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La nueva Evangelización y la catequesis
Joseph Ratzinger: Conferencia dictada en el jubileo de los catequistas
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 27 abril 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la conferencia del cardenal Joseph
Ratzinger durante el jubileo de los catequistas y profesores de Religión celebrado el 10 de diciembre de 2000 en
Roma.
La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto,
que es preciso seguir realizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto
de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad?
Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública:
he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a vuestra pregunta
fundamental; yo os muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La
pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta
pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en
los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la
avaricia.... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva
evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la
ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona.
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN Y LA CATEQUESIS ....................................................................................................... 1
ESTRUCTURA Y MÉTODO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN ......................................................................................... 1
Estructura ................................................................................................................................................. 2
La evangelización permanente o clásica ................................................................................................................ 2
La nueva evangelización ........................................................................................................................................ 2
La tentación de la impaciencia. El grano de mostaza. ................................................................................................ 2
El método .................................................................................................................................................. 2
La renuncia al propio yo......................................................................................................................................... 2
Consecuencias de la renuncia al propio yo ............................................................................................................. 3
El fundamento de la oración ....................................................................................................................................... 3
Jesús redimió el mundo con su sufrimiento y su muerte. El grano de mostaza .......................................................... 3
Los contenidos esenciales de la nueva evangelización ............................................................................. 3
Conversión ............................................................................................................................................................. 3
Dejar de vivir como viven todos: buscar una nueva vida ........................................................................................... 4
La esencia del mensaje de Cristo no es reducirlo a la moralidad: es el don de la comunión con Jesús ...................... 4
El aspecto social de la conversión: la verdadera personalización es siempre una socialización nueva: la apertura al
tú ................................................................................................................................................................................. 4
El reino de Dios...................................................................................................................................................... 4
La palabra clave del anuncio de Jesús “es reino de Dios”: que no es una cosa sino que es Dios, que existe, que vive,
que está presente y actúa en el mundo- ....................................................................................................................... 4
Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios ................................................................................................ 5
Observación general sobre la cuestión litúrgica ..................................................................................................... 5
La banalización del misterio ....................................................................................................................................... 5
Jesucristo ................................................................................................................................................................ 5
Sólo en Cristo y por Cristo el tema de Dios se hace realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios con
nosotros ...................................................................................................................................................................... 5
El seguimiento de Cristo no es imitar al hombre Jesús, sino identificarse con Cristo, llegar a la unión con Dios .... 5
El misterio pascual, la cruz y la resurrección. La cruz pertenece al misterio divino, es expresión del amor hasta el
extremo ....................................................................................................................................................................... 6
La vida eterna ......................................................................................................................................................... 6
El anuncio de un Dios presente en la historia para hacer justicia. El anuncio del juicio y de nuestra responsabilidad.
El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. .......................... 6
Sólo teniendo hambre y sed de justicia, abrimos nuestro corazón, nuestra vida, a la misericordia divina. No es
verdad que la fe en la vida eterna quite importancia a la vida en la tierra. ................................................................. 6
Dios no es el rival de nuestra vida. La sencillez del mensaje cristiano: hablar de Dios y del hombre ........................ 6
Estructura y método de la nueva evangelización
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Estructura
La evangelización permanente o clásica
Antes de hablar de los contenidos fundamentales de la nueva evangelización quisiera explicar su estructura
y el método adecuado. La Iglesia evangeliza siempre y nunca ha interrumpido el camino de la evangelización.
Cada día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, la palabra
de Dios, y se compromete en favor de la justicia y la caridad. Y esta evangelización produce fruto: da luz y
alegría; da el camino de la vida a numeroso personas. Muchos otros viven, a menudo sin saberlo, de la luz y del
calor resplandeciente de esta evangelización permanente. Sin embargo, existe un proceso progresivo de
descristianización y de pérdida de los valores humanos esenciales, que resulta preocupante. Gran parte de la
humanidad de hoy no encuentra en la evangelización permanente de la Iglesia el Evangelio, es decir, la respuesta
convincente a la pregunta: ¿cómo vivir?
