, le fue
presentado uno que le debía 10.000 talentos.
25 Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer
y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase.
26 Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: "Ten
paciencia conmigo, que todo te lo pagaré." 27 Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó
la deuda. 28 Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y,
ahogándole, le decía: "Paga lo que debes." 29 Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: "Ten paciencia conmigo, que
ya te pagaré." 30 Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. 31 Al ver sus
compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. 32 Su señor entonces le
mandó llamar y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste.
33 ¿No debías tú
también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?" 34 Y encolerizado su señor, le
entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. 35 Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no
perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.
1. El rencor hacia el hermano es como una pantalla que interrumpe el diálogo
con Dios.
Primera Lectura, del libro del Sirácida pp. 253-254
• “El párrafo que leemos hoy [en la primera Lectura], dedicado al tema del perdón y del
rencor, está escrito con el estilo de la reflexión sapiencial 1
, que se preocupa de hacer confluir en la
religión exigencias morales concretas e inmediatas. El rencor hacia el hermano - afirma este sabio – es
como una pantalla que interrumpe también el diálogo con Dios. Si perdonas al hermano, también Dios
te perdona; si tú eres implacable, también Dios lo será contigo.
Esta dimensión «teológica» del perdón ha sido recogida también en el párrafo del «Discurso
sobre la comunidad» que Mateo describe en el cap. 18 de su Evangelio. En ese párrafo vemos que
aparece una especia de díptico: en la primera tabla se habla sobre la corrección fraterna, como se vio el
pasado domingo; en la segunda tabla, que hoy leemos, en la escena se ve el perdón. Algunos textos
bíblico invitaban a conceder el perdón al menos tres veces, como Dios «que perdona al hombre tres
veces», como dice Job (33,29). A Pedro le parecía que era atrevido y generoso imaginar un perdón
hasta siete veces. Jesús, sin embargo, va más allá rompiendo con toda concepción cuantitativa del
perdón. Él da un vuelco al terrible canto de la violencia pronunciado por Lamech en Génesis 4, 24
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El libro “Eclesiástico” es uno de los llamados libros «sapienciales o poéticos», también llamados
«didácticos» o «morales». Los libros poéticos son los Salmos y el Cantar de los Cantares. Los libros
sapienciales son Job, Proverbios, Eclesiastés o Qohélet, Eclesiástico o Sirácida y Sabiduría. “Los
libros sapienciales representan la interiorización en el hombre de la Ley divina, cuya bondad es
descubierta mediante la razón y la experiencia humanas, y cuyo conocimiento y práctica hace sabio al
hombre. De ahí que lo que la Ley prescribe en forma de mandamientos, en los libros sapienciales se
proponga en forma de sabios consejos mostrando las consecuencias de seguirlos o no” (Libros
poéticos y sapienciales, Eunsa 2001, Introducción p. 13).
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(“Caín será vengado siete veces y Lamech setenta y siete veces”), y exige a sus discípulos el perdón
ilimitado, expresado por medio de la simbólica y exorbitante cifra de «setenta veces siete»2
”.
2. Evangelio
• “La trama de la parábola tiene tres escenas con dos protagonistas: el dueño y el siervo
deudor; el siervo y un colega suyo deudor a su vez en relación con él; el dueño y el siervo en la
rendición de cuentas final. Toda la narración se basa sobre un contraste. Se trata de la oposición entre
dos comportamientos: la deuda del siervo es desmesurada3
, y, sin embargo, al dueño le basta un gesto
de buena voluntad y perdona inmediatamente; por su parte, el siervo tiene un colega deudor de un
crédito exiguo (cien denarios) y, no obstante, su rigor es inexorable, no admitiendo esperas, rémoras o
tolerancia.
Dios en su infinita misericordia supera todo delito del hombre, condonándole todo y
siempre. El hombre, por el contrario, desvela su mezquindad comportándose
frecuentemente como un tirano ofendido que trata despiadadamente al hermano también
por una nimiedad o una ofensa mínima y ridícula.
La lección de Jesús es por tanto límpida y no admite excepciones. El discípulo debe estar
siempre preparado y gozoso para conceder el perdón sin recurrir a excusas o a distinciones
vanas de acuerdo con el modelo del perdonar pero no olvidar. El perdón concedido al hermano tiene
una raíz profunda: debemos, en efecto, reconocer que nosotros somos perdonados antes por Dios.”
(…) (p. 254).
• “En el rostro del siervo deudor podemos intuir nuestros rasgos. Nuestros créditos en
relación con los demás son nimiedades microscópicas si las comparamos con los créditos que
Dios podría presentarnos. (…)
3. El perdón en el Catecismo de la Iglesia Católica
De los números en los que el CEC habla del perdón escogemos aquí
solamente algunos:
• n. 982: No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. «No hay
nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su
arrepentimiento sea sincero» (Catech. R. 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere
que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (Cf
Mateo 18, 21-22).
• Cfr. n. 1424: (…) al sacramento de la penitencia y de la reconciliación “se le llama
sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente
«el perdón y la paz» (OP, fórmula de la absolución). (…)
• n. 2845: No hay límite ni medida en este perdón, esencialmente divino (Cf Mateo 18, 21-22;
Lucas 17, 3-4). Si se trata de ofensas (de «pecados» según Lc 11, 4, o de «deudas» según Mt 6, 12), de
hecho nosotros somos siempre deudores: «Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor» (Rm
13, 8). La comunión de la Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (Cf 1
Juan 3, 19-24). Se vive en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía (Cf Mateo 5, 23-24):
Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión, los despide del altar para que antes se
reconcilien con sus hermanos: Dios quiere ser pacificado con oraciones de paz. La obligación más bella para
Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo
fiel (S. Cipriano, Dom. orat. 23: PL 4, 535C- 536A).
www.parroquiasantamonica.com
2
Ésta es una expresión semítica para indicar un número ilimitado.
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La deuda es de 10.000 talentos. Algunos investigadores revelan que las rentas anuales de Herodes el
Grande eran de unos novecientos talentos y los ingresos fiscales en Galilea y Perea en el siglo 4º a.C.
habían sido no superiores a los doscientos talentos.
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