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Con el amor al prójimo aclaramos nuestra pupila para amar a
Dios. Al amar al prójimo vamos haciendo nuestro camino hacia
Dios.
(Liturgia de las Horas, Lectura del 3 de enero, tiempo de navidad) - De los tratados
de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan - (Tratado 17, 7-9: CCL 36, 174-175)
1. Los dos preceptos de la caridad
Vino el Señor mismo, maestro de caridad, rebosante de ella, para compendiar, como
fue anunciado sobre él, la palabra sobre la tierra (Cf. Rm 9,28 1
) y puso de manifiesto que
tanto la ley como los profetas radican en los dos preceptos de la caridad.
Recordad conmigo, hermanos aquellos dos preceptos. Pues, en efecto, tienen que
seros en extremo familiares, y no sólo veniros a la memoria cuando ahora os los recordamos
sino que deben permanecer siempre grabados en vuestros corazones. Nunca olvidéis que
hay que amar a Dios y al prójimo: a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el
ser; y al prójimo como a sí mismo Cf. Mateo 22, 37.39).
2. Con el amor al prójimo aclaramos nuestra pupila para amar a Dios
He aquí lo que hay que pensar y meditar, lo que hay que mantener vivo en el
pensamiento y en la acción, lo que hay que llevar hasta el fin. El amor de Dios es el primero
en la jerarquía del precepto, pero el amor del prójimo es el primero en el rango de la acción.
Pues el que te impuso este amor en dos preceptos no había de proponerte primero al prójimo
y luego a Dios, sino al revés, a Dios primero y al prójimo después.
Pero tú, que todavía no ves a Dios, amando al prójimo haces méritos para verlo;
con el amor al prójimo aclaras tu pupila para mirar a Dios, como sin lugar a dudas dice
Juan: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (Cf.
1 Juan 4,20).
Que no es más que una manera de decirte. Ama a Dios. Y si me dices:
«Señálame a quién he de amar», ¿qué otra cosa he de responderte sino lo que dice el
mismo Juan: A Dios nadie lo ha visto jamás? (Cf. Juan 1,18). Y para que no se te ocurra
creerte totalmente ajeno a la visión de Dios, el mismo Juan te dice: Dios es amor, y
quien permanece en el amor permanece en Dios (1 Juan 4,16). Ama por tanto al
prójimo, y trata de averiguar dentro de ti el origen de ese amor; en él verás, tal y como
ahora te es posible, al mismo Dios.
Comienza, pues, por amar al prójimo. Parte tu pan con el hambriento, y hospeda
a los pobres sin techo; viste al que ves desnudo, y no te apartes de tu semejante (Isaías
58,7).
3. Al amar al prójimo vamos haciendo nuestro camino hacia Dios
¿Qué será lo que consigas si haces esto? Entonces brotará tu luz como la aurora
(Isaías 58,8). Tu luz, que es tu Dios, tu aurora, que vendrá hacia ti tras la noche de este
mundo; pues Dios ni surge ni se pone, sino que siempre permanece.
Al amar a tu prójimo y cuidarte de él, vas haciendo tu camino. ¿Y hacia dónde caminas
sino hacia el Señor Dios, el mismo a quien tenemos que amar con todo el corazón, con toda el
alma, con todo el ser? Es verdad que no hemos llegado todavía hasta nuestro Señor, pero sí que
tenemos con nosotros al prójimo. Ayuda, por tanto, a aquel con quien caminas, para que llegues
hasta aquel con quien deseas quedarte para siempre.
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1
“Porque el Señor dará cumplimiento pronta y perfectamente a su palabra sobre la
tierra” (Rm 9,8).
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