La nueva evangelización
Por eso buscamos, además de la evangelización permanente, nunca interrumpida y que no se debe
interrumpir nunca, una nueva evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a la
evangelización "clásica". Todos necesitan el Evangelio. El Evangelio está destinado a todos y no sólo a un grupo
determinado, y por eso debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos.
La tentación de la impaciencia. El grano de mostaza.
Sin embargo, aquí se oculta también una tentación: la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar
el gran éxito inmediato, los grandes números. Y este no es el método del reino de Dios. Para el reino de Dios, así
como para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, vale siempre la parábola del grano de
mostaza (cf. Mc 4, 31-32). El reino de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Nueva evangelización no
puede querer decir atraer inmediatamente con nuevos métodos, más refinadas, a las grandes mesas que se han
alejado de la Iglesia. No; no es esta la promesa de la nueva evangelización. Nueva evangelización significa no
contentarse con el hecho de que del grano de mostaza haya crecido el gran árbol de la Iglesia universal, ni pensar
que basta el hecho de que en sus ramas pueden anidar aves de todo tipo, sino actuar de nuevo valientemente, con la
humildad del granito, dejando que Dios decida cuándo y cómo crecerá (cf. Mc 4, 26-29).
Las grandes cosas comienzan siempre con un granito y los movimientos de masas son siempre efímeros. En
su visión del proceso de la evolución, Teilhard de Chardin habla del "blanco de los orígenes": el inicio de las nuevas
especies es invisible y está fuera del alcance de la investigación científica. Las fuentes se hallan ocultas; son
demasiado pequeñas. En otras palabras, las grandes realidades tienen inicios humildes. Prescindamos ahora de
si Teilhard tiene razón, y hasta qué punto, con sus teorías evolucionistas: la ley de los orígenes invisibles refleja una
verdad presente precisamente en la acción de Dios en la historia. "No por ser grande te elegí; al contrario, eres el
más pequeño de los pueblos; te elegí porque te amo...", dice Dios al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento
y así expresa la paradoja fundamental de la historia de la salvación: ciertamente, Dios no cuenta con grandes
números; el poder exterior no es el signo de su presencia.
Gran parte de los parábolas de Jesús Indican esta estructura de la acción divina y responden así a las
preocupaciones de los discípulos, los cuales esperaban del Mesías éxitos y señales muy diferentes: éxitos del tipo
que ofrece Satanás al Señor "Te daré todo esto, todos los reinos del mundo..." (cf. Mt 4, 9).
Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de
la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas por el mundo, insignificantes según los criterios
seculares. En realidad fueron la levadura que penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo (cf.
Mt 13, 33).
Un antiguo proverbio reza: "Éxito no es un nombre de Dios". La nueva evangelización debe actuar
como el grano de mostaza y no ha de pretender que surja inmediatamente el gran árbol. Nosotros vivimos con una
excesiva seguridad por el gran árbol que ya existe o sentimos el afán de tener un árbol aún más grande, más vital. En
cambio, debemos aceptar el misterio de que la Iglesia es al mismo tiempo un gran árbol y un granito. En la historia
de la salvación siempre es simultáneamente Viernes Santo y Domingo de Pascua.
El método
De esta estructura de la nueva evangelización deriva también el método adecuado. Ciertamente, debemos
usar de modo razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y
comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no queremos aumentar el poder y
la extensión de nuestras instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y de la humanidad,
dando espacio a Aquel que es la Vida.
La renuncia al propio yo
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Esta renuncia al propio yo, ofreciéndolo a Cristo para la salvación de los hombres, es la condición
fundamental del verdadero compromiso en favor del Evangelio: "Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me
recibía; si otro viene en su propio nombre, a ese lo recibiréis" (Jn 5, 43).
Lo que distingue al anticristo es el hecho de que habla en su propio nombre. El signo del Hijo es su
comunión con el Padre. El Hijo nos introduce en la comunión trinitaria, en el círculo del amor suyo, cuyas personas
son "relaciones puras", el acto puro de entregarse y de acogerse. El designio trinitario, visible en el Hijo, que no
habla en su nombre, muestra la forma de vida del verdadero evangelizador; más aún, evangelizar no es tanto una
forma de hablar; es más bien una forma de vivir: vivir escuchando y ser portavoz del Padre. "No hablará por su
cuenta, sino que hablará lo que oiga" (Jn 16, 13), dice el Señor sobre el Espíritu Santo.
Esta forma cristológica y pneumatológica de la evangelización es al mismo tiempo una forma eclesiológica:
el Señor, y el Espíritu construyen la Iglesia, se comunican en la Iglesia. El anuncio de Cristo, el anuncio del reino de
Dios, supone la escucha de su voz en la voz de la Iglesia. "No hablar en nombre propio" significa hablar en la
misión de la Iglesia.
Consecuencias de la renuncia al propio yo
El fundamento de la oración
De esta ley de renuncia al propio yo se siguen consecuencias muy prácticas. Todos los métodos racionales
y moralmente aceptables se deben estudiar; es un deber usar estas posibilidades de comunicación. Pero las palabras
y todo el arte de la comunicación no pueden ganar a la persona humana hasta la profundidad a la que debe llegar el
Evangelio. Hace pocos años leí la biografía de un óptimo sacerdote de nuestro siglo, don Dídimo, párroco de
Bassano del Grappa. En sus apuntes se encuentran palabras de oro, fruto de una vida de oración y meditación. A
propósito de lo que estamos tratando, dice don Dídimo, por ejemplo: "Jesús predicaba de día y oraba de noche". Con
esta breve noticia quería decir: Jesús debía ganar de Dios a sus discípulos.
Eso vale siempre. No podemos ganar nosotros a los hombres. Debemos obtenerlos de Dios para Dios.
Todos los métodos son ineficaces si no están fundados en la oración. La palabra del anuncio siempre ha de estar
impregnada una intensa vida de oración.
Jesús redimió el mundo con su sufrimiento y su muerte. El
grano de mostaza
Debemos dar un paso más. Jesús predicaba de día y oraba de noche, pero eso no es todo. Su vida entera,
como demuestra de modo muy hermoso el evangelio de san Lucas, fue un camino hacia la cruz, una ascensión hacia
Jerusalén. Jesús no redimió el mundo con palabras hermosas, sino con su sufrimiento y su muerte. Su pasión es
fuente inagotable de vida para el mundo; la pasión da fuerza a su palabra.
El Señor mismo, extendiendo y ampliando la parábola del grano de mostaza, formuló esta ley de
fecundidad en parábola del grano de trigo que cae tierra y muere (cf. Jn 12, 24). También esta ley es válida
hasta el fin del mundo y, juntamente con el misterio del grano de mostaza, es fundamental para la nueva
evangelización. Toda la historia lo demuestra. Sería fácil demostrarlo en la historia del cristianismo. Aquí quisiera
recordar solamente el inicio de la evangelización en la vida de san Pablo.
El éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; su fecundidad dependió de
su sufrimiento, de su unión a la pasión de Cristo (cf. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4, 12-14). "No se
dará otro signo que el signo del profeta Jonás" (Lc 1 29), dijo el Señor. El signo de Jonás es Cristo crucificado,
son los testigos que completan "lo que falta a la pasión de Cristo" (Col 1, 24). En todas las épocas de la historia se
han cumplido siempre las palabras de Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
San Agustín dice lo mismo de modo muy hermoso, interpretando el texto de san Juan donde la profecía
del martirio de san Pedro y el mandato de apacentar, es decir, la institución de su primado, están íntimamente
relacionados (cf. Jn 21, 16). San Agustín lo comenta así: "Apacienta mis ovejas, es decir, sufre por mis ovejas"
(Sermón 32: PL 2, 640). Una madre no puede dar a luz un niño sin sufrir. Todo parto implica sufrimiento, es
sufrimiento, y llegar a ser cristiano es un parto. Digámoslo una vez más con palabras del Señor: "El reino do Dios
exige violencia" (M 11, l2; Lc 10, 16), pero la violencia de Dios es el sufrimiento, la cruz. No podemos dar vida a
otros sin dar nuestra vida. El proceso de renuncia al propio yo, al que me he referido antes, es la forma concreta
(expresada de muchas formas diversas) de dar la propia vida. Ya lo dijo el Salvador: "Quien pierda su vida por mi y
por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35).
Los contenidos esenciales de la nueva evangelización
Conversión
Por lo que atañe a los contenidos de la nueva evangelización conviene ante todo tener presente que el
Antiguo Testamento y el Nuevo son inseparables. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está
resumido en el mensaje de san Juan Bautista: "Convertíos". No se puede llegar a Jesús sin el Bautista; no es
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posible llegar a Jesús sin responder a la llamada del Precursor; más aún, Jesús asumió el mensaje de Juan en la
síntesis de su propia predicación: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15). La palabra griega para decir
"convertirse" significa: cambiar de mentalidad, poner en tela de juicio el propio modo de vivir y el modo común de
vivir, dejar entrar a Dios en los criterios de la propia vida, no juzgar ya simplemente según las opiniones corrientes.
Dejar de vivir como viven todos: buscar una nueva vida
Por consiguiente, convertirse significa dejar de vivir como viven todos, dejar de obrar como obran
todos, dejar de sentirse justificados en actos dudosos, ambiguos, malos, por el hecho de que los demás hacen
lo mismo; comenzar a ver la propia vida con los ojos de Dios; por tanto, tratar de hacer el bien, aunque sea
incómodo; no estar pendientes del juicio de la mayoría, de los demás, sino del juicio de Dios. En otras
palabras, buscar un nuevo estilo de vida, una vida nueva.
La esencia del mensaje de Cristo no es reducirlo a la moralidad:
es el don de la comunión con Jesús
Todo esto no significa moralismo. Quien reduce el cristianismo a la moralidad pierde de vista la esencia del
mensaje de Cristo: el don de una nueva amistad, el don de la comunión con Jesús y, por tanto, con Dios. Quien se
convierte a Cristo no quiere tener autonomía moral, no pretende construir con sus fuerzas su propia bondad.
"Conversión" (metánoia) significa precisamente lo contrario: salir de la autosuficiencia, descubrir y
aceptar la propia indigencia, la necesidad de los demás y la necesidad de Dios, de su perdón, de su amistad. La
vida sin conversión es autojustificación (yo no soy peor que los demás); la conversión es la humildad de entregarse
al amor del Otro, amor que se transforma en medida y criterio de mi propia vida.
El aspecto social de la conversión: la verdadera personalización
es siempre una socialización nueva: la apertura al tú
Aquí debemos tener presente también el aspecto social de la conversión. Ciertamente, la conversión es ante
todo un acto personalísimo, es personalización. Yo renuncio a "vivir como todos"; ya no me siento justificado por el
hecho de que todos hacen lo mismo que yo, y encuentro ante Dios mi propio yo, mi responsabilidad personal. Pero
la verdadera personalización es siempre también una socialización nueva y más profunda. El yo se abre de nuevo al
tú, en toda su profundidad, y así nace un nuevo nosotros. Si el estilo de vida común en el mundo implica el peligro
de la despersonalización, de vivir no mi propia vida sino la de todos los demás, en la conversión debe realizarse un
nuevo nosotros del caminar común con Dios.
Anunciando la conversión debemos ofrecer también una comunidad de vida, un espacio común del nuevo
estilo de vida. No se puede evangelizar sólo con palabras. El Evangelio crea vida, crea comunidad de camino. Una
conversión puramente individual no tiene consistencia.
El reino de Dios: Dios vive, está presente y actúa en el mundo, en mi vida.
La palabra clave del anuncio de Jesús “es reino de Dios”: que no
es una cosa sino que es Dios, que existe, que vive, que está
presente y actúa en el mundo-
En la llamada a la conversión está implícito, como su condición fundamental, el anuncio del Dios vivo. El
teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y debe ser también el núcleo de la nueva evangelización. La
palabra clave del anuncio de Jesús es: reino de Dios. Pero reino de Dios no es una cosa, una estructura social o
política, una utopía. El reino de Dios es Dios.
Reino de Dios quiere decir: Dios existe, Dios vive, Dios está presente y actúa en el mundo, en nuestra vida,
en mi vida. Dios no es una "causa última" lejana. Dios no es el "gran arquitecto" del deísmo, que montó la máquina
del mundo y así estaría fuera. Al contrario, Dios es la realidad más presente y decisiva en cada acto de mi vida, en
cada momento de la historia.
En su conferencia de despedida de su cátedra en la universidad de Münster, el teólogo Juan Bautista Metz
dijo cosas que nadie se imaginaba oír de sus labios. Antes había enseñado antropocentrismo: el verdadera
acontecimiento del cristianismo sería el giro antropológico, la secularización, el descubrimiento de la secularidad del
mundo. Luego enseñó teología política, la índole política de la fe; la "memoria peligrosa"; y, finalmente, la teología
narrativa.
Después de este camino largo y difícil, hoy nos dice: si verdadero problema de nuestro tiempo es "la crisis
de Dios", la ausencia de Dios, disfrazada de religiosidad vacía. La teología debe volver a ser realmente teo-logía,
hablar de Dios y con Dios.
Metz tiene razón. Lo "único necesario" (unum necessarium) para el hombre es Dios. Todo cambia
dependiendo de si Dios existe o no existe. Por desgracia, también nosotros, los cristianos, vivimos a menudo
como si Dios no existiera (si Deus non daretur). Vivimos según el eslogan: Dios no existe y, si existe, no
influye. Por eso, la evangelización ante todo debe hablar de Dios, anunciar al único Dios verdadero: el Creador, el
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Santificador, el Juez (cf. Catecismo de la Iglesia católica).
Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios
También aquí es preciso tener presente el aspecto práctico. No se puede dar a conocer a Dios únicamente
con palabras. No se conoce a una persona cuando sólo se tienen do ella referencias de segunda mano.
Anunciar a Dios es introducir en la relación con Dios: enseñar a orar. La oración es fe en acto. Y sólo en la
experiencia de la vida también la evidencia de su existencia. Por eso son tan importantes las escuelas de oración,
las comunidades de oración. Son complementarias la oración personal ("en tu propio aposento", solo en la
presencia de Dios), la oración común "paralitúrgica" ("religiosidad popular") y la oración litúrgica. Sí, la
liturgia es ante todo oración: su elemento específico consiste en que su sujeto primario no somos nosotros (como en
la oración privada y en la religiosidad popular), sino Dios mismo. La liturgia es actio divina, Dios actúa y nosotros
respondemos a la acción divina.
Hablar de Dios y hablar con Dios deben ir siempre juntos. El anuncio de Dios lleva a la comunión con Dios
en la comunión fraterna, fundada y vivificada por Cristo. Por eso la liturgia (los sacramentos) no es un tema adjunto
al de la predicación del Dios vivo, sino la concretización de nuestra relación con Dios.
Observación general sobre la cuestión litúrgica
La banalización del misterio
En este contexto desearía hacer una observación general sobre la cuestión litúrgica. Con frecuencia nuestro
modo de celebrar la liturgia es demasiado racionalista. La liturgia se convierte en enseñanza, cuyo criterio es que la
entiendan. Eso a menudo tiene como consecuencia la banalización del misterio, el predominio de nuestras
palabras, la repetición de una serie de palabras que parecen más inteligibles y más gratas a la gente. Pero esto es un
error no sólo teológico, sino también psicológico y pastoral. La ola de esoterismo, la difusión de técnicas asiáticas de
distensión y de auto-vaciamiento muestran que en nuestras liturgias falta algo.
Precisamente en el mundo actual necesitamos el silencio, el misterio supraindividual, la belleza. La liturgia
no es una invención del sacerdote celebrante o de un grupo de especialistas. La liturgia –el rito– se ha desarrollado
en un proceso orgánico a lo largo de los siglos; encierra el fruto de la experiencia de fe de todas las generaciones.
Aunque los participantes tal vez no comprendan todas sus fórmulas, perciben su significado profundo, la presencia
del misterio, que trasciendo todas las palabras. El celebrante no es el centro de la acción litúrgica; no está delante del
pueblo en su nombre propio, no habla de sí y por sí, sino in persona Christi. Lo que cuenta no son las cualidades
personales del celebrante, sino sólo su fe, en la que se debe reflejar Cristo. "Conviene que él crezca y yo disminuya"
(Jn 3, 30).
Jesucristo
Sólo en Cristo y por Cristo el tema de Dios se hace realmente
concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios con nosotros
Con esta reflexión el tema de Dios ya se ha extendido y concretado en el tema de Jesucristo. Sólo en Cristo
y por Cristo el tema de Dios se hace realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios con nosotros, la
concretización del "Yo soy", la respuesta al deísmo. Hoy es muy fuerte la tentación de reducir a Jesucristo, el Hijo
de Dios, sólo a un Jesús histórico, sólo a un hombre. No se niega necesariamente su divinidad, pero con ciertos
métodos se destila de la Biblia un Jesús a nuestra medida, un Jesús posible y comprensible en los parámetros de
nuestra historiografía. Pero este "Jesús histórico" es una elaboración, la imagen de sus autores y no la imagen del
Dios vivo (cf. 2 Cor 4, 4 s; Col 1, 15). El Cristo de la fe no es un mito. El así llamado "Jesús histórico" es una figura
mitológica, inventada por diversos intérpretes. Los doscientos años de historia, del "Jesús histórico" reflejan
fielmente la historia de las filosofías y de las ideologías de este periodo.
El seguimiento de Cristo no es imitar al hombre Jesús, sino
identificarse con Cristo, llegar a la unión con Dios
En los límites de esta conferencia me es imposible tratar los contenidos del anuncio del Salvador. Sólo
quisiera aludir brevemente a dos aspectos importantes. El primero es el seguimiento de Cristo. Cristo se presenta
como camino de mi vida.
Seguimiento de Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Ese intento fracasaría necesariamente; sería un
anacronismo. El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identificarse con Cristo, es decir,
llegar a la unión con Dios. Esa palabra tal vez choque a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad todos
tenemos sed de infinito, de una libertad infinita, de una felicidad ilimitada. Toda la historia de las revoluciones
de los últimos dos siglos sólo se explica así. La droga sólo se explica así. El hombre no se contenta con soluciones
que no lleguen a la divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la "serpiente" (cf. Gn 3, 5), es decir, la
sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la identificación con Cristo, realizable en la vida sacramental.
Seguir a Cristo no es un asunto de moralidad, sino un tema "mistérico", un conjunto de acción divina y respuesta
nuestra.
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El misterio pascual, la cruz y la resurrección. La cruz
pertenece al misterio divino, es expresión del amor hasta el
extremo
Así, en el tema del seguimiento se encuentra presente el otro centro de la cristología, al que quería aludir: el
misterio pascual, la cruz y la resurrección.
De ordinario en las reconstrucciones del "Jesús histórico" el tema de la cruz carece de significado. En una
interpretación "burguesa" se transforma en un accidente de por sí evitable, sin valor teológico; en una interpretación
revolucionaria se convierte en la muerta heroica de un rebelde.
La verdad es muy diferente. La cruz pertenece al misterio divino; es expresión de su amor hasta el
extremo (cf. Jn 13, l). El seguimiento de Cristo es participación en su cruz, unirse a su amor, a la
transformación de nuestra vida, que se convierte en nacimiento del hombre nuevo, creado según Dios (cf. Ef
4, 24). Quien omite la cruz, omite la esencia del cristianismo (cf. 1 Cor 2, 2).
La vida eterna
El anuncio de un Dios presente en la historia para hacer justicia.
El anuncio del juicio y de nuestra responsabilidad. El hombre no
puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado.
Debe rendir cuentas.
Un último elemento central de toda verdadera evangelización es la vida eterna. Hoy, en la vida diaria,
debemos anunciar con nueva fuerza nuestra fe. Aquí quisiera sólo aludir a un aspecto a menudo descuidado
actualmente de la predicación de Jesús: el anuncio del reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios
que nos conoce, que nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia. Por eso, esta predicación
es anuncio del juicio, anuncio de nuestra responsabilidad. El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le
apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. Esta certeza vale tanto para los poderosos como para los
sencillos. Si se respeta, se trazan los límites de todo poder de este mundo. Dios hace justicia, y en definitiva sólo él
puede hacerla. Nosotros lograremos hacer justicia en la medida que seamos capaces de vivir en presencia de Dios y
de comunicar al mundo la verdad del juicio.
Así el artículo de fe del juicio, su fuerza de formación de las conciencias, es un contenido central del
Evangelio y es realmente una buena nueva. Lo es para todos los que sufren por la injusticia del mundo y piden
justicia. Así se comprende también la conexión entre el reino de Dios y los "pobres", los que sufren y todos los que
viven las bienaventuranzas del sermón de la Montaña. Están protegidos por la certeza del juicio, por la certeza de
que hay justicia.
Este es el verdadero contenido del artículo del Credo sobre el juicio, sobre Dios juez: hay justicia. Las
injusticias del mundo no son la última palabra de la historia. Hay justicia. Sólo quien no quiera que haya justicia
puede oponerse a esta verdad. Si tomamos en serio el juicio y la grave responsabilidad que de él brota para
nosotros, comprenderemos bien el otro aspecto de este anuncio, es decir, la redención, el hecho de que Jesús en
la cruz asume nuestros pecados; que Dios mismo en la pasión de su Hijo se convierte en abogado de nosotros,
pecadores, y así hace posible la penitencia, la esperanza al pecador arrepentido, esperanza expresada de modo
admirable en las palabras de san Juan: "Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo" (Jn 3, 20). Ante Dios
tranquilizaremos nuestra conciencia, independientemente de lo que nos reproche.
Sólo teniendo hambre y sed de justicia, abrimos nuestro
corazón, nuestra vida, a la misericordia divina. No es verdad que
la fe en la vida eterna quite importancia a la vida en la tierra.
La bondad de Dios es infinita, pero no la debemos reducir a un empalago sin verdad. Sólo creyendo
en el justo juicio de Dios, sólo teniendo hambre y sed de justicia (cf. Mt 5, 6), abrimos nuestro corazón, nuestra vida,
a la misericordia divina. No es verdad que la fe en la vida eterna quite importancia a la vida en la tierra. Al contrario,
sólo si la medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida en la tierra es grande y su valor inmenso.
Dios no es el rival de nuestra vida. La sencillez del mensaje
cristiano: hablar de Dios y del hombre
Dios no es el rival de nuestra vida, sino el garante de nuestra grandeza. Así volvemos a nuestro punto de
partida: Dios. Si consideramos bien el mensaje cristiano, no hablamos de un montón de cosas. El mensaje cristiano
es en realidad muy sencillo: hablamos de Dios y del hombre, y así lo decimos todo.
www.parroquiasantamonica.com
